Los Beatos Niños Mártires de Tlaxcala: Cristóbal, Antonio y Juan

Pbro. Dr. Rubén Rodríguez Balderas

 Este 6 de  mayo se cumplen 27 años desde que san Juan Pablo II beatificó a los Niños Mártires de Tlaxcala Cristóbal, Antonio y Juan. Las publicaciones que hasta ahora hemos venido haciendo, estimados lectores, y las que seguiremos haciendo tienen la finalidad de dar a conocer y difundir diversas informaciones y testimonios útiles que nos permitan conocer más de la vida de nuestros Beatos Mártires tlaxcaltecas, para contribuir a la promoción y difusión de su devoción y veneración. A partir de ahora iremos publicando un importante estudio que un estimado colaborador de la causa nos ofrece, es un artículo preparado por el Padre Rubén Rodríguez Balderas, Doctor en Historia de la Iglesia y que nos presenta toda la hagiografía (santoral) de la Nueva España en donde están enmarcados nuestros Niños Mártires. Esperamos que sea de gran provecho y utilidad. Todo el artículo irá apareciendo en distintas partes, ahora les ofrecemos la introducción.

 HAGIOGRAFÍA NOVOHISPANA

Santos, beatos, venerables y siervos de Dios en la Nueva España

(1519-1821)

 

Iberoamérica

 A partir de 1492 la Iglesia Católica realizó una de las más grandes gestas de su ya dos veces milenaria historia: la evangelización de Iberoamérica: un vastísimo territorio que abarca más de la mitad del continente[1]. Todos los católicos que realizaron esa empresa eran españoles, que imprimieron unas características propias a esa evangelización, algunas de esas improntas resultaron afortunadas, otras definitivamente no. Poco más de tres siglos después aquellos pueblos iniciaron su independencia de España y se convirtieron en al menos 22 nuevos países, que actualmente forman “el Continente de la Esperanza” (así llamado repetidas veces por san Juan Pablo II y por el Papa Benedicto XVI).

 

Tlatolcáyotl[2], “Imperio mexicano” o Nueva España

 La evangelización de México resultó ser uno de los capítulos más apasionantes, tanto por los evangelizadores, como por los evangelizados y todavía más por la intervención claramente extraordinaria de Santa María de Guadalupe. Una pléyade de personajes egregios (célebres) fueron arribando desde España al territorio del Tlatolcáyotl desde los inicios del siglo XVI, y en poco más de medio siglo habían realizado una empresa titánica: la implantación de la fe católica en un pueblo lleno de virtudes y en un enorme territorio que les cautivó a tal grado, que le dieron el nombre de su propia patria. Los más conocidos de esos insignes personajes son los religiosos, especialmente los pertenecientes a las tres primeras órdenes que vinieron a realizar una amplísima labor de evangelización: franciscanos, dominicos y agustinos. Igualmente insignes, aunque menos conocidos, son los Papas, obispos, sacerdotes seculares y laicos, que también contribuyeron de modo muy importante a la implantación de la fe católica en México.

Por otra parte, también los mexicanos nativos contribuyeron generosamente al éxito de la evangelización; tuvieron el gran mérito de descubrir que aun cuando los españoles no comprendieron su admirable cultura y casi la destruyeron totalmente, les trajeron la fe completa, que desde siglos antes ya presentían con penetrante intuición y quedó plasmada en su admirable “Huehuetlamanitiliztli” (Tradición de los Ancianos).

La sola enumeración de esa legión de destacados personajes españoles peninsulares, criollos y mexicanos nativos requiere de varias páginas: diez Papas; los primeros obispos de Tlaxcala, México, Oaxaca, Michoacán, Chiapas, Guadalajara, Yucatán, Durango, Linares y Sonora; los gobernantes, médicos, arquitectos y aún los miles de hombres y mujeres comunes y corrientes, conquistadores y conquistados que, con su vida cristiana ordinaria contribuyeron de modo definitivo a la inculturación del catolicismo en México.

 

Los santos: artífices principales de la historia eclesial

 De entre esa muchedumbre digna de ser estudiada, nos ocupamos aquí de un grupo muy pequeño pero muy importante: los que -tanto europeos como mexicanos- a la vuelta de los años han sido declarados por la Iglesia Católica como Santos, Beatos, Venerables o Siervos de Dios[3].

Sin lugar a dudas éstos son los personajes más destacados de la historia de la Iglesia, pues son como su fruto más maduro[4]. Estos hombres y mujeres, después de una ardua lucha que duró toda su vida, en medio de las difíciles circunstancias históricas y sociales en que les tocó vivir, alcanzaron la plena identificación con Jesucristo[5]. Cada uno de esos personajes estuvo sujeto a los defectos de todos los hombres de todas las épocas, pero fueron capaces de superar esas limitaciones para ponerse a la altura de la magnífica empresa que la providencia puso en sus manos: la evangelización de numerosos pueblos y de un enorme territorio, casi cuatro veces más grande que la España de donde vino la fe católica a la Nueva España.

De cada uno de estos mexicanos y españoles muertos “en olor de santidad” existen serios estudios biográficos, aquí me limitaré a dar los datos esenciales de unos y otros. Al final de cada período añado una elemental bibliografía biográfica complementaria; y al final del trabajo una bibliografía elemental de historia de la Iglesia en México y de Historia de México. Siguiendo una tradición ya milenaria en la Iglesia, los abordaré siguiendo el orden cronológico de su DIES NATALIS (el día de su nacimiento a la vida eterna. Es decir, el día de su muerte, en que coronaron fielmente su vida de amor a Jesucristo y al prójimo).

 

CUATRO PERÍODOS DE ESTUDIO

Los 302 años que abarca nuestro estudio los he dividido en cuatro períodos.

 

Primer periodo 1519 – 1555

El primer período ya se ha hecho clásico entre los historiadores: La Iglesia temprana (desde la llegada definitiva de los españoles a México en 1519 hasta la segunda mitad del siglo XVI). Cierro ese primer período en el año de 1555, puesto que en ese año se celebró un importante evento que consolidó definitivamente la Iglesia Católica en la Nueva España y encauzó su expansión: el primer Concilio Provincial Mexicano.

Como era de esperarse, en los 36 años de inicio de la evangelización que abarca este breve período, hay pocos personajes (sólo seis) reconocidos oficialmente por la Iglesia: un santo y tres beatos mexicanos nativos. He incluido además a dos españoles: un venerable siervo de Dios y una sierva de Dios. Ambos, aunque murieron pocos años antes del nacimiento de la Nueva España y nunca pisaron tierras americanas, contribuyeron definitivamente a su evangelización, por lo que me parece de justicia recordarlos en este trabajo.

 

Segundo periodo 1555 – 1621

Después de la primera evangelización en el conquistado Tlatolcáyotl, vino la implantación de la fe católica en el ya bien constituido virreinato de la Nueva España. Fue ésta otra sorprendente gesta de la historia de la Iglesia, pues en apenas medio siglo, y con un mínimo derramamiento de sangre, prácticamente todos los pueblos de nuestro enorme territorio mexicano se habían convertido, dando lugar a lo que hoy llamaríamos una “globalización” cultural católica.

Este segundo período comienza con la realización del primer Concilio Provincial Mexicano, que coincidió con el retiro del escenario político europeo, quien había sido uno de los grandes impulsores de la implantación de la Iglesia en América: Carlos I de España y V de Alemania. Sin embargo, su hijo y su nieto (Felipe II de 1556 a 1598 y Felipe III de 1598 a 1621), Austrias Mayores como el abuelo, continuaron apoyando la consolidación de la Iglesia.

Es preciso reconocer que, aunque la empresa evangelizadora fue de origen divino, la realizaron y la recibieron hombres llenos de limitaciones y errores, lo cual dio como consecuencia que dicha evangelización no fuera todo lo profunda que debiera ser. Pero aun así, muchos católicos supieron vivir heroicamente su vocación a la santidad; ascienden a veinte los que han sido reconocidos por la Iglesia: cuatro santos, un beato, dos venerables y trece siervos de Dios.

 

Tercer periodo 1621 – 1700

El tercer período queda enmarcado dentro del gobierno de los Austrias Menores (Felipe IV de 1621 a 1665 y Carlos II de 1665 al 1700), se caracterizó por frecuentes conflictos entre la Iglesia misionera y los gobernantes españoles. Encontramos aquí a siete beatos y dos venerables.

 

Cuarto periodo 1700 – 1821

El cuarto período está marcado por el arribo al poder de la dinastía Borbónica (Felipe V de 1700 a 1746, Fernando VI de 1746 a 1759, Carlos III de 1759 a 1788, Carlos IV de 1788 a 1808 y Fernando VII en 1808 y después de la intromisión de Luis Bonaparte de 1814 a 1833). Este período concluirá con la independencia de todos los países iberoamericanos, y durante él, la Iglesia sufrió una lamentable influencia regalista. Hay aquí un beato, dos venerables y dos siervos de Dios.

En medio de numerosos avatares (cambios) históricos, la sociedad novohispana continuó llena de vitalidad: el arte, la cultura y la vida diaria en todas sus manifestaciones continuaron siendo netamente católicos. Y todo ello con tal fuerza, que la Nueva España fue durante todos esos años el país más importante de todo el continente americano.

En el siguiente número empezaremos a adentrarnos a este catálogo de la hagiografía en la Nueva España, para tener un panorama amplio de la labor evangelizadora y saber ubicar dentro de este a nuestros Beatos Niños Mártires de Tlaxcala.

Continuará…

 

[1] América es el segundo continente más grande de nuestro planeta, después de Asia. Con sus 42.035.238 kms2, representa el 28 % de la tierra emergida del mar

[2] Palabra náhuatl compuesta de tlatocan (gobierno) y el abstracto yotl: tlatocanazgo (es decir la autoridad del Tlatocan y lo sometido a ella). Es lo que los españoles llamaron el Imperio Mexicano.

[3] Desde hace siglos la Iglesia se ha preocupado de estudiar rigurosamente la vida de los hombres y mujeres que se suponen santos, antes de declararlos oficialmente como tales y proponerlos como ejemplo a los demás católicos.

El 22 de enero de 1588 el Papa Sixto V, con la Constitución Inmensa Aeterni Dei, creó la Sagrada Congregación de los Ritos a la que confió la tarea de estudiar las causas de los santos. El Papa Urbano VIII (1623-1644) estableció que a nadie se le podría dar culto público si antes no era aprobado por la Santa Sede. El 8 de mayo de 1969 el Papa Pablo VI creó la Congregación para las Causas de los Santos, estructurándola en tres oficinas: la Judicial, la del Promotor General de la Fe y la Histórico-Jurídica.

El Papa san Juan Pablo II promulgó en 1983 la Constitución Divinus perfectionis Magister y las Normae servandae in inquisitionibus ab episcopis faciendis in causis sanctorum. En esos documentos estableció que todos los posibles procesos de canonización deberán ser preparados por los obispos diocesanos y luego remitidos a Roma; deberán seguir varias etapas de profundo estudio realizado por diversas Comisiones. Y sólo los candidatos que superen esas etapas, podrán ser declarados por el Papa: primeramente Siervos de Dios, luego Venerables, más adelante Beatos y finalmente Santos. La Congregación para las Causas de los Santos, a principios del año 2008 estaba formada por 34 Miembros (Cardenales, Arzobispos y Obispos), 1 Promotor de la Fe, 5 Relatores y 83 Consultores. Su Prefecto es actualmente el Cardenal Angelo Amato. Para mayores datos se puede consultar la página web de la Santa Sede: www.vatican.va.

 

[4] “Nuestro radical substrato católico con sus vitales formas vigentes de religiosidad, fue establecido y dinamizado por una vasta legión misionera de obispos, religiosos y laicos. Está ante todo, la labor de nuestros Santos, como Toribio de Mogrovejo, Rosa de Lima, Martín de Porres, Pedro Claver, Luis Bertrán y otros… quienes nos enseñan que, superando las debilidades y cobardía de los hombres que los rodeaban y a veces los perseguían, el Evangelio, en su plenitud de gracia y amor, se vivió y se puede vivir en América Latina como signo de grandeza espiritual y de verdad divina”. III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano 1979, Documento de Puebla: La Evangelización en el presente y en el futuro de América Latina, n. 7.

[5] Existen muchos otros evangelizadores y evangelizados de la Nueva España muertos con fama de santidad (más de un centenar), pero no los incluyo aquí debido a que aún no se ha iniciado formalmente su proceso de canonización.