Animación Litúrgica

Joan M. Canals

Jesús un día propuso una parábola a sus oyentes: les dijo que el reino de Dios es semejante al grano de mostaza y a la levadura que toma una mujer y la mete en tres medidas de harina hasta que fermenta todo (Mateo 13, 33). El equipo de animación litúrgica es como el grano de mostaza y la levadura escondida que fermenta la masa. Su objetivo principal es conseguir que la comunidad católica viva intensamente el espíritu litúrgico. Los miembros del equipo litúrgico son levadura cuando dan testimonio de fe con su vida, cuando preparan y revisan a conciencia las celebraciones, cuando se capacitan doctrinal, pastoral y técnicamente y cuando animan las acciones litúrgicas con su presencia participativa. A estos grupos se les llamó “tanda”

¿Qué significa animar?
La palabra “animar” encierra varios significados: dar vida, comunicar aliento y entusiasmo, dar movimiento, calor, fiesta, infundir vigor a un ser viviente, etc. La animación litúrgica consiste en dar vida y expresión a las celebraciones, en hacer participar a todos los que forman la asamblea, en crear un ambiente de oración, silencio y respeto y conseguir que los fieles reunidos ofrezcan a Dios un culto en espíritu y en verdad (Jn 4, 23). 

Constitución del equipo de animación litúrgica
La animación de las celebraciones litúrgicas no puede recaer exclusivamente en el sacerdote, aunque sea el más responsable, ni en una persona sola, por muy capaz que ésta sea o se considere. Se exige un grupo de personas creyentes que voluntariamente presten un servicio en favor de la comunidad preparando, animando y revisando las celebraciones, en perfecta sintonía con el párroco rector de la iglesia.

Diversas situaciones  
La mayoría de los equipos se han ido organizando poco a poco a partir de unas pocas personas a las que se han agregado otras. Unos han progresado en número de miembros, en tareas encomendadas, en formación cristiana y litúrgica y en el cumplimiento de sus objetivos. Comenzaron y continúan activos e ilusionados. No faltan, por el contrario, grupos que comenzaron con ilusión y generosidad, y, sin embargo, en el correr de unos pocos años se ha reducido el número de miembros y en la actualidad subsisten sin interés ni eficacia.

El equipo una vez constituido y formado, debe ir madurando como grupo. Debe crecer en la fe y en la oración, en saber compartir un trabajo en común, vivir su tarea dentro del grupo con alegría y generosidad, y debe progresar en su formación teológica y litúrgica. Debe pasar de un grupo inconexo a un grupo con conciencia propia; de unas personas que leen las lecturas más o menos correctamente, a estar comprometidas a ejercer habitualmente unas funciones en las celebraciones; pasar de unas personas que entran en la sacristía antes de la celebración a preguntar si tienen que hacer algo, a ser un grupo que prepara la dinámica de la acción sagrada; pasar de unas personas-individuo, a ser un auténtico grupo que estudia, dialoga, prepara, anima y revisa las celebraciones de la comunidad. 

¿Qué personas forman el equipo de animación?
El equipo litúrgico de una comunidad está formado por las personas (laicos) que se responsabilizan de una forma u otra de los diversos ministerios o funciones que se realizan en las celebraciones y también de otras, que sin ejercer ninguna función en las celebraciones, están interesadas de formar parte de grupo. Los ministros instituidos son los que la Iglesia reconoce oficialmente como lectores y acólitos para ejercer el servicio de la Palabra, del altar y ser ministros extraordinarios de la comunión.

Formación
La formación litúrgica es siempre necesaria a todo cristiano, de un modo especial al grupo de animación para ejercer su misión con calidad, expresión e inteligencia. Se observa que allí donde los responsables de las comunidades cristianas han realizado una buena catequesis sobre temas fundamentales de liturgia, los fieles han progresado sensiblemente en la comprensión de los contenidos de la fe.