María, en la Iglesia

Por Juan Carlos Cruz Martín
En este mes de María que estamos celebrando, donde nuestra diócesis es especialmente bendecida con la “bajada de la Virgen”, les invito que reflexionemos un poco sobre el papel que tiene María en la Iglesia. 
La experiencia de la iglesia a través de los siglos, nos hace notar que ha estado acompañada por la María. Desde el evangelio, nos encontramos con testimonios de la acción de María (cfr. Jn 2, 1-12;). María es nuestra madre (cfr. Jn 18, 25), y como madre cuida de nosotros, nada hay que le ocultemos a la Madre, ella nos conoce, ella es maestra de humanidad, así que confiadamente recurramos a ella en nuestras necesidades, debilidades y fragilidades, que seguramente Ella intercede ante el Hijo por nosotros. 
El concilio Vaticano II nos da testimonio de María en la Iglesia. En la constitución dedicada a reflexionar sobre el papel de la Iglesia (Lumen Gentium), dedica el último capítulo a María. Quisiera detenerme, especialmente, en el tercer apartado de este capítulo. 

María en la obra de la redención 
Aunque el único mediador es Cristo, gracias a sus méritos reconcilia a la humanidad caída con el Padre, bien podemos contemplar la misión de maternal de María al lado de la Cristo, que no obscurece ni disminuye la del Hijo, ya que la misión de María brota, precisamente de los méritos de Cristo. 
Maternidad espiritual de María 
Ella es nuestra madre en orden de la gracia que se derrama en la presencia de Cristo: lo concibe por obra del Espíritu, lo engendra, lo alimenta, lo presenta al Padre en el Templo, sufre con el Hijo en la cruz, colabora en la obra de la redención, por su obediencia, por su fe, por su esperanza, por su inefable amor. 

María mediadora 
El evangelio nos muestra cómo ella intercede por nosotros (Jn 2). Aun después de la Asunción a los cielos, no abandona misión salvadora, sigue intercediendo por nosotros. María cuida de los hermanos de su Hijo, que aun peregrinan y viven entre peligros y angustias, hasta que lleguen a la patria feliz. 
Virtudes de María que debe imitar la Iglesia 
María es modelo de virtudes, Ella ya goza de la perfección, sin mancha ni arruga. Contemplamos en María su fe, esperanza y amor, buscaba y obedecía en todas las cosas la voluntad de Dios. Engendra al hijo, la iglesia, la contempla buscando que en los demás nazca y crezca también en el corazón de los creyentes. Ella animó a su hijo hasta la cruz, su amor nos motive en la misión apostólica de la Iglesia.