Mensaje de Mons. Julio César Salcedo Aquino m.j, para los servidores públicos, con motivo de la Bajada de la Virgen de Ocotlán

Lectura del Evangelio según San Lucas (Lc 7, 1-10)

En aquel tiempo, cuando hubo acabado de dirigir  todas estas palabras al pueblo. Entró en Cafarnaúm. Se encontraba mal y a punto de morir un siervo de un centurión, muy querido de éste. Habiendo oído hablar de Jesús, le envío unos ancianos de los judíos, para rogarle que fuera a sanar a su siervo.

Estos, llegando donde Jesús, le suplicaban insistentemente diciendo: Merece que se lo concedas, porque ama a nuestro pueblo, y él mismo nos ha edificado la sinagoga.

Iba Jesús con ellos y, estando no lejos de la casa, envió el centurión a unos amigos a decirle: “Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo, por eso ni siquiera me consideré digno de salir a tu encuentro. Pronuncia una palabra, y mi criado quedará sano. Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: vete, y va; y a otro: “ven”, y viene; y a mi siervo: “Haz esto”, y lo hace.

Al oir esto Jesús, quedó admirado de él, y volviéndose dijo a la gente que le seguía: “Una fe semejante  no la he encontrado ni en Israel”. Cuando los enviados volvieron a la casa, hallaron al siervo sano.

Comentando el pasaje del Evangelio de Lucas, donde se narra la curación, por obra de Jesús, del siervo del centurión en Cafarnaúm, el Papa subrayó “dos actitudes del gobernante”:

  • Debe “amar a su pueblo. Los ancianos judíos dicen a Jesús: merece lo que pide porque ama a nuestro pueblo. Un gobernante que no ama no puede gobernar. Puede poner un poco de orden, pero no gobernar”.

  • El gobernante debe ser también humilde como el centurión del Evangelio, que habría podido aprovecharse de su poder si hubiera pedido a Jesús que fuera a su casa, pero “era un hombre humilde y dijo al Señor: “no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo”. Y dijo con humildad: “di una palabra y mi siervo quedará sano”.

Estas son las virtudes de un gobernante: amor al pueblo y humildad.

Así que “cada hombre y cada mujer que asume responsabilidades de gobierno debe hacerse estas dos preguntas: “¿Yo amo a mi pueblo para servirle mejor? ¿Y soy humilde para oir las opiniones de los demás a fin de elegir el mejor camino?”. Si ellos – subrayó el Papa- “no se hacen estas preguntas, su gobierno no será bueno”.

“La política, dice la doctrina social de la Iglesia, es una de las formas más altas de la caridad, porque es servir al bien común”, Debemos participar en le bien común.

¿Qué es entonces “lo mejor que podemos ofrecer” a los gobernantes?

Rezar por ellos, para que puedan gobernar bien, para que amen a su pueblo, para que sean humildes. Un cristiano que no reza por los gobernantes no es un buen cristiano. Hay que orar. Y esto –precisó- no lo digo yo, lo dice san Pablo. Que los gobernantes sean humildes y amen a su pueblo.

“Roguemos por los gobernantes –concluyó el Papa Francisco-, par que nos gobiernen bien.  Para que lleven a nuestra patria, a nuestra nación, adelante, y también al mundo; y que exista la paz y el bien común. Que esta palabra de Dios nos ayude a participar mejor en la vida común de nuestro pueblo: los que gobiernan, con el servicio de la humildad y con el amor; los gobernados, con la participación y sobre todo con la oración”.