Los 3 Niños Mártires Cristóbal, Antonio y Juan.

Pbro. Julián Romero Sánchez

El 23 de septiembre celebramos a los tres niños mártires, quienes a pesar de su corta edad (13 años aproximadamente) ofrecieron su vida por extender el mensaje del Evangelio en el nuevo mundo.

Tlaxcala cuna de la evangelización

Tlaxcala como los demás pueblos del México antiguo, era demasiado religioso; contaba con una multitud de dioses y practicaba la poligamia, especialmente entre los caciques. Los misioneros tuvieron la idea de reunir a los hijos de estos sin excluir a los plebeyos para evangelizarlos. En estas primeras escuelas franciscanas enseñaban las principales verdades de la religión cristiana, además la gramática, el canto y algunos oficios. Dichas escuelas fueron de grande utilidad tanto para los niños como para los misioneros, pues éstos aprendieron las lenguas nativas.

 

Cristobalito (+1527)

Nació en Atlihuetzía hacia el año 1514 o 1515. Fue hijo del cacique Acxotécatl y de Tlapaxilotzin, quienes mandaron a tres de sus hijos a la escuela franciscana de Tlaxcala, pero Acxotécatl no quiso enviar a Cristobalito su hijo predilecto y futuro heredero de sus bienes; sin embargo los Padres Franciscanos, lo convencieron para que lo enviara a la escuela.

El niño hizo rápidos progresos en el aprendizaje de la doctrina cristiana, él mismo pidió el bautismo; desde aquel momento quedó convertido en un pequeño heraldo del Evangelio. Evangelizar a los suyos fue el ideal que se propuso; todo cuanto aprendía y oía predicar a los frailes, lo repetía, exhortaba a su padre y a los vasallos para que abandonaran el culto a los ídolos, la embriaguez y otros pecados graves contra Dios. Su padre Acxotécatl al principio no le dio importancia, sin embargo la predicación del niño era constante y persuasiva; viendo que su padre no le hacía caso comenzó a romper los ídolos que se hallaban en su casa y a derramar el pulque. Acxotécatl lo perdonó las primeras veces, pero viendo la insistencia de su hijo determinó quitarle la vida.

Para llevar a cabo su plan,  Axcotécatl fingió celebrar una fiesta familiar, mandó traer a sus hijos que se educaban en la escuela de los franciscanos y cuando llegaron a la casa ordenó que salieran, excepto Cristobalito, a quien tomó de los cabellos, lo arrastró por el suelo, le dio puntapiés y lo apaleó hasta quebrarle los brazos y las piernas. La sangre corría por todo su cuerpo.

En semejante situación Cristobalito invocaba a Dios diciendo: “Dios mío, ten misericordia de mí, y si tú quieres que muera, muera yo; y si tú quieres que viva, líbrame del cruel de mi padre”. Acxotécatl, viendo que el niño no podía morir, lo arrojó a una hoguera. En medio de tan intensos tormentos el niño seguía invocando a Dios y a la Virgen María, durante las horas que sobrevivió.

Al día siguiente llamó a su padre y le dijo: “Padre, no pienses que estoy enojado, estoy muy alegre, y sábete que me has hecho más honra de lo que vale tu Señorío”. Poco después murió.

 

Antonio y Juan (+1529)

Antonio y Juan, nacieron en Tizatlán hacia el año 1516 o 1517. El primero fue nieto de Xicohténcatl, Señor de Tizatlán, y heredero del Señorío; Juan, en cambio, fue de condición humilde, servidor de Antonio; ambos se educaban en la escuela franciscana de Tlaxcala.

En 1529 algunos padres dominicos se propusieron evangelizar Oaxaca, de paso por Tlaxcala Fray Bernardino Minaya, con otro dominico suplicó a Fray Martín de Valencia que le diera unos niños, que voluntariamente quisieran acompañarlos en su misión evangelizadora. Fray Martín hizo pública la petición de los dominicos, e inmediatamente se ofreció Antonio con su criado Juan y Diego (quien no murió mártir).

Antes de emprender el viaje Fray Martín les dijo: “Hijos míos, mirad que habéis de ir fuera de vuestra tierra y vais entre gente que no conoce aún a Dios, y creo que os veréis en muchos trabajos, y aun tengo temor que os maten por esos caminos, por eso antes que os determinéis miradlo bien”. Ellos contestaron: “Padre, para eso nos has enseñado lo que toca a la verdadera fe. Nosotros estamos dispuestos para ir con los padres y para recibir de buena voluntad todo trabajo por Dios, incluso nuestras vidas”; y añadieron: “¿No mataron a San Pedro crucificándole, no degollaron a San Pablo, y San Bartolomé no fue desollado?”

Llegados a Tepeaca Puebla, los niños les ayudaban a los padres dominicos a recoger ídolos; poco después se fueron a Cuauhtinchán Puebla, para continuar la misma encomienda de los misioneros. Al llegar a una casa, Juan se quedó en la puerta y Antonio entró a recoger los ídolos; estando allí, llegaron los pobladores armados con palos y descargaron terribles golpes sobre el niño Juan, quien murió al instante.

Llegó Antonio y viendo la crueldad de los malhechores no huyó, sino con grande ánimo les dijo: “¿por qué matáis a mi compañero, que no tiene la culpa, sino yo que os quito los ídolos, porque sé que son diablos y no dioses?” En seguida los naturales dieron fuertes golpes a Antonio, muriendo allí también.

 

Proceso de beatificación

Don Luis Munive Escobar primer obispo de Tlaxcala, tuvo la idea y el deseo de presentar a la niñez y juventud un modelo que pudiesen imitar. El 7 de enero de 1982 la Congregación para las causas de los Santos dio el “nihil obstat” (no existe impedimento) para la introducción de la Causa, con aprobación del Papa Juan Pablo II y el 3 de Marzo de 1990 se dio el Decreto formal sobre la validez del martirio.

 

Modelos de laicos evangelizadores

Como parte del trabajo evangelizador de aquel tiempo, los Niños Mártires destruían los ídolos de su tierra y cultura; esto nos invita hoy a la destrucción de los ídolos contemporáneos: el materialismo, el secularismo, la idea de un cristianismo fácil y sin compromiso, los ídolos del tener, del placer y del poder, que hacen a un lado los valores de la persona humana, su trascendencia y dignidad.

El trabajo evangelizador y catequético que realizaron llenos de amor por extender el Reino de Dios, sin temor a las dificultades y peligros, nos muestran la seriedad que tal compromiso implica para los bautizados de hoy. Evangelizados para Evangelizar.

Es urgente hoy más que nunca, que todos los cristianos volvamos a emprender el camino de la santidad. Cristóbal, Antonio y Juan, rogar por nosotros.