La fuerza del espíritu

P. Ranulfo Rojas Bretón

Seguramente que todos hemos pasado por esas etapas que se llaman “bajones” “apagones” o “etapas de depresión”, en las que no nos salen bien las cosas o incluso sentimos que hemos perdido el rumbo y entramos en fases de angustia o simplemente andamos desganados. A algunos, estos momentos les pega demasiado que los hunde, a otros, los momentos se agrandan y se convierten en situaciones permanentes. La respuesta de muchos es buscar soluciones médicas y comienzan a depender de pastillas, mientras que otros se dejan caer y no hacen nada para salir. 

Son situaciones que si bien se notan físicamente, en realidad, tienen su causa en el espíritu, y no me refiero a nada esotérico o de superstición o de los que muchos llaman metafísico. Me refiero al constitutivo de la persona. Los griegos afirmaban que el hombre es “un compuesto de alma y cuerpo”, el alma es de naturaleza espiritual y el cuerpo de naturaleza material; el cuerpo está sujeto a las leyes de la física y el alma es una sustancia que pervive. La tradición judía habla del hombre como “un espíritu encarnado”. Mientras que para los griegos las almas preexisten y llegan al cuerpo para purificarse, siendo el cuerpo como una cárcel; para la tradición judía, el espíritu es creado en el momento de la fecundación y por su naturaleza espiritual es inmortal. Todo esto hace que nos consideremos: por un lado mortales, y por otro, inmortales. El hombre tiene conciencia de que dentro de sí hay algo de naturaleza espiritual que lo hace tener mirada trascendente, sabe que después de esto hay algo más, que la vida no termina con el fenómeno llamado “muerte”, que la muerte es solo un evento de la vida y que después de aquí hay un “más allá”. Esta es una convicción no solo religiosa, también lo es filosófica e incluso las mismas ciencias experimentales de este ramo también lo vislumbran.

El espíritu es el motor que impulsa y mueve a la persona, es lo que lo hace ponerse de pie ante las adversidades y cuando parece que no hay camino es lo que hace estar en actitud de búsqueda. Yo creo que todos hemos tenidos diálogos internos con nosotros mismos, diálogos en los que parece que platicamos con alguien que estuviera dentro de nosotros y con quien mantenemos conversaciones de distintos tipos. Ésta es precisamente la capacidad de los seres espirituales que pueden trascender hacia fuera pero que también lo pueden hacer hacia adentro y quienes desarrollan más la capacidad de introspección pueden hacer un diálogo incluso “trinitario”, es decir, como si se tratara de tres personas. El espíritu está presente y es tan real que permite hacer grandes cosas y superar cosas inimaginables. ¿Cuántas veces hemos visto en películas los momentos en los que el protagonista hace un desdoblamiento interno y ahí en su intimidad genera una cascada de recuerdos y de conciencia que los hace dialogar consigo mismo y a partir de ese momento levantarse o sobreponerse y con “renovados ímpetus” salir victorioso aún en circunstancias que podrían parecer imposibles? 

La fuerza del espíritu es tan impresionante que quien la cultiva posee dentro de sí un arma poderosa que lo hace capaz de vencer aun cuando pareciera que la derrota es inminente. Un espíritu fuerte es la condición para el logro de objetivos altos, de hecho, los llamados “triunfadores” poseen una característica común: una fuerza espiritual a toda prueba que nunca los abandona y que aparece con mayor fuerza cuando más lo necesita. Ante todo esto valdría la pena preguntarse ¿Qué tan fuerte es mi espíritu y cómo reacciono ante la adversidad?