OBJETIVO DE LA ASAMBLEA PRESBITERAL

El Obispo de Tlaxcala con su Presbiterio y sus diáconos, 22 al 26 de enero de 2018
El proyecto para la evaluación y planeación del plan diocesano de pastoral, se propone en continuidad del camino evangelizador de diócesis, y con la intención de impregnar de modo más evidente las estructuras de la Iglesia como testimonio alegre de la misericordia y en espíritu de auténtica de sinodalidad, con la intercesión y el ejemplo de los Santos Niños Mártires de Tlaxcala.
Este proceso inicia hoy en esta Asamblea Presbiteral que Dios mediante concluirá el próximo 26 de enero con el siguiente Objetivo: “Reavivar la fraternidad y el entusiasmo misionero de los ministros ordenados, en un ambiente de oración, discernimiento y sinodalidad, para establecer las bases que permitan elaborar el Proyecto Diocesano de Pastoral”.
Durante los trabajos que realizaremos, queremos “Reavivar la fraternidad” y especialmente la fraternidad Sacerdotal, por tal motivo tengamos en cuenta que por fraternidad entendemos: unión y correspondencia entre los hermanos o entre los que se tratan como tales. Se trata de unidad y correspondencia generada sacramentalmente al recibir el orden del presbiterado. Por el sacramento del orden no sólo quedamos unidos todos entre sí por íntima fraternidad sacramental, sino que, al mismo tiempo quedamos especialmente son vinculados en la diócesis, a cuyo servicio nos consagran bajo el propio Obispo, formando un solo presbiterio.
Mantengamos siempre activo el signo de unidad en la caridad apostólica, ministerio y fraternidad que expresa visiblemente en rito de la ordenación cuando son invitados a imponer las manos junto con el Obispo ordenante, sobre el nuevo elegido y consideremos también el signo que vivimos con mayor frecuencia cuando con corazón unánime concelebramos la sagrada Eucaristía.
La unidad en la fraternidad presbiteral, es al mismo tiempo una exigencia de vida en la comunión,la cual no se deteriora aun cuando tengamos que vivir entregados a diversos menesteres, siempre  ejercemos un solo ministerio sacerdotal en favor de los hombres. Todos conspiramos a un mismo fin: la edificación del cuerpo de Cristo, el cual requiere siempre múltiples organismos y nuevas acomodaciones
La unidad y fraternidad presbiteral se fortalece en el vínculo de la caridad, con la oración y con todos los modos de cooperación como testimonio de la unidad con que Cristo quiso fueran los suyos consumados en uno (cfr. Jn. 17,23). Ante tal exigencia de fraternidad, es necesario que en nuestro proceso pastoral promovamos la ayuda mutua tanto en la vida espiritual e intelectual como en todas las demás dimensiones de la vida y ministerio pastoral. Tengamos la mejor intención, buena gana y alegría en todo tipo de reunión, incluso en las destinadas a la recreación del ánimo como lo describe el evangelio de Marcos. 6,31 “Vengan aparte, a un lugar solitario y
descansen un poco”.
Otro aspecto que queremos reavivar en cada uno de nosotros, los presbíteros, es el entusiasmo y dinamismo misionero propio de los discípulos del Señor. Por entusiasmo entendemos: una inspiración fogosa y arrebatada del escritor o artista; una exaltación y fogosidad de ánimo, excitado por algo que le causa admiración y lo cautiva; o una acción fervorosa que mueve a favorecer una causa o empeño. El carácter Misionero es un distintivo propio de la Iglesia peregrina; ella, por naturaleza es misionera, pues toma su origen del mismo Hijo y de la Misión del Espíritu Santo, según el propósito de Dios Padre. La misión nace de la caridad del Padre (cfr. RM 5), y se actualiza en cada momento de la historia (cfr. LG 13, AG 5 RM 20 – 30). La Iglesia además de comunión es también misión.

La misión es proyección de la comunión.
Entre las actividades a través de las cuales realizamos la Misión tenemos: el anuncio, que incluye:el Kerigma, la doxología y la confesión de fe, unido al compromiso transformador y al testimonio martirial de cada uno de nosotros. Se trata de un anuncio destinado a todos los hombres y a todo hombre; hasta que Jesucristo sea todo en todos. Reavivar el fervor y dedicación en la misión pastoral es fundamental para el futuro de la evangelización de la humanidad y especialmente en nuestro contexto de la Nueva Evangelización, propuesta como tarea esencial e improrrogable de la Iglesia de hoy como los pone el magisterio Papa Francisco en EG, Aparecida a través de la ya muy repetida expresión de una Iglesia en salida, con ministros ordenados para la misión San Pedro en su primera cata 5:2-4 nos hace una excelente recomendación: “Pastoread el rebaño de Dios entre vosotros, velando por él, no por obligación, sino voluntariamente, como quiere Dios; no por la avaricia del dinero, sino con sincero deseo; tampoco como teniendo señorío sobre los que nos han sido confiados, sino demostrando ser ejemplos del rebaño.  Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, recibiréis la corona de la gloria que no se marchita”.
San Pablo en 1Corintios 9,16 nos dice: “Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria; es más bien un deber que me incumbe. Y ¡hay de mí si no predicara el Evangelio!”
Durante nuestra Asamblea Presbiteral queremos lograr una fuerte experiencia de oración. Por eso se nos invita a no pasar por inadvertida la motivación de San Pablo a Timoteo: “Ante todo que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias por todos los hombres… porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús hombre también… quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar elevando hacia el cielo unas manos piadosas, sin ira ni discusiones”. 1 Timoteo 2,1.5.8
Nuestra Asamblea quiere motivarnos y conducirnos en un sano y evangélico Discernimiento; teniendo en cuenta que por discernimiento entendemos un procedimiento cristiano mediante el cual cada creyente puede, debe descubrir y elegir lo que Dios quiere de él en cada situación concreta de su vida. Hoy hablamos de discernimiento comunitario, en cuyo caso el sujeto que efectúa el discernimiento no es un sujeto individual, sino la comunidad. En el N.T. San Pablo habla de discernimiento (Rm. 12,2; 14,8 2Cor. 5,9 Ef. 5,10 Filp. 4,18 Col. 3,20 Tit. 2,9) se trata del descubrimiento personal que debe hacer el propio creyente.
Tengamos en cuenta que para realizar un verdadero discernimiento es absolutamente indispensable despojarse de lo propio, para capacitarse con algo que solamente Dios puede dar. Rom. 12,12. Como creyentes debemos dejarnos transformar por la nueva mentalidad, para ser capaces de descubrir en nuestra vida y circunstancias, lo que es la voluntad de Dios. ¡Que así sea!

P. Sergio Pérez