Gaudete et exultate

Pbro. Ranulfo Rojas Bretón

Se ha presentado la exhortación apostólica del papa Francisco sobre la santidad. Una exhortación que tratándose del papa Francisco era muy esperada desde su anuncio ¿Qué diría sobre la santidad? ¿De qué manera presentaría “la santidad” en el contexto del mundo actual? Ya el capítulo V del Concilio Vaticano II fue dedicado al llamado universal a la santidad, es decir, ya desde la década de los 60s se profundizó en la convicción de que “todos estamos llamados a la santidad” e incluso en ese capítulo se incluyó a la vida consagrada, algo que tal vez se esperaba se incluyera en el capítulo II sobre “el Pueblo de Dios”.

He comenzado a leerla y de inicio me encantó. Debo decir que no está apartada del magisterio de Francisco, ni del modo de expresarla. Cuando se anunció el documento, me asaltaron dudas de cómo el papa con el modo dicharachero e incluso demasiado práctico tocaría un tema que de por sí en la Iglesia ha sido tocado con distancia porque hoy la gente se cuestiona poco la santidad o aún quedan los resabios del pasado en que cuando se hablaba del santo se pensaba en gente extraordinaria, haciendo cosas extraordinarias. Quienes leímos la vida de los santos de Butler, o el Flos sanctorum, o incluso las historietas animadas de las vidas ejemplares, conocimos a los santos en su faceta cubierta de un halo de misterio, y de cosas sobrenaturales.

Lo mismo nos pasa a quienes vemos en los templos barrocos las hermosas esculturas y pinturas de los santos, en los que su sola presencia, su mirada, sus poses, son signo de que se trata de algo extraordinario.

Muchas veces he afirmado que una de las cosas que son de alabar en ahora San Juan Pablo II, es el haber acercado la santidad a nosotros. Al canonizar a gente cercana, conocida por nosotros, tratada por nosotros –de las grandes experiencias de mi vida es haber podido saludar en tres ocasiones de manera personal e incluso platicar con Juan Pablo II, aún tengo frescas sus bendiciones y conservo el rosario que me regaló- nos dejó claro que ser santo es una posibilidad al alcance de la mano.

Recuerdo una conferencia sobre los santos cristeros de un sacerdote de Guadalajara que les decía a sus hermanos presbíteros: “estos santos son de nuestro presbiterio, llevaron nuestros apellidos, son familiares nuestros y algunos aún los conocimos”.

Esta exhortación del Papa Francisco hay que leerla. Me encantó leer apenas en el número 1: “Él nos quiere santos y no espera que nos conformemos con una existencia mediocre, aguada, licuada”. Y es que el papa Francisco continuamente nos está cuestionando sobre una vida marcada por la tristeza, la cara de vinagre, la vida como de cuaresma, o la manera de ser como de pieza de museo. La enseñanza del Papa apunta a la alegría y no porque no haya razones para la tristeza, pero enseña que debemos aprender “a sembrar aun entre lágrimas”, “El católico no tiene ninguna razón para estar triste toda la vida”.

Hoy Francisco nos dice: “mi humilde objetivo es hacer resonar una vez más el llamado a la santidad, procurando encarnarlo en el contexto actual, con sus riesgos, desafíos y oportunidades”.

Valdrá la pena comentar alguna de las partes de esta sensacional exhortación.