¿QUÉ ES LA CONCIENCIA?

Pbro. Lic. Martín Zamora Vázquez
El ser humano posee una grande riqueza que no se reduce solo en lo que ve en un espejo, sino también con aquello que no se ve a simple vista, pero que gracias a ello es la base y grandeza de que pueda realizar muchas cosas cada día.

Una de las cualidades que nos hace grandes y que nos asemeja con Dios es la facultad de la inteligencia. Gracias a ella podemos conocer, aprender, reflexionar y memorizar tantísimos conocimientos como imágenes a través de nuestra vida. Además, otra de las facetas para la cual sirve nuestra inteligencia, es la de valorar y expresar algún juicio sobre el comportamiento humano, ya sea a nivel personal o de los demás. A esto le llamamos conciencia.

La conciencia tiene dos vertientes. Una es la psicológica que es la que me ayuda a darme cuenta de lo que soy, pienso y hago. Es como una especie de espejo. Ella no juzga, sólo ve y contempla lo que hacemos. Es la que hace posible que, de todo lo que realizo, en un momento determinado, tome “conciencia” de lo que estoy haciendo y por qué lo hago.

Existe otro tipo de conciencia que le llamamos moral. En el Catecismo de la Iglesia Católica se explica este tipo de conciencia: “Presente en el corazón de la persona, la conciencia moral (cf. Rm 2,14-16) le ordena, en el momento oportuno, practicar el bien y evitar el mal. Juzga también las opciones concretas aprobando las que son buenas y denunciando las que son malas (cf. Rm 1,32)”. (n. 1777).

El mismo Catecismo define la conciencia moral señalando que es un juicio de la razón por el que la persona humana reconoce la cualidad moral de un acto concreto que piensa hacer, está haciendo o ha hecho (n. 1778). Por lo tanto, en la práctica, los dos tipos de conciencias son fundamentales para llevar una vida digna y vivirla de acuerdo a lo que somos.

Se dice que gran parte de nuestra vida la vivimos de una manera inconsciente, no poniendo atención a lo que somos y a lo que hacemos. Por lo tanto, esto genera en los seres humanos un sin número de conflictos personales, así como con la gente con la cual nos relacionamos. Hemos venido creando una serie de creencias y conductas que hacen que no vivamos en libertad y por consecuencia que no seamos capaces de responsabilizarnos.

Siendo que el objetivo primordial de nuestra inteligencia es buscar y vivir en la verdad; sin embargo, en la práctica cuántos seres humanos vivimos en el error, comenzando con nuestra manera de ser, y al igual en nuestra forma de actuar. Por esta razón, surge la importancia y gran necesidad que desde pequeños se nos enseñe a formar nuestra conciencia para que así actuemos de forma recta y veraz.

Para la formación de nuestra conciencia, por lo primero que hay que comenzar es purificar nuestra manera de pensar. Por ejemplo, el buscar quitarnos esa mentalidad de decir “no puedo” porque es más fácil y cómodo dejarnos llevar por nuestro carácter o costumbres convenencieras. De no ser capaces de reconocer y aceptar nuestras responsabilidades. El de no dejarme llevar por lo que piensen o digan los demás.

Nuestra inteligencia y por consecuencia nuestra conciencia hay que cultivarlas con atributos y cualidades que nos ayuden a demostrar nuestra grandeza como personas. Porque todo lo que somos y hacemos depende de nosotros. Cada uno anda cargando su propio cerebro y por lo tanto su propia inteligencia. Cada uno es el que piensa y decide lo que va a ser cada día. Y el hecho de que haya personas o acontecimientos que influyan en cada uno para determinar nuestra conducta, no significa que me comporte de acuerdo a lo que ellos digan; ya que siempre yo tendré la última palabra para aceptar o rechazar tal comportamiento.

Debemos estar conscientes de lo que somos, pero también de lo que hacemos cada día. La conciencia ocupa un lugar primordial en nuestras vidas. Nos lleva a conocer y juzgar. Ahora solo haz un buen uso de esa hermosa herramienta que Dios te ha dado, para que en el momento que emitas un juicio sea positivo y constructivo. Porque si Dios nos dio una vida y nos puso en este mundo, es para hacer de ella junto con lo que le rodea algo mucho mejor. Estamos para construir y no para destruir.

Hago más caso del testimonio de mi conciencia que de todos los juicios que los hombres hagan por mí. (Cicerón.)