La bajada de la Virgen de Ocotlán

El mes de mayo tiene un lugar especial en la piedad del pueblo católico: es el mes de María. En efecto, durante este tiempo, la feligresía honra a la Madre de Nuestro Señor Jesucristo de muchas y variadas formas: con Misas, rosarios, peregrinaciones, procesiones, jaculatorias, etc. Estas celebraciones tienen su punto más álgido y conclusión, en la fiesta de la Visitación de la Virgen María a su prima Santa Isabel, el día 31 de mayo, día en que el pueblo también corona su imagen.
Ahora bien, si de suyo esto produce grandes muestras de fe en templos y santuarios marianos, en Tlaxcala estas fiestas son exaltadas en manifestaciones apoteóticas de fe, por la llamada “Fiesta de la Bajada de la Virgen de Ocotlán” a la ciudad de Tlaxcala, que tiene lugar el tercer lunes del mes de mayo, y cuyos orígenes se remontan a la época del segundo capellán de la Basílica, don Francisco Fernández de Silva (1691-1716).

Para comprender el sentido de esta fiesta, es necesario precisar que la Virgen de Ocotlán es la única Madre de Nuestro Señor Jesucristo, y que a ella está encomendada la vida de esta Diócesis de Tlaxcala, desde el 4 de abril de 1775. Por ello, el creyente que la invoca en su aflicción o en su alegría, hace una verdadera profesión de fe: le recuerda a María aquellas palabras que Jesús, ya crucificado, dirigió a su Madre: “Mujer, ahí está tu hijo” (cf. Jn 19,26). Su invocación bajo el título de “Ocotlán” nos trae a la memoria dos cosas. La primera, que ella misma nos regaló su imagen, apareciéndose en tierras tlaxcaltecas, en un árbol de ocote, el 27 de febrero de 1547, de acuerdo con el Padre Ornelas. La segunda, que su imagen se venera en el Santuario erigido en su honor, ubicado en la comunidad de Ocotlán, Tlaxcala y cuya construcción comenzó en 1687.

En estas fiestas anuales 2014, es necesario asentar para la historia de nuestra Diócesis y de nuestro Estado de Tlaxcala un hecho, que no siempre ha sido debidamente enfatizado: el papel de la Virgen de Ocotlán en la configuración de la fe y de la cultura tlaxcalteca.

Desde el punto de vista historiográfico, la aparición de la Virgen de Ocotlán tuvo lugar en 1541, solo diez años después de la aparición de la Virgen de Guadalupe (1531). El primer Obispo de la Diócesis de Tlaxcala, Fray Julián Garcés O. P., llegó el 19 de octubre de 1527, pero murió a fines de 1542, cuando la Virgen ya se había aparecido. De esto se deducen varias aseveraciones:

1) La devoción a la Virgen de Ocotlán comienza en el siglo XVI y desde entonces Ella ha acompañado a Tlaxcala, como Diócesis, en todas las etapas de su historia: la Colonia, la Independencia, la Reforma, la Revolución y la consolidación del Estado, solo por mencionar los periodos más importantes.

2) El signo de la aparición de la Virgen de Ocotlán es muy importante: Tlaxcala tuvo en la persona de su primer Obispo el regalo de un padre (Sapiens, Integer, Emeritus), pero también de una Madre: La Virgen de Ocotlán. ¡473 años de devoción mariana!

3) Sería muy justo reconocer entonces que la configuración de nuestra Cultura tlaxcalteca tiene orígenes cristianos, forjados también en torno a la devoción a la Virgen de Ocotlán. Tan solo piénsese que Hernán Cortés fue un profundo devoto de la Virgen María.

4) Desde luego que lo más importante es tomar consciencia del rol preponderante que jugó la Virgen de Ocotlán en aquella Primera Evangelización. Si Tlaxcala es llamada, y con justa razón, la “Cuna de la Evangelización”, por haber sido la primera población en aceptar el Evangelio, ¿por qué no reconocer que la Virgen de Ocotlán fue y ha sido su mejor “catequista”?

5) Bajo ésta óptica, vivimos un kairos: es el momento de descubrir y presentar a la Virgen de Ocotlán como el “lucero radiante” de la Misión Continental: a) Desde su aparición en 1541, ella evangeliza permanentemente al pueblo tlaxcalteca: b) en su santuario ora continuamente por su pueblo; c) las puertas de su casa están siempre abiertas para recibir a todos sus hijos: pobres, ricos, sabios, necios, etc.; d) escucha sus ruegos y los conforta anunciándoles la Palabra de su Hijo, toda vez que los peregrinos participan en la Eucaristía; e) en su bajada a la ciudad de Tlaxcala, sale de su casa y como auténtica discípula misionera, lleva el Evangelio hasta nuestras casas.

Estas sencillas reflexiones sirvan para mostrar cómo la Virgen de Ocotlán, patrona de la Diócesis, es la Madre del pueblo tlaxcalteca, ya que permanente nos da al Hijo de Dios. Sirvan también para alentar al pueblo católico a encontrar en ella, el modelo actual de discípulo misionero de Jesucristo.

Tlaxcala, Tlax., Mayo 21 de 2014