Aroma de mujer

Pbro. Ranulfo Rojas Bretón

Apenas celebrado el “Día de la Familia” aquí en México, como una oportunidad de reconocer a la familia como “primera célula de la sociedad” y de la cual se construye todo ese famoso “tejido social” que hoy reconocemos roto o fracturado y por tanto, necesitado de reforzarlo, reconstruirlo, volverlo a anudar, casi de inmediato celebraremos el “Día Internacional de la Mujer”, otro tema de vital importancia para nuestra cultura y sociedad.

Tanto la familia como la mujer son de los grandes temas a trabajar en todos los ámbitos de la sociedad. La familia hoy se ve muy vulnerada. Sin duda es la primera célula, es la primera escuela de la vida, es la transmisora de valores y de cultura, y, por supuesto también la trasmisora de la fe. Es en la familia donde se aprende a caminar, a hablar, a comportarse y por ello, se debieran destinar los mejores esfuerzos de cada uno para fortalecerla. Lamentablemente la familia se ve dañada por la infidelidad, las separaciones y toda la problemática que viven hoy las familias. Ni se diga por la promoción de diversas “tipologías” de familia, que tienen como base la llamada “ideología de género”.

Todo esto, hace que la “construcción de la familia” sea hoy una gran tarea y con razón muchos se sienten incapaces de vivir en familia, el Papa Francisco dice que se trata de algo “artesanal” y con ello explica que no hay recetas ni fórmulas, la vida de familia depende de la creatividad y genio de quienes viven en familia y cada familia es única. Además lo sabemos muy bien: “no hay familia perfecta”.

Y respecto a la mujer, ni se diga de los grandes pendientes que tenemos. Dos números del Documento de Aparecida que dirige las acciones pastorales de la Iglesia en Latinoamérica muestran la preocupación de los pastores de la Iglesia sobre la mujer:

453. Lamentamos que innumerables mujeres de toda condición no sean valoradas en su dignidad, queden con frecuencia solas y abandonadas, no se les reconozca suficientemente su abnegado sacrificio e incluso heroica generosidad en el cuidado y educación de los hijos, ni en la transmisión de la fe en la familia. Tampoco se valora ni promueve adecuadamente su indispensable y peculiar participación en la construcción de una vida social más humana y en la edificación de la Iglesia. A la vez, su urgente dignificación y participación pretende ser distorsionada por corrientes ideológicas, marcadas por la impronta cultural de las sociedades del consumo y el espectáculo, que son capaces de someter a las mujeres a nuevas esclavitudes. Es necesario en América Latina y El Caribe superar una mentalidad machista que ignora la novedad del cristianismo, donde se reconoce y proclama la “igual dignidad y responsabilidad de la mujer respecto al hombre”.

454. En esta hora de América Latina y El Caribe, urge escuchar el clamor, tantas veces silenciado, de mujeres que son sometidas a muchas formas de exclusión y de violencia en todas sus formas y en todas las etapas de sus vidas. Entre ellas, las mujeres pobres, indígenas y afro americanas han sufrido una doble marginación. Urge que todas las mujeres puedan participar plenamente en la vida eclesial, familiar, cultural, social y económica, creando espacios y estructuras que favorezcan una mayor inclusión.

Sin duda, celebrar el “Día Internacional de la Mujer”, se convierte en “un dedo en la llaga” que nos recuerda que el camino sigue siendo largo y que no debemos detenernos.