LA VIDA, MARTIRIO Y FAMA, DE LOS BEATOS CRISTOBAL, ANTONIO y JUAN

ORACIÓN

Santísima Trinidad, adoro profundamente tu bondad y majestad infinitas, por las fortalezas que diste a los niños Cristóbal, Antonio y Juan, quienes al principio de la evangelización de México, a pesar de sus pocos años, llenos de amor por extender tu reino y sin miedo a los sufrimientos, con su palabra y con su martirio, nos dejaron ejemplo de una fe firme y sincera. Por la predilección que tuviste a estos niños, concede la gracia especial que, por su intercesión te pido. Y su pronta canonización, si es para mayor gloria tuya. (Padrenuestro, Avemaría y Gloria).

[expand title=”1. Evangelización” tag=”h3″]
El 25 de enero de 1524, doce franciscanos enviados por fray Francisco de los Ángeles, O.F.M., ministro general de la Orden, y llevando como superior a fray Martín de Valencia, O.F.M., salieron del puerto de Sanlúcar de Barrameda, España, para ir a evangelizar a los habitantes de las tierras recién conquistadas por Cortés, después de un viaje de 4 meses llegaron a San Juan de Ulúa, territorio de la Nueva España, el 13 de mayo. En aquel lugar se detuvieron unos días, posteriormente continuaron su viaje pasando por Tlaxcala; allí permanecieron unos días intentando predicar las verdades de la religión con señales; finalmente llegaron a Tenochtitlan, capital del imperio de los aztecas, a mediados de junio de 1524.

El 2 de julio, fiesta de la visitación de Nuestra Señora celebraron su primer capítulo, tres franciscanos que habían llegado de Flandes el 13 de agosto de 1523, se unieron a los doce frailes, formaron 4 grupos para fundar los 4 primeros conventos que hubieron en la Nueva España: México, Texcoco, Tlaxcala y Huejotzingo.

Los primeros franciscanos, asignados para Tlaxcala fueron: fray García de Cisneros, O.F.M. guardián, fray Martín de la Coruña, O.F.M., fray Andrés de Córdoba, O.F.M. y otro fraile cuyo nombre no conocemos.

La predicación del Evangelio en la Nueva España se hizo un poco al vapor, no hubo propiamente un catecumenado con un determinado tiempo, sin embargo los misioneros explicaron las principales verdades de la religión cristiana; poco tiempo después administraron los sacramentos: Bautismo, Penitencia, Matrimonio y finalmente la Eucaristía.

En algunos casos, sobre todo al principio de la evangelización no se respetó la libertad de la persona; les destruyeron sus ídolos y sus templos. Deben tenerse presente las cédulas reales del emperador Carlos V y las ordenanzas de Cortés que mandaban explícitamente la destrucción de los ídolos y de los templos.

Los misioneros conociendo la inclinación tan arraigada de los indios a su religión, comprendieron que no era posible dejarles sus ídolos y sus templos sin peligro de conjugar cristianismo y paganismo al mismo tiempo. Como aconteció en algunos casos; cuando al pie de la cruz escondían sus ídolos, para venerarlos.
La conversión de los adultos era difícil, por esta razón los misioneros desde su llegada a la Nueva España pidieron a los hijos de los señores principales, para educarlos no solamente en la religión cristiana; sino también en los conocimientos humanos como eran: conocimiento de la lengua española leer, escribir, cantar, tocar algunos instrumentos y aprendizaje de algunos oficios.

Los naturales no defraudaron a los misioneros, pues asimilaron las verdades de nuestra fe e igualmente los conocimientos profanos, así nacieron las primeras escuelas a la sombra de los conventos franciscanos en el siglo XVI.
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[expand title=”2. Primeros años de los beatos Cristóbal, Antonio y Juan. ” tag=”h3″]

Los Beatos fueron tres: Cristobalito, Antonio y Juan.

2.1.Cristobalito
El Beato Cristóbal nació en Atlihuetzía, Tlaxcala. Los frailes le llamaron siempre con el diminutivo de Cristobalito, no sabemos la fecha de su nacimiento; pero si hemos de dar crédito a los historiadores, que cuando murió tenía 12 ó 13 años y fue martirizado en 1527; por tanto, la fecha de su nacimiento tenemos que colocarla hacia 1514 -1515. Fue bautizado en Tlaxcala, pero desconocemos el día y el año.

Fue hijo de Acxotécatl y Tlapaxilotzin, tuvo otros hermanos de distinta madre – en razón del uso poligámico de ese tiempo – ellos son Bernardino, Luis y otro hermano cuyo nombre no conocemos.

Es probable, que estos niños hayan sido enviados a la escuela franciscana a finales de 1524 o a principios de 1525; porque los frailes inmediatamente comenzaron a enseñar a los hijos de los señores principales. Acxotécatl al principio se reservó a Cristobalito pues era el hijo que más quería, y sería el futuro heredero del Señorío; los hermanos contaron a los frailes, que tenían otro hermano que se había quedado en casa y  los franciscanos fueron por él.

Instruido Cristóbal en las principales verdades del cristianismo, él mismo pidió el bautismo, y los frailes se lo administraron.

2.2. Antonio
El Beato Antonio fue nieto de Xicohtencatl, señor de Tizatlán, futuro heredero del Señorío, nació en Tizatlán, Tlaxcala, probablemente hacia 1516-1517 y fue muerto el año 1529, siendo de la misma edad que Cristobalito 12 ó 13 años; así lo afirman los historiadores, por esa razón hemos señalado como fecha probable de su nacimiento la antes indicada.

Los historiadores no dicen que Antonio estuviera bautizado, lo suponemos por dos motivos: primero llevaba el nombre de un santo y segundo por las magníficas respuestas que dio a fray Martín de Valencia, O.F.M., cuando le presentó las dificultades que encontraría,  y las penas que tendría que soportar tal vez la misma muerte, por acompañar a fray Bernardino Minaya, O. P., en su misión a Oaxaca.

2.3. Juan
El Beato Juan nació probablemente en Tizatlán, Tlaxcala hacia 1516-1517 y fue muerto el año 1529, los historiadores afirman que tenía la misma edad que Antonio. Por esa razón hemos señalado como fecha probable de su nacimiento la antes indicada.

Era de condición humilde y servía como paje a Antonio, los historiadores no afirman que estuviese bautizado: lo suponemos porque llevaba el nombre de un santo y por la alegre disposición de acompañar a fray Bernardino Minaya, O.P., además es probable que los Beatos llevaran un tiempo considerable educándose en la escuela franciscana.
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[expand title=”3.- El martirio de los beatos.” tag=”h3″]

3.1. Cristobalito.
En la escuela de los frailes, el Beato aprendió rápidamente las verdades de la religión cristiana; entendió en cuanto le era posible a un niño, que los ídolos no podían ser Dios, por lo tanto el culto que su padre Acxotécatl y sus vasallos daban a los ídolos era un pecado de idolatría y  la embriaguez una ofensa grave a Dios.

De este convencimiento nació la idea de convertir a su padre y a sus servidores, comenzó a predicarles las verdades que aprendía en la escuela del convento. Las primeras veces que el padre escuchó, creyó, que su hijo repetía sin entender, lo que enseñaban los franciscanos, y no le dio importancia. El Beato repitió varias veces las mismas exhortaciones, preveía, que su padre podría castigarlo severamente, porque era un hombre desalmado; no obstante Cristobalito no retrocedió, sino que prosiguió en su propósito.

Cuando vio, que nadie tomaba en cuenta su predicación determinó romper los ídolos que encontró en la casa y derramó el pulque, Acxotécatl disimuló, porque le tenía grande cariño, los vasallos le presentaron su queja por aquello, que les hacia Cristobalito; Xochipapalotzin una de las esposas de Acxotécatl madre de Bernardino, instigó para que este diera muerte a Cristobalito y así su hijo pudiera heredar el Señorío, como de hecho lo heredo. Después de un tiempo, Acxotécatl concibió el propósito de matar a Cristobalito y fingió celebrar una fiesta, mandó llamar a sus hijos, que estaban en la escuela franciscana cuando llegaron a la casa paterna, éste despidió a los hermanos del Beato; y se quedó únicamente con él, lo tomó de los cabellos, lo tiró al suelo le dio de patadas, lo golpeó con un palo grueso de encino, le quebró la cabeza, los brazos, por todo su cuerpo corría sangre, cuando, su padre lo dejó, Xochipapalotzin le impidió la salida y finalmente lo arrojó a una hoguera, que mandó encender con leña de encino.

a) Aceptación del martirio 
Antes de la muerte, el Beato podía librarse del castigo de la muerte dejando de predicar a su padre, abandonándole a su idolatría; sin embargo, Cristobalito prefirió el castigo y la misma muerte antes que desistir de su propósito de la conversión de su padre a Dios y la de todos los de su casa.
Durante su martirio. Continuamente invocaba a Dios en su lengua materna: «Señor, Dios mío, haced misericordia de mí y si tú quieres, que yo muera, muera yo, y si tu quieres que viva, líbrame de este cruel de mi padre». Sobrevivió una noche sin quejarse, siempre en constante invocación a Dios y a la Virgen Santísima.

Después del martirio, agradece a su padre el bien, que le proporciona con estas palabras: «Oh, padre! no piensen que estoy enojado ni sentido, porque estoy muy alegre, y sábete que me has hecho más honra que no vale tu señorío». Por esta expresión deducimos, que permanecía en su voluntad la aceptación de la muerte como resultado de la convicción que tenía acerca de las verdades, que enseñaba a los suyos.

b) Caridad
Al día siguiente llamó a su padre para decirle, que no estaba enojado ni sentido, al contrario muy alegre; porque la honra que la había hecho valía más que el señorío. Poco después expiró, su padre lo sepultó en la misma casa, un año después, fray Andrés de Córdoba, O.F.M., trasladó el cuerpo del Beato a Tlaxcala.

3.2. Antonio
El Beato Antonio sufrió el martirio en 1529 en Cuauhtinchán, Puebla, no sabemos ni el día ni el mes, cuando acompañaba a fray Bernardino Minaya, O. P., con otro fraile dominico, que se encaminaban a evangelizar la provincia de Oaxaca. fray Bernardino al pasar por Tlaxcala pidió a fray Martín a dos niños, que voluntariamente quisieran acompañarlo: se ofreció con gusto el Beato Antonio, y también otro niño noble llamado Diego, éste no alcanzó el honor del martirio, fray Martín quiso advertirles, que consideraran los peligros a que se exponían, los trabajos que padecerían lejos de su casa, tal vez encontrarían la muerte. Ellos contestaron: “Nosotros estamos aparejados para ir con los padres y para recibir de buena voluntad todo trabajo por Dios; y si Él fuere servido de nuestras vidas, ¿por qué no las pondremos por Él? ¿No mataron a San Pedro crucificándole y degollaron a San Pablo y a San Bartolomé desollaron? ¿Pues por qué no moriremos nosotros por Él, si Él fuere de ello servido?”.

3.3. Juan
El Beato Juan, como hemos dicho era de condición humilde. Era criado de Antonio, se educaba juntamente con su amo en la escuela franciscana; habían caminado unas 10 leguas de Tlaxcala, llegaron a una población llamada Tepeaca, allí se detuvieron los frailes dominicos a misionar. Los niños se dedicaron a recoger ídolos se apartaron más de una legua, fueron a Tecali y a Cuautinchán, Puebla, Antonio entró a una casa a recoger ídolos; quedándose Juan en la puerta, llegaron dos hombres con sus macanas, descargaron crueles golpes sobre Juan, que murió enseguida. Al oír Antonio el ruido salió y viendo muerto a su criado no huyó, los increpó diciendo: ¿por qué matáis a mi compañero, que no tiene él la culpa, sino yo, que soy el que os quita los ídolos, porque sé, que son diablos y no dioses? Arrojó al suelo los ídolos que traía en la falda: descargaron terribles golpes sobre él, que murió al instante. Los cuerpos de estos dos Beatos fueron arrojados a una barranca; los sacaron de allí y los llevaron a Tepeaca y los sepultaron en una capilla provisional.
 
a) Aceptación del martirio 
Antes de la muerte, los dos Beatos se educaban en la misma escuela, se prestaron voluntariamente para acompañar a fray Bernardino Minaya, O.E., sabemos que fray Martín de Valencia, O.F.M., quiso conocer, si esta disposición era solamente un deseo de aventura o una moción de la gracia. Les expuso las penas y sufrimientos que encontrarían lejos de su familia tal vez la muerte y ellos contestaron con las palabras que antes hemos citado.

b) Durante el martirio:
Buscan con afán los ídolos para presentarles a los frailes dominicos, no temen el peligro a que se exponen, están convencidos, que estas figuras no son Dios y no merecen acto alguno de adoración, por eso los desprecian y destruyen, no huyen ante sus verdugos, sino los enfrentan con valentía.
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[expand title=”4. Fama del martirio.” tag=”h3″]
La fama del martirio, que se encuentra en la historia desde el siglo XVI hasta nuestros días es común a los tres, presentamos una visión de conjunto de los tres mártires.

Actual Iglesia de Ocotelulco. Tlax., lugar en donde se construyo el primer convento y escuela en donde estudiaron los Beatos Cristóbal, Antonio y Juan.

4.1. Testimonios indirectos.
1532. Fray Juan de Zumárraga, O.R.M., Obispo de México, escribió una carta al Capítulo General de Tolosa, Francia, narrándole el apostolado, que habían realizado los franciscanos en Nueva España, en ella cuenta que algunos niños habían ayudado a descubrir los ídolos y por esta causa habían sufrido la muerte, No dice expresamente los nombres; «cujus causa a parentibus suis occisi sunt».

1537. En el cerro de Guadalupe, en la ciudad de Puebla, se edificó una capilla en recuerdo de Cristobalito antes de 1537; actualmente no existe, por distintas remodelaciones, que ha tenido la ciudad.
 
4.2. Testimonios directos del Siglo XVI. 
1539-1541. Fray Toribio de Benavente Motolinía, O.R.M., siendo guardián del convento de Tlaxcala, se trasladó a Atlihuetzía, para hacer la información histórica acerca del martirio de Cristobalito.
Atestiguaron: Luis el hermano del Beato y otras personas, esta historia junto con la de los otros Beatos Antonio y Juan la consignó en su obra “Historia de los Indios de la Nueva España”, que dedicó a Don Antonio Pimentel VI conde de Benavente: la obra está fechada en el convento de Santa María de la Concepción, Tehuacán, Puebla, el 24 de febrero de 1541.

1552. Francisco López de Gómora, sacerdote español capellán de Cortés en España, escribió: “Historia General de las Indias”, en ella cuenta el martirio de Cristobalito y de otros niños sin nombrar explícitamente a Antonio y a Juan, la publicó en Zaragoza, España.

1585. Diego Muñoz Camargo historiador tlaxcalteca, en su obra: “Descripción de la ciudad y provincia de Tlaxcala”, narra el martirio de Cristobalito; en cuanto a Antonio y Juan, narra solamente la muerte de un adolescente de Tlaxcala.

1596. Fray Agustín Dávila Padilla, O.P., Arzobispo de Santo Domingo (la Española) en su “Historia de la Fundación y Discurso de la Provincia de Santiago de México de la Orden de los predicadores”, narra ampliamente el martirio de los Beatos, la obra fue publicada en España en 1596.

1596. Fray Jerónimo de Mendieta, O.R.M., escribió una obra que tituló: “Historia Eclesiástica Indiana”, en el libro III cc. XX, XXVII, narra el martirio de los Beatos.

Siglo XVI En la portería de la parroquia de Ozumba, México existe un fresco, que representa el martirio de los Beatos: es probable que haya sido pintado a finales del siglo XVI, o a principios de XVII. Autor anónimo.

4.3. Testimonios de la fama de martirio.
a) Siglo XVII. 
1601. Fray Juan Bautista Viseo, O.R.M., tradujo al español del idioma náhuatl la historia, que Motolinía escribió acerca del martirio de los Beatos.

1614. Un autor anónimo en la crónica de la provincia Francisco de Santiago España, narra el martirio de los Beatos.

1615. Fray Juan de Torquemada, O.F.M., en su historia “Monarquía Indiana”, narra ampliamente en el libro quinto capítulos 30-35 el martirio de los Beatos. La obra se imprimió en Sevilla, España.

1683. Fray Juan Bautista Méndez, O.P., en su obra inédita: “Historia de la Provincia de Predicadores de México”, transcribe literalmente la narración que fray Agustín Dávila Padilla O.P., hace del martirio de los Beatos.
1698. Fray Agustín de Betancourt, O.F.M., en su Menologio Franciscano, segunda parte de la obra de Teatro Mexicano, cuenta el martirio de los Beatos.

b) Siglo XVIII.
1716-1737. Eusebio Vela dramaturgo español escribió un drama que tituló: “Apostolado de las Indias y martirio de un cacique”, se trata del martirio de Cristobalito; la obra se presentó varias veces en el teatro llamado Coliseo de la ciudad de México.

1740. Manuel Loayzaga, sacerdote en su “Historia de la Milagrosísima imagen de Nuestra Señora de Ocotlán” describe el martirio de los Beatos.

1759. En la antesacristía del templo de Atlihuetzía, Tlax., se encuentra una pintura al óleo de 1.30 x 1.91 m.; autor anónimo, representa el martirio de los Beatos, vestidos a la usanza española. Fechada 1759.

1789. En las oficinas de la Curia, Episcopal hay una pintura al óleo de 2.40 x 3 m., autor anónimo, representa el martirio de los Beatos en Atlihuetzía, Tlax., y Cuauhtinchán, Puebla. Año 1789.

1795. Bajo el coro del templo de Atlihuetzía a la derecha hay una pintura al óleo de 4.40 x 3.20 m., autor anónimo, representa el martirio del Beato Cristobalito.

c) Siglo XIX.
1801. Bajo el coro del templo de Atlihuetzía, a la izquierda hay una pintura al óleo de 4.40 x 3.20 m. de autor anónimo y representa el martirio de los Beatos Antonio y Juan en Cuauhtinchán, Puebla.

1822. Miguel Lira y Ortega, Gobernador de Tlaxcala, en su Diccionario Geográfico, Estadístico y Biográfico del estado de Tlaxcala”, en su manuscrito describe el martirio de los Beatos.

1877. Pedro Larrea y Cordero en su “Cuadro histórico-político industrial y religioso de la ciudad de Tlaxcala”, recuerda el martirio de los Beatos.

d) Siglo XX
1907. Calixto R. Ornelas en su “Historia de Nuestra Sra. De Ocotlán”, narra el martirio de los Beatos, siguiendo a Manuel Loayzaga.

1909. Antonio Peñafiel en su obra: “La ciudad virreinal de Tlaxcala” recuerda el martirio de los Beatos.

1921. Carlos de Gante en su obra: “Narraciones Tlaxcaltecas”, narra el martirio de Cristobalito en forma popular.

1928. Mariano Cuevas, S.J., en su “Historia de la Iglesia en México”, en el tomo primero narra el martirio de los Beatos.
1929. Pedro Vera y Zuria Arzobispo de Puebla, en su obra: “Carta a mis seminaristas” recuerda brevemente el martirio de los Beatos:

1940. Nicanor Quiroz y Gutiérrez en su “Historia de la Aparición de Ntra. Sra. de Ocotlán y de su culto en cuatro siglos”, recuerda el martirio de los Beatos.

1940. Códice de Yanhuitlán editado por la Secretaría de Educación Pública, con un estudio preliminar de Wigberto Jiménez Salvador Mateos Higuera, habla del martirio de los Beatos Antonio y Juan, equivoca este último nombre y pone Cristóbal.

1945. Salvador Escalante Plancarte: “Fray Martín de Valencia 1947. Robert Richard: “La Conquista Espiritual de México”.

1970. En el hall del Seminario Diocesano de Ntra. Sra. de Ocotlán el pintor muralista Desiderio H. Xochitiotzin, ejecutó al acrílico un mural de 4.60 x 2.90 m. la historia y el martirio de los Beatos.

1972. El instituto Nacional de Antropología e Historia de México,  por medio del Dr. Paul Kirchoff, Lina Odena Güémez y Luis Reyes García publicó la “Historia Tolteca-Chichimeca” en ella se narra el martirio de un niño en Cuauhtinchán.

1972-1975. Luis Nava Rodríguez escribió: “Tlaxcala en la Historia” e “Historia de Ntra. Sra. de Ocotlán”, en ambas recuerda el martirio de los Beatos.

1976. “Historia General de México” obra del Centro de estudios históricos de México, trata del martirio de los Beatos.

1978-1980. En la casa del sacerdote de Tlaxcala, existen pinturas al óleo, la primera representa la catequización de tres Beatos por un franciscano; mide 1.20 x 1.03 m., ejecutada por el arquitecto y pintor Juan Reyes Haro. Año 1978. La segunda representa, el martirio de los siervos de Dios mide 1.28 x 1.03 m., pintada por el maestro muralista Desiderio H. Xochitiotzin en 1980.

1982. En la Diócesis de Tlaxcala, México, de mayo a octubre de 1982 se llevó a cabo el proceso diocesano sobre la fama del martirio y no culto de los tres Beatos Cristobalito, Antonio y Juan.

Fueron interrogados 15 testigos, de los cuales 7 eran sacerdotes y los restantes laicos: cuatro sacerdotes y un laico peritos en historia, un abogado, un médico y dos profesores de escuelas superiores.

La mayoría de testigos afirmó que el conocimiento que tiene acerca del martirio de los siervos de Dios es por la historia, y también por la tradición oral.

1985. José Gutiérrez Casillas, S.J.: “Evangelización en México”, en opúsculo, habla del martirio de los Beatos.

2001. En los Murales del Palacio de Gobierno de Tlaxcala, el pintor muralista Desiderio H. Xochitiotzin, ejecutó al acrílico un mural de la época de Oro de Tlaxcala, e incluye a los protomártires Cristobalito, Antonio y Juan citando las fechas de su sacrificio.
Testimonio de Fray Toribio de Benavente
1.- FRAY TORIBIO DE BENAVENTE “MOTOLINIA”, (Fines S. XV- 1569)
Rasgos biográficos. Fray Toribio de Benavente, nació en el pueblo de Benavente, actual provincia de Zamora, España, de padres labradores, no sabemos la fecha exacta de su nacimiento, unos afirman que nació en los últimos años del S. XV (Jiménez de la Espada “Cartas de Indias”, Madrid 1877, p. 810), otros, P. Borgia Steck la ubica en 1495 (Father Motolinia, Washington 1951), Fidel de Legarza la pone en 1490 ( “Historia de las Indias de la Nueva España”, Madrid 1970).

Usó tres apellidos: Paredes, antes de ser religioso; Benavente al tomar el hábito franciscano, tal como se acostumbraba en aquella época, tomando su lugar de origen y finalmente “Motolinia”, nombre que le dieron los naturales de estas tierras y que significa “pobre”, pues cuando llegaron los 12 franciscanos a Tlaxcala, sus habitantes se quedaron admirados de la pobreza y humildad de los frailes y continuamente repetían el término náhuatl motolinia, así que Fray Toribio asumió este término para el resto de su vida.

No sabemos cuando tomó el hábito, ni cuando hizo su profesión religiosa, ni cuando fue ordenado sacerdote.

Fray Toribio Motolinia, llegó a la Nueva España con los 12 religiosos enviados por fray Francisco de los Ángeles, general de la orden franciscana bajo el mando inmediato de fray Martín de Valencia, salieron de España el 25 de enero de  1524 llegaron a Veracruz el 13 de mayo de 1524, un día antes de la vigilia de Pentecostés, sus nombres fueron:

  • Fray Martín de Valencia
  • Fray Francisco de Soto
  • Fray Martín de la Coruña
  • Fray Juan Juárez
  • Fray Antonio de Ciudad Rodrigo
  • Fray Toribio de Benavente
  • Fray García de Cisneros
  • Fray Luís de Fuensalida
  • Fray Juan de Rivas
  • Fray Francisco Jiménez
  • Fray Andrés de Córdoba
  • Fray Juan de Palos.

Motolinia, recorrió como guardián, todos los COI franciscanos fundados entre 1524 y 1550 en: México, Texcoco, Huejotzingo, Tlaxcala, Cholula, Cuernavaca, Puebla y Tehuacan, fue Provincial de 1548 a 1551: propuesto para obispo de Yucatán propuesta que no aceptó; en cambio, siendo Provincial, en virtud de santa obediencia a Fray Martín Sarmiento de Hojacastro, que aceptara el obispado de Tlaxcala.
Siendo Guardián del convento de Tlaxcala (1537-1539) se trasladó a Atlihuetzía para realizar la información canónica acerca del martirio del niño Cristóbal y que consignó en “Historia de los Indios de la Nueva España” (tratado III, c. 14), Motolinia vivió en estas tierras 45 años y murió el 9 de de agosto de 1569, fue sepultado en el Convento de México.

Su Obra: Motolinia escribió varias obras históricas unas por desgracia no han llegado hasta nosotros, por fortuna conocemos tres.

a) “Martirio de los Niños de Tlaxcala”, esta pequeña obra fue publicada por Fray Juan Bautista Viseo en 1601 en lengua náhuatl, existe una copia de ella en doble columna en español en la Biblioteca Nacional de París, Francia.

Martirio del Beatos Antonio y Juan, pintura al óleo en la iglesia de Atlihuetzia, Tlax.
Fue retraducida del náhuatl al español por don Vicente de la Rosa Saldivar “Interprete General de esta Real Audiencia por mandato del excmo. Señor Conde de Revilla Gigedo, Virrey, Gobernador y Capitán General de este Reyno”, este manuscrito se conserva en el Archivo General de la Nación en México, esta monografía es todo el capítulo 14 del tratado III de la “Historia de los Indios de la Nueva España”.

b) “Los Memoriales”. Esta obra según D. León Lejeal y Fray Fidel de Lejarza O.E.M., es la primera versión de la “Historia de los Indios de la Nueva España”. Obra inédita hasta 1903. Don Luis García Pimentel la publicó, el códice perteneció a su padre don Joaquín García Icazbalceta, existe una edición española en la “Biblioteca de Autores Españoles” tomo CCXL, Madrid, 1970.

c) “Historia de los Indios de la Nueva España”, el título primitivo fue: “Ritos antiguos, idolatrías y sacrificios de los Indios de la Nueva España y de la maravillosa conversión que Dios en ellos ha obrado”. Como es sabido, la obra fue dedicada a D. Antonio Pimentel VI Conde de Benavente, fechada el 24 de Febrero de 1541 en el convento de Santa María de la Concepción, Tehuacan, Pue., Robertson fue el primero en llamar a la obra con el título de “Historia de los Indios de la Nueva España”, existe un manuscrito de esta obra en la biblioteca del Escorial, España. No es ológrafo de Motolinía, pero ciertamente es un manuscrito del S. XVI, existe una fotocopia en la biblioteca personal de Monseñor Epitacio Ángel Cano, Sacerdote de la Diócesis de Tlaxcala.

Don Joaquín García Icazbalceta la publicó en 1858 en México, y en el S. XX, con motivo del IV centenario de la muerte de Fray Toribio Motolinía, don Edmundo O’ Gorman, miembro de la Academia de la Lengua, con un magnífico estudio crítico, la publicó en la colección: “Sepan Cuantos” de Editorial Porrúa, México.

HISTORIA DE LOS INDIOS DE LA NUEVA ESPAÑA, 1541.
FRAY TORIBIO DE BENAVENTE “MOTOLINÍA”

DE LA MUERTE DE TRES NIÑOS, QUE FUERON MUERTOS POR LOS INDIOS, PORQUE LES PREDICABAN Y DESTRUÍAN SUS IDOLOS.

“En esta ciudad de Tlaxcala fue un niño encubierto por padre, porque en esta ciudad hay cuatro cabezas o señores principales, entre los cuales se reduce toda la provincia, que harto grande, de la cual se dice que salían cien mil hombres de pelea. Demás de aquellos cuatro señores principales, había otros muchos que tenían y tienen muchos vasallos, uno de los principales de éstos, llamado por nombre Acxotecatl, tenía sesenta mujeres y de las más principales de ellas tenía cuatro hijos, a tres de éstos los envió a el monasterio a que los enseñaran, y el mayor más amado de él y más bonito, y hijo de la más principal de sus mujeres, dejole en su casa como escondido; pasados algunos días que los niños  estaban en los monasterios descubrieron algunos secretos, así de idolatrías, como de los hijos que los señores tenían escondidos, aquellos tres hermanos dijeron a los frailes cómo su padre tenía escondido en casa a su hermano mayor sabido, demandárosle a su padre, y luego le trajo y según me di era muy bonito, y de edad, de doce a trece años.

Pasados algunos días y ya algo enseñado, pidió el bautismo y fuele dado, y puesto por nombre Cristóbal, este niño además de ser de los principales y de su persona muy bonito y bien acondicionado hábil, mostró principios de ser buen cristiano, porque de lo que él oía y aprendía enseñaba a los vasallos de su padre; y a el mismo padre decía, que dejase los ídolos y los pecados en que estaba, en especial el de la embriaguez, porque todo era muy gran pecado, que se tornase y conociese a Dios del cielo y a Jesucristo su Hijo que Él le perdonaría y que esto era verdad, porque así lo enseñaban los padres que sirven a Dios, el padre era un indio de encarnizadas guerras y envejecido en maldades y pecados, según después pareció, y sus manos llenas de homicidios y muertes.

Los dichos del hijo no le pudieron ablandar el corazón ya endurecido, y como el niño Cristóbal viese en casa de su padre las tinajas llenas de vino con que se embeodaban él y sus vasallos, y viese los ídolos, todos los quebraba y destruía, de lo cual los criados y vasallos se quejaron a el padre, diciendo: “tu hijo Cristóbal quebranta los ídolos tuyos y nuestros, y el vino que puede hallar todo el vierte; a ti y a nosotros echa en vergüenza y en pobreza”. Esta es manera de hablar de los indios, y otras que aquí van, que no corren tanto con nuestro romance, demás de estos criados y vasallos que esto decían, una de sus mujeres muy principal, que tenía un hijo del mismo Acxotecatl, le indignaba mucho e inducía para que matase a aquel hijo Cristóbal, por que muerto aquél, heredase otro suyo que se dice Bernardino, y así fue que ahora este Bernardino posee el señorío del padre. Esta mujer se llamaba Xuchipapalotzin, que quiere decir flor de mariposa. Esta también decía a su marido: “tu hijo Cristóbal te echa en pobreza y en vergüenza”.

El muchacho no dejaba de amonestar a la madre y a los criados de casa que dejasen los ídolos y los pecados juntamente, quitándoselos y quebrantándoselos. En fin aquella mujer tanto indignó y atrajo a su marido, y él que de natural era muy cruel, que determinó de matar a su hijo mayor Cristóbal, y para esto envió a llamar a todos sus hijos diciendo que quería hacer una fiesta y holgarse con ellos; los cuales llegados a casa del padre, llevolos a unos aposentos dentro de casa, y tomó aquel a su hijo Cristóbal que tenía determinado matar, y mandó a los otros hermanos que se saliesen fuera; pero el mayor de los tres, que se dice Luis (del cual yo fui informado, porque éste vio cómo pasó todo el caso), éste como vio que le echaban de allí y que su hermano mayor lloraba mucho, subiose a una azotea, y desde allí por una ventana vio cómo el cruel padre tomó por los cabellos a aquel hijo Cristóbal, y le echó en el suelo dándole muy crueles coces, de los cuales fue maravilla no morir (porque el padre era un valentazo hombre, y es así porque yo que esto escribo le conocí), y cómo así lo no pudiese matar, tomo un palo grueso de encina y dio le con él muchos golpes por todo el cuerpo hasta quebrantarle y molerle los brazos y piernas, y las manos con que se defendía la cabeza, tanto, que casi de todo el cuerpo corría sangre; a todo esto el niño llamaba continuamente a Dios, diciendo en su lengua: “Señor Dios mío, haced merced de mí, y si Tú quieres que yo muera, muera yo; y si Tú quieres que viva, líbrame de este cruel de mi padre”. Ya el padre cansado, y según afirman, con todas las heridas el muchacho se levantaba y se dejaba salir por la puerta afuera, sino que aquella cruel mujer que se llamaba Flor de mariposa le detuvo la puerta, que ya el padre de cansado le dejaba ir.

En esta razón súpolo la madre Cristóbal, que estaba en otro aposento algo apartado, y vio desolada, las entrañas abiertas de madre, y no paró hasta entrar a donde su hijo estaba caído llamando a Dios; y queriéndole tanto para como madre apiadarle, el cruel de su marido o por mejor decir el enemigo estorbándola llorando y querellándose decía: ¿Por qué me matas a mi hijo? ¿Cómo has tenido manos para matar a tu propio hijo? Matáme a mi primero, y no viera yo tan cruelmente atormentado un solo hijo que parí. Déjame llevar a mi hijo, y si quieres mátame a mí, y deja a él que es niño e hijo tuyo y mío”. En esto aquel mal hombre tomó a su propia mujer por cabellos y acoceóla hasta se cansara, y llamó a quien se la quitara de allí, y vinieron ciertos indios y llevaron a la triste madre, ( más sentía los tormentos del amado hijo que los propios suyos viendo, pues, el cruel padre que el niño estaba con buen sentido aunque muy mal llagado y atormentado, mandóle echar en gran fuego de muy encendidas brasas de leña de cortezas de encina secas, que es la lumbre que los señores tienen en esta tierra,  es leña que dura mucho y hace muy recia brasa; en aquel fuego echó y le revolvió las espaldas y de pechos cruelísimamente, y el muchacho siempre llamando a Dios y a Santa María; y quité de allí casi por muerto, algunos dicen que entonces el padre entro por una espada, otros que por un puñal, y que a puñaladas le acabó de matar pero yo lo que con más verdad he averiguado, que el padre anduvo a buscar una espada que tenía de Castillé que no la halló; quitando el niño del fuego envolviéronle en mantas, y él con mucha paciencia encomendándose a Dios estuvo padeciendo toda una noche aquel dolor que el fuego y las heridas, le causaban con mucho sufrimiento, llamando siempre a Dios y a Santa María.

Por la mañana dijo el muchacho que le llamasen a su padre, el cual vino, y venido el niño le dijo: “Oh, padre! No pienses que estoy enojado, por que yo estoy muy alegre, y sábete que me has hecho más honra que no vale tu señorío”. Y dicho esto demandó de beber y diéronle un vaso de cacao, que es en esta tierra casi como en España el vino, no embeoda, sino sustancia y bebiéndolo luego murió.

Muerto el mozo mandó el padre que le enterrasen en un rincón de una cámara y puso mucho temor a todos los de su casa que a nadie dijesen la muerte del niño; en especial habló a los otros tres hijos que se criaban en el monasterio diciéndoles: “no digáis nada, porque si el capitán lo sabe, ahorcarme hará”: al marqués del Valle, en un principio todos los indios le llamaban el Capitán y teníanle muy gran temor.

No contento con esto aquel homicida malvado, más añadiendo maldad a maldad, tuvo temor, de aquella su mujer y madre del muerto niño que se llamaba Tlapaxilozin, de la cual nunca he podido averiguar si fue bautizada o no, porque ha ya cerca de doce años que aconteció hasta ahora que esto escribo, en el mes de marzo del año 39, por este temor que descubriría la muerte de su hijo, la mandó llevar a una su estancia o granjería, que se dice Quimichucan, no muy lejos de la venta de Tecoac, que está en el camino real que va de México al puerto de la Veracruz.

Y el hijo quedaba enterrado en un pueblo que se dice Atleueza, cuatro leguas de allí y acerca de dos leguas de Tlaxcala; aquí a este pueblo me vine a informar y vi adónde murió el niño y adónde le enterraron, y, en este mismo pueblo escribo ahora esto; llamase Atleueza, que quiere decir “adonde cae el agua”, porque aquí se despeña un río de unas peñas y cae de muy alto. A los que llevaron a la mujer mandó que la matasen muy secretamente; no he podido averiguar la muerte que le dieron.

La manera como que se descubrieron los homicidios de aquel Axutecatlh fue, que pasando un español por su tierra, hizo un maltratamiento a unos vasallos de aquel Axutecatlh y ellos viniéronsele a quejar, y él fue con ellos adonde quedaba el español, y llegando tratóle malamente; y cuando de sus manos se escapó dejándole cierto oro y ropas que traía pensó que Dios le había hecho mucha merced, y no deteniéndose mucho en el camino llegó a México y dio queja a la justicia del maltratamiento que aquel señor indio le había hecho, y de lo que le había tomado; y venido mandamiento, prendióle un alguacil español que aquí en Tlaxcala residía; y como el indio era de los más principales señores de esta provincia de Tlaxcala, después de los cuatro señores, fue menester que viniese un pesquisidor con poder del que gobernaba en México, a lo cual vino Martín de Calahorra, vecino de México y conquistador, persona de quien se pudiera bien fiar cualquiera cargo de justicia, y éste hechas sus pesquisas y vuelto a el español su oro y ropa, cuando el Axutecatlh pensó que estaba libre, comenzáronse a descubrir ciertos indicios de la muerte del hijo de la mujer, como parecerá por el proceso que el dicho Martín de Calahorra hizo en forma de derecho, aunque algunas cosas más claramente las manifiestan ahora que entonces, y otras se podrían entonces mejor averiguar, por ser los delitos más frescos, aunque yo he puesto harta diligencia por no ofender a la verdad en lo que dijere.

Sentenciado a muerte por estos dos delitos y por otro muchos que se le acumularon, el dicho Martín de Calahora, y junto a los españoles que pudo para con seguridad hacer justicia; porque tenía temor, que aquel Axutecatlh era valiente hombre y muy  emparentado, y aunque estaba sentenciado no parecía que tenia temor; y cuando le sacaron que le llevaban a ahorcar iba diciendo “¿ésta es Tlaxcala? ¿y cómo vosotros, tlaxcaltecas, consentís que yo muera, y no soís para quitarme de estos pocos españoles?”.

Dios sabe si los españoles llevaban temor; pero como la justicia venía de lo alto, no bastó su ánimo, ni los muchos parientes, ni la gran multitud del pueblo, sino que aquellos pocos españoles le llevaron hasta dejarle en la horca: luego que se supo adónde, el padre le había enterrado fue de esta casa un fraile que se llamaba fray Andrés de Córdoba, con muchos indios principales por el cuerpo de aquel niño, que ya habrá más de un año que estaba sepultado, y  mandarme a algunos de los que fueron con fray Andrés de Córdoba que el cuerpo estaba seco, más no corrompido.

Dos años después de la muerte del niño Cristóbal, vino aquí a Tlaxcala un fraile domingo llamado fray Bernardino de Minaya, con otro compañero, los cuales iban encaminados a provincia de Guaxacac; a la sazón era aquí en Tlaxcala guardia nuestro padre de gloriosa memoria fray Martín de Valencia, cual los padres dominicos rogaron que les diese algún muchacho de los enseñados, para que les ayudase en lo tocante a la doctrina cristiana. Preguntados a los muchachos si había alguno que por Dios quisiese ir a aquella obra, ofreciéronse dos muy bonitos hijos de personas muy principales; a el uno llamaban Antonio éste llevaba consigo un criado de su edad que le decían Juan, a otro llamaban Diego; y a el tiempo que se querían partir dijóles el padre fray Martín de Valencia: “hijos míos, mirad que habéis de ir fuera de vuestra tierra, y vais entre gente que no conoce  a Dios, y que creo que os veréis en muchos trabajos; yo siento vuestros trabajos como de mis propios hijos, y aún tengo temor que os maten por esos caminos; por eso antes que os determinéis, mirad lo bien”.

A esto ambos los niños conformes, guiados por el Espíritu Santo respondieron: “padre, para eso nos ha enseñado lo que toca a la verdadera fe; ¿pues cómo no había de haber entre tantos quien se ofreciese a tomar trabajo por servir a Dios? nosotros estamos aparejados para ir con los padres y para recibir de buena voluntad todo trabajo por Dios; y si Él fuere servido de nuestras vidas, ¿Por qué no las pondremos por Él?, ¿No mataron a San Pedro crucificándole y degollaron a San Pablo y San Bartolomé no fue desollado por Dios? ¿Pues por qué no moriremos nosotros por Él, si Él fuere de ello servido”. Entonces, dándole su bendición, se fueron con aquellos dos frailes y llegaron a Tepeaca, que es casi diez leguas de Tlaxcala.

Aquel tiempo en Tepeaca no había monasterio como le hay ahora, más que se visitaba aquella provincia desde Huexuzinco, que está otras diez leguas del mismo Tepeaca y iba muy de tarde en tarde, por lo cual aquel pueblo y toda aquella provincia estaba muy llena de ídolos, aunque no públicos. Luego aquel padre fray Bernardino Minaya envió a aquellos niños a que buscasen por todas las casas de los Indios los ídolos y se los trajesen, y en esto se ocuparon tres o cuatro días, en los cuales trajeron todos los que pudieron hallar, y después apartáronse más de una legua del pueblo a buscar si había más ídolos en otros pueblos que estaban allí cerca; a el uno llamaban Coahuvtinchan, y al otro, porque en la lengua española no tiene buen nombre, le llamaban el pueblo de Orduña, porque está encomendado a un Francisco de Orduña, de unas casas de este pueblo sacó aquel niño llamado Antonio unos ídolos, e iba con él otro su paje llamado Juan; ya en esto algunos señores y principales se habían concertado en matar a estos niños, según después pareció; la causa era porque les quebraban los ídolos y les quitaban sus dioses; vino aquel Antonio con los ídolos que traía recogidos del pueblo de Orduña, a buscar en el otro que se dice Coahuvtinchan si había algunos; y entrando en una casa, no estaba en ella más de un niño guardando la puerta, y quedó con él el otro su criadilla; y estando allí vinieron dos indios principales con unos leños de encina y llegando, sin decir palabra, descargaban sobre el muchacho llamado Juan, que había quedado a la puerta, y al ruido salió luego el otro Antonio, y como vio la crueldad que aquellos sayones ejecutaban en su criado, no huyó, antes con grande ánimo les dijo: “¿Porqué me matáis a mi compañero que no tiene él la culpa, sino yo, que soy el que os quito los ídolos, porque sé que son diablos y no dioses? y si por ellos los habéis, tomadlos allá, y dejad a ése que no os tiene culpa y diciendo esto, echó en el suelo unos ídolos que en la falda traía y acabadas de decir estas palabras ya los dos indios tenían muerto a el niño Juan y luego descargaban en el otro Antonio de manera que también allí le mataron.

Y  anocheciendo tomaron le cuerpos, que dicen los que los conocieron que eran de la edad de Cristóbal, y lleváronlos a el pueblo de Orduña, y echáronlos e una honda barranca, pensando que echados allí nunca de nada se pudiera saber de su maldad; pero como faltó el niño Antonio, luego pusieron mucha diligencia en buscarle, y el fray Bernardino Minaya encargólo mucho a un alguacil que residía allí en Tepeaca, que se decía Álvaro de Sandoval, el cual con los padres dominicos pusieron gran diligencia; porque cuando en Tlaxcala se los dieron habíanles encargado mucho a aquel Antonio, porque era nieto del mayor señor de Tlaxcala, que se llamó Xicohténcatl que fue principal señor que recibió a los españoles cuando entraron en esta tierra, y los favoreció y sustentó con su propia hacienda porque este Xicohtencatl y Maxixcazin mandaban toda la provincia de Tlaxcala, y este niño Antonio había de heredar a el abuelo, así ahora en su lugar lo posee otro su hermano menor que se llama don Luis Moscoso.

Parecieron los muchachos muertos, porque luego hallaron el rastro por donde habían ido y adonde habían desaparecido, y luego supieron quién los había muerto, y presos los matadores nunca confesaron por cuyo mandato los habían muerto; pero dijeron que ellos los habían muerto, y que bien conocían el mal que habían hecho y que merecían la muerte; y rogaron que los bautizasen antes que los matasen. Luego fueron por los cuerpos de los niños y traídos, los enterraron en una capilla adonde se decía la misa porque entonces no había iglesia. Sintieron mucho la muerte de estos niños aquello padres dominicos, y más por lo que había sentir el padre fray Martín de Valencia, que tanto se los habían encargado cuando se los dio, y parecióles que sería bien enviar a los homicidas y matadores, y diéronlos a unos indios para que los llevasen a Tlaxcala.

Como el señor de Coatinchan lo supo también los principales, temiendo que también a ellos les alcanzaría parte de la pena, dieron joyas y dádivas de oro a un español que estaba en Coatinchan, porque estorbase que los presos no fuesen a Tlaxcala, y aquel español comunicólo con otro que tenía cargo de Tlaxcala, y partió con él el interés, el cual salió a camino e impidieron la ida. Todas estas diligencias fueron en daño de los solicitadores, porque a los españoles aquel alguacil fue por ellos, y entregados a fray Bernardino Minaya, pusieron a  uno de cabeza en el cepo, y a el otro atado, los azotaron cruelmente y no gozaron del oro. A los matadores como se supo luego la cosa en México, envió la justicia por ellos y ahorcáronlos. Al señor de Coatinchan como no se enmendase, más añadiendo pecados a pecados, también murió ahorcado con otros principales. Cuando fray Martín de Valencia supo la muerte de los niños, que como a hijos había criado, y que habían ido con su licencia, sintió mucho dolor y llórabalos como a hijos, aunque por otra parte se consolaba en ver que había ya en esta tierra quien muriese confesando a Dios; pero cuando se acordaba de lo que le habían dicho al tiempo de su partida, que fue: “¿pues no mataron a San Pedro, ya San Pablo y desollaron a San Bartolomé, pues que nos maten a nosotros no nos hace dios muy grande merced?”, no podía dejar de derramar muchas lágrimas.
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