LOS NIÑOS MÁRTIRES “PARTEAGUAS” EN LA ACCIÓN PASTORAL DE LA DIÓCESIS DE TLAXCALA

P. Ranulfo Rojas Bretón

La llegada del cuarto obispo de Tlaxcala Mons. Julio César Salcedo Aquino, de raíces tlaxcaltecas, unido al anuncio de la canonización de los Niños Mártires de Tlaxcala fue un momento providencial en el camino pastoral de nuestra Iglesia Diocesana..

A su llegada, el obispo dijo que la canonización de los Niños Mártires sería un parteaguas para Tlaxcala en su acción pastoral. Buscando en el diccionario la palabra “parteaguas” encontré que parteaguas era una persona, momento, acontecimiento que marcaba una separación entre un antes y un después. Es decir, después de ese momento, o evento, ya no se puede pensar como se pensaba, sentir como se sentía ni actuar como se actuaba. Las cosas tendrían que cambiar totalmente.

Si la canonización para Tlaxcala es un parteaguas, los modos de pensar la pastoral, sentir la pastoral y hacer la pastoral deben ser totalmente diferente a como se venía pensando.

Providencialmente estamos en la etapa final de un proceso pastoral 2009 – 2019. El hecho por sí mismo propone la necesidad de repensar el camino pastoral de nuestra Diócesis. “A vino nuevo odres nuevos” dice Jesús y en la pastoral diocesana se convierte en una verdad demasiado obvia. El Papa Juan Pablo II –hoy santo- en su visita a Haití en 1980 habló por primera vez de la necesidad de una Nueva Evangelización y la justificó explicando que las realidades modernas presentan interrogantes nuevos a los que la Iglesia tiene que responder. Lo mismo nos pasa a nosotros, aunque a veces se cae en la tentación del anacronismo, es decir, pensar en que los tiempos pasados fueron mejores, sin embargo hay que reconocer que el tiempo nuevo presenta interrogantes nuevos y exige respuestas nuevas. Tlaxcala no es el mismo de hace 59 años, ni siquiera el mismo del tiempo de Don Jacinto, o de don Francisco Moreno, el Tlaxcala del 2018, casi del 2019 ad intra y ad extra es totalmente diferente a otras épocas y a otros lugares. Los aportes entregados por las parroquias, los decanatos, la vida consagrada, movimientos y grupos laicales, fruto del FODA realizado nos presentan un acercamiento a la realidad respecto a las personas, los servicios pastorales, la infraestructura, los servicios administrativos en lo interno de nuestra Iglesia y su acción pastoral. También nos ha ofrecido elementos de reflexión respecto a la realidad externa tanto en lo social, como en lo cultural, educativo, económico, político y ecológico. No se trata de un análisis técnico ni especializado, es simplemente el reconocimiento de una Iglesia que hace pastoral y que contempla sus fuerzas y debilidades en lo íntimo de su ser, así como las oportunidades y amenazas que descubre en su entorno. Son los ojos de los pastores, religiosos y laicos, gente que pertenece a Movimientos, Grupos, Asociaciones laicales que se contemplan no con autorreferencialidad sino con ojos críticos y que ven los reclamos de una realidad presente a sus ojos. Es una mirada de ternura y de misericordia porque quiere ser una Iglesia fiel a su llamado evangelizador

¿Cómo los Niños Mártires son parteaguas en la vida pastoral de la Diócesis? Leyendo de manera pausada y reflexiva la realidad presentada, sin ánimo de forzar textos ni realidades además de tener frente a sí lo que ya sabemos de la historia de los niños Cristóbal, Antonio y Juan, se antoja la necesidad de hacer un discernimiento, o sea, de tratar de responder a la pregunta: ¿Qué quiere Dios que hagamos? ¿Cómo quiere Dios que continuemos en el camino pastoral de nuestra Diócesis durante los próximos años? ¿Los Santos Niños Mártires cómo puede iluminar nuestro quehacer pastoral de ahora en adelante?

Cada uno de nosotros agentes de pastoral: obispo, sacerdotes, religiosas, seminaristas y agentes de pastoral laicos, movimientos, grupos y asociaciones debemos hacer un alto y reflexionar acerca de nuestra importancia en la vida y acción pastoral de nuestra Diócesis. Tarea clave porque de nada sirve que la alegría de una canonización quede solo en el aspecto festivo, que es precisamente lo que deseábamos que no sucediera.

Lo que queremos es que sea un acontecimiento del Espíritu que nos haga retomar la conciencia evangelizadora que como Diócesis tenemos. Que no sigamos con el orgullo de ser “cuna de la evangelización” es decir, que no nos quedemos con la “gloria del pasado” y nos regodeemos con nuestra historia gloriosa, de colonizar gran parte de lo que hoy es la república mexicana.

“Tu pasado con gestas prodigiosas que ilumina imponente tu destino”, como cantamos en el himno a Tlaxcala nos hace revivir la historia, pero, ¿y el futuro? Sabemos que fuimos la primera Diócesis de lo que es hoy México, que tenemos la primera pila bautismal y el primer púlpito de la Nueva España desde donde se anunció en estas tierras el Evangelio. Todo eso es glorioso y los Niños Mártires frutos de esa primera evangelización, deben convertirse en iluminadores del presente y el futuro y no solo glorias de pasado.

Las fuerzas y debilidades, las oportunidades y amenazas leídas a la luz del cristal llamado: “Niños Mártires” se convierten en puntos clave de Discernimiento Pastoral. Ciertamente muchas debilidades nos proponen la necesidad de una conversión personal y pastoral. Las faltas de compromiso, el clericalismo, las faltas comunión, las trabas que ponemos a la formación, etc., requieren del ardor que impulsaba a predicar a Cristóbal  y el deseo de evangelizar aun con la posibilidad de ofrendar la vida tal como lo dijeron Antonio y Juan a su maestro Fray Martín de Valencia.

Las amenazas que descubrimos en nuestro entorno: pobreza, migración, trata de personas, deterioro del medio ambiente y de las familias, desempleo, ideología de género, huachicol, drogadicción, corrupción, inseguridad, linchamientos, etc., y que nos hacen ver impotentes y miedosos ante estos retos, requieren de la capacidad de vencer los miedos que tenían los mártires. El Papa Francisco lo ha expresado con claridad: “¿creen que era más fácil evangelizar en la Roma del Imperio o en el de las persecuciones?” Hoy nos podemos preguntar: ¿Creemos que era más fácil evangelizar en 1527 y 1529, fechas del martirio de  Cristóbal, Antonio y Juan que en nuestros días? Es probable que sus dificultades se parezcan a las que padecemos en nuestro tiempo, pero hoy tenemos más medios. Me hace recordar las palabras de Don Luis Munive en su campaña para el embellecimiento del pocito de Ocotlán y su calzada: “nuestros antepasados menos en número y menos posibilidades, nos dejaron la hermosa Basílica de Ocotlán, hoy nosotros mayores en número y con mayores capacidades debemos dejar algo a nuestros sucesores”

El Papa Francisco dijo a nuestro obispo Julio César –según nos confío nuestro obispo- que los Niños Mártires fueron “Audaces, Valientes y Generosos”. Para la fiesta del primer aniversario, Mons. Julio César incluyó otro  adjetivo y llamó a los Niños Mártires “Creativos”.

A un año de dicho acontecimiento es importante hacer una primera evaluación cercana. Hace un año decíamos: la canonización será ocasión para un día de fiesta, de música, cuetes, flores, de todos esos elementos con los que tradicionalmente manifestamos nuestra alegría. Será una oportunidad para fortalecernos en la fe. También dijimos que la canonización de los Niños se convertiría en un parteaguas en nuestra acción pastoral. No puede haber canonización y luego seguir todo como si nada hubiese pasado. Con todo esto, a un año de dicho acontecimiento es necesario preguntarnos ¿Qué ha pasado en nuestra vida pastoral?, ¿Cómo ha influido la canonización de los Niños Mártires en la vida de la Iglesia de Tlaxcala?, ¿Qué tanto han influido en los procesos de evangelización que llevamos en nuestra Diócesis? Y sobre todo ¿Están siendo modelos de Audacia, Valentía, Generosidad y Creatividad?

Por eso a un año de su Canonización y en la etapa que llevamos hacia nuestro nuevo Plan Diocesano, es necesario retomar principios iluminadores y lo que el Papa Francisco dijo de ellos es clave:

VALIENTES. Hoy es necesario vencer miedos que nos detienen, que nos hacen paralizarnos y no intentar cosas nuevas. El Papa Francisco nos dijo en Morelia: “¿Cuál puede ser una de las tentaciones que nos pueden asediar? ¿Cuál puede ser una de las tentaciones que brota no sólo de contemplar la realidad sino de caminarla? ¿Qué tentación nos puede venir de ambientes muchas veces dominados por la violencia, la corrupción, el tráfico de drogas, el desprecio por la dignidad de la persona, la indiferencia ante el sufrimiento y la precariedad? ¿Qué tentación podemos tener nosotros una y otra vez, nosotros llamados a la vida consagrada, al presbiterado, al episcopado, que tentación podemos tener frente a todo esto, frente a esta realidad que parece haberse convertido en un sistema inamovible?

Creo que la podríamos resumir con una sola palabra: resignación. Y frente a esta realidad nos puede ganar una de las armas preferidas del demonio, la resignación. ¿Y qué le vas a hacer?, la vida es así. Una resignación que nos paraliza y nos impide no sólo caminar, sino también hacer camino; una resignación que no sólo nos atemoriza, sino que nos atrinchera en nuestras «sacristías» y aparentes seguridades; una resignación que no sólo nos impide anunciar, sino que nos impide alabar. Nos quita la alegría, el gozo de la alabanza. Una resignación que no sólo nos impide proyectar, sino que nos frena para arriesgar y transformar”.

Vale la pena preguntarnos: ¿A qué le tenemos miedo en nuestra pastoral, a tener nuevas relaciones en nuestro trato? ¿A cambiar estructuras caducas? ¿A vivir una pastoral decididamente misionera? ¿A hacer de nuestras parroquias hospitales de campaña?

AUDACES. Audacia es el deseo de ir hacia adelante, de primerear como lo dice el Papa Francisco, como nos lo dijo en Ecatepec: “Quiero invitarlos hoy a estar en primera línea, a primerear en todas las iniciativas que ayuden a hacer de esta bendita tierra mexicana una tierra de oportunidad. Donde no haya necesidad de emigrar para soñar; donde no haya necesidad de ser explotado para trabajar; donde no haya necesidad de hacer de la desesperación y la pobreza de muchos el oportunismo de unos pocos.

Una tierra que no tenga que llorar a hombres y mujeres, a jóvenes y niños que terminan destruidos en las manos de los traficantes de la muerte”.

¿Cómo podemos tener una pastoral de “primera línea”? ¿Qué necesitamos para tener agentes de pastoral de “primera línea? ¿Cuáles son las primeras líneas de la parroquia?

GENEROSOS. Generosidad. Es la capacidad de dar, de estar ahí, cerca,  del “olor a oveja”, de la solidaridad que pedía a los jóvenes en Morelia: “Yo creo en Jesucristo y por eso les digo esto: Él es quien renueva continuamente en mí la esperanza, Es Él quien renueva continuamente mi mirada. Es Él quien despierta en mí, o sea en cada uno de nosotros, el encanto de disfrutar, el encanto de soñar, el encanto de trabajar juntos. Es Él quien continuamente me invita a convertir el corazón”.

“Jesucristo el único, Jesucristo que a veces te manda un hermano para que te hable y te ayude, no escondas tu mano cuando estás caído. No le digas ‘no me mires que estoy embarrado o embarrada, no me mires ya no tengo remedio’. Solamente déjate agarrar la mano y agárrate a esa mano y la riqueza que tienes adentro sucia, embarrada, dada por perdida va a empezar a través de la esperanza a dar su fruto pero siempre de la mano de Jesucristo, ese es el camino. No se olviden en el arte de ascender el triunfo no está en no caer sino en no permanecer caídos.

No se permitan permanecer caídos, nunca, ¿de acuerdo? Y si ven un amigo o una amiga que se pegó un resbalón en la vida y se cayó, anda y ofrécele la mano pero ofrécela con dignidad, ponte al lado de él, de ella, escúchalo, no le digas te traigo la receta, como amigo, despacito, dale fuerzas con tu palabra, dale fuerzas con la escucha, esa medicina que se va olvidando. La “escuchoterapia”, déjalo hablar, déjalo que te cuente y entonces poquito a poco te va extendiendo la mano y tú lo vas a ayudar en nombre de Jesucristo. Pero si vas de golpe y le empiezas a predicar y  a darle y darle lo vas a dejar peor de lo que estaba. Nunca se suelten de la mano de Jesucristo, por favor, nunca se aparten de Él y si se apartan se levantan y siguen adelante. El comprende lo que son estas cosas”.

¿Cómo agente de pastoral eres generoso? ¿La pastoral que realizas tiene como característica la generosidad? ¿Quiénes te vean, quienes vean tu estilo pastoral pueden ver en ella generosidad o estar limitando la acción del Espíritu?

CREATIVOS. Creatividad. Responder con una pastoral creativa, con agentes de pastoral creativos, capaces de soñar. El Papa Francisco decía a los empresarios en Cd. Juárez: “¿Qué mundo queremos dejarles a nuestros hijos? Creo que en esto la gran mayoría podemos coincidir. Este es precisamente nuestro horizonte, esa es nuestra meta y, por ello, hoy tenemos que unirnos y trabajar. Siempre es bueno pensar qué me gustaría dejarles a mis hijos; y también es una buena medida para pensar en los hijos de los demás. ¿Qué quiere dejar México a sus hijos? ¿Quiere dejarles una memoria de explotación, de salarios insuficientes, de acoso laboral o de tráfico de trabajo esclavo? ¿O quiere dejarles la cultura de la memoria de trabajo digno, de techo decoroso y de la tierra para trabajar? Las tres “T”: Trabajo, Techo y Tierra. ¿En qué cultura queremos ver nacer a los que nos seguirán? ¿Qué atmósfera van a respirar? ¿Un aire viciado por la corrupción, la violencia, la inseguridad y desconfianza o, por el contrario, un aire capaz de generar –la palabra es clave–, generar alternativas, generar renovación o cambio? Generar es ser co-creadores con Dios. Claro, eso cuesta.

Quiero invitarlos a soñar, a soñar en un México donde el papá pueda tener tiempo para jugar con su hijo, donde la mamá pueda tener tiempo para jugar con sus hijos. Y eso lo van a lograr dialogando, confrontando, negociando, perdiendo para que ganen todos. Los invito a soñar el México que sus hijos se merecen; el México donde no haya personas de primera, segunda o de cuarta, sino el México que sabe reconocer en el otro la dignidad de hijo de Dios. Y que la Guadalupana, que se manifestó a San Juan Diego, y reveló cómo los aparentemente dejados de lado eran sus testigos privilegiados, los ayude a todos, tengan la profesión que tengan, tengan el trabajo que tengan, a todos, en esta tarea de diálogo, confrontación y encuentro.”

Hoy también los invito a preguntarnos ¿Qué Tlaxcala queremos dejar a nuestras generaciones por venir?

El Papa Francisco en Evangelii Gaudium nos puso las claves para nuestra reflexión y acción, nuestra Iglesia y nosotros mismos debemos aprender a:

Primerear, involucrarse, acompañar, fructificar y festejar

  1. 24. “La Iglesia en salida es la comunidad de discípulos misioneros que primerean, que se involucran, que acompañan, que fructifican y festejan. «Primerear»: sepan disculpar este neologismo. La comunidad evangelizadora experimenta que el Señor tomó la iniciativa, la ha primereado en el amor (cf. 1 Jn 4,10); y, por eso, ella sabe adelantarse, tomar la iniciativa sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a los cruces de los caminos para invitar a los excluidos. Vive un deseo inagotable de brindar misericordia, fruto de haber experimentado la infinita misericordia del Padre y su fuerza difusiva. ¡Atrevámonos un poco más a primerear! Como consecuencia, la Iglesia sabe «involucrarse». Jesús lavó los pies a sus discípulos. El Señor se involucra e involucra a los suyos, poniéndose de rodillas ante los demás para lavarlos. Pero luego dice a los discípulos: «Seréis felices si hacéis esto» (Jn 13,17). La comunidad evangelizadora se mete con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, achica distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario, y asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo. Los evangelizadores tienen así «olor a oveja» y éstas escuchan su voz. Luego, la comunidad evangelizadora se dispone a «acompañar». Acompaña a la humanidad en todos sus procesos, por más duros y prolongados que sean. Sabe de esperas largas y de aguante apostólico. La evangelización tiene mucho de paciencia, y evita maltratar límites. Fiel al don del Señor, también sabe «fructificar». La comunidad evangelizadora siempre está atenta a los frutos, porque el Señor la quiere fecunda. Cuida el trigo y no pierde la paz por la cizaña. El sembrador, cuando ve despuntar la cizaña en medio del trigo, no tiene reacciones quejosas ni alarmistas. Encuentra la manera de que la Palabra se encarne en una situación concreta y dé frutos de vida nueva, aunque en apariencia sean imperfectos o inacabados. El discípulo sabe dar la vida entera y jugarla hasta el martirio como testimonio de Jesucristo, pero su sueño no es llenarse de enemigos, sino que la Palabra sea acogida y manifieste su potencia liberadora y renovadora. Por último, la comunidad evangelizadora gozosa siempre sabe «festejar». Celebra y festeja cada pequeña victoria, cada paso adelante en la evangelización. La evangelización gozosa se vuelve belleza en la liturgia en medio de la exigencia diaria de extender el bien. La Iglesia evangeliza y se evangeliza a sí misma con la belleza de la liturgia, la cual también es celebración de la actividad evangelizadora y fuente de un renovado impulso donativo”.

VALENTÍA, AUDACIA, GENEROSIDAD Y CREATIVIDAD, provocan en nosotros la motivación a superar desafíos que hemos señalado presentes en nuestro FODA tanto “ad intra” en nuestra fuerzas y debilidades como “ad extra” en las oportunidades y amenazas descubiertas en nuestro entorno. El Papa Francisco en Evangelii Gaudium nos señala algo de la lectura que hemos hecho de nuestra realidad eclesial y del entorno que tenemos y nos invita a la conversión personal y pastoral si de verdad queremos ser una iglesia con una pastoral discípula misionera.

Entre los puntos de reflexión propuestos por el Papa podemos señalar los siguientes:

En el número 78 y 79 nos invita a decir un Sí al desafío de una espiritualidad misionera:

  1. “Hoy se puede advertir en muchos agentes pastorales, incluso en personas consagradas, una preocupación exacerbada por los espacios personales de autonomía y de distensión, que lleva a vivir las tareas como un mero apéndice de la vida, como si no fueran parte de la propia identidad. Al mismo tiempo, la vida espiritual se confunde con algunos momentos religiosos que brindan cierto alivio pero que no alimentan el encuentro con los demás, el compromiso en el mundo, la pasión evangelizadora. Así, pueden advertirse en muchos agentes evangelizadores, aunque oren, una acentuación del individualismo, unacrisis de identidad y una caída del fervor. Son tres males que se alimentan entre sí.
  2. La cultura mediática y algunos ambientes intelectuales a veces transmiten una marcada desconfianza hacia el mensaje de la Iglesia y un cierto desencanto. Como consecuencia, aunque recen, muchos agentes pastorales desarrollan una especie de complejo de inferioridad que les lleva a relativizar u ocultar su identidad cristiana y sus convicciones. Se produce entonces un círculo vicioso, porque así no son felices con lo que son y con lo que hacen, no se sienten identificados con su misión evangelizadora, y esto debilita la entrega. Terminan ahogando su alegría misionera en una especie de obsesión por ser como todos y por tener lo que poseen los demás. Así, las tareas evangelizadoras se vuelven forzadas y se dedican a ellas pocos esfuerzos y un tiempo muy limitado”.

También en el número 81, 82, 83 y 85 nos propone decir un No a la acedia egoísta

  1. “Cuando más necesitamos un dinamismo misionero que lleve sal y luz al mundo, muchos laicos sienten el temor de que alguien les invite a realizar alguna tarea apostólica, y tratan de escapar de cualquier compromiso que les pueda quitar su tiempo libre. Hoy se ha vuelto muy difícil, por ejemplo, conseguir catequistas capacitados para las parroquias y que perseveren en la tarea durante varios años. Pero algo semejante sucede con los sacerdotes, que cuidan con obsesión su tiempo personal. Esto frecuentemente se debe a que las personas necesitan imperiosamente preservar sus espacios de autonomía, como si una tarea evangelizadora fuera un veneno peligroso y no una alegre respuesta al amor de Dios que nos convoca a la misión y nos vuelve plenos y fecundos. Algunos se resisten a probar hasta el fondo el gusto de la misión y quedan sumidos en una acedia paralizante.
  2. El problema no es siempre el exceso de actividades, sino sobre todo las actividades mal vividas, sin las motivaciones adecuadas, sin una espiritualidad que impregne la acción y la haga deseable. De ahí que las tareas cansen más de lo razonable, y a veces enfermen. No se trata de un cansancio feliz, sino tenso, pesado, insatisfecho y, en definitiva, no aceptado. Esta acedia pastoral puede tener diversos orígenes. Algunos caen en ella por sostener proyectos irrealizables y no vivir con ganas lo que buenamente podrían hacer. Otros, por no aceptar la costosa evolución de los procesos y querer que todo caiga del cielo. Otros, por apegarse a algunos proyectos o a sueños de éxitos imaginados por su vanidad. Otros, por perder el contacto real con el pueblo, en una despersonalización de la pastoral que lleva a prestar más atención a la organización que a las personas, y entonces les entusiasma más la «hoja de ruta» que la ruta misma. Otros caen en la acedia por no saber esperar y querer dominar el ritmo de la vida. El inmediatismo ansioso de estos tiempos hace que los agentes pastorales no toleren fácilmente lo que signifique alguna contradicción, un aparente fracaso, una crítica, una cruz.
  3. Así se gesta la mayor amenaza, que «es el gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia en el cual aparentemente todo procede con normalidad, pero en realidad la fe se va desgastando y degenerando en mezquindad»[63]. Se desarrolla la psicología de la tumba, que poco a poco convierte a los cristianos en momias de museo. Desilusionados con la realidad, con la Iglesia o consigo mismos, viven la constante tentación de apegarse a una tristeza dulzona, sin esperanza, que se apodera del corazón como «el más preciado de los elixires del demonio»[64]. Llamados a iluminar y a comunicar vida, finalmente se dejan cautivar por cosas que sólo generan oscuridad y cansancio interior, y que apolillan el dinamismo apostólico. Por todo esto, me permito insistir: ¡No nos dejemos robar la alegría evangelizadora!
  4. Una de las tentaciones más serias que ahogan el fervor y la audacia es la conciencia de derrota que nos convierte en pesimistas quejosos y desencantados con cara de vinagre. Nadie puede emprender una lucha si de antemano no confía plenamente en el triunfo. El que comienza sin confiar perdió de antemano la mitad de la batalla y entierra sus talentos. Aun con la dolorosa conciencia de las propias fragilidades, hay que seguir adelante sin declararse vencidos, y recordar lo que el Señor dijo a san Pablo: «Te basta mi gracia, porque mi fuerza se manifiesta en la debilidad» (2 Co 12,9). El triunfo cristiano es siempre una cruz, pero una cruz que al mismo tiempo es bandera de victoria, que se lleva con una ternura combativa ante los embates del mal. El mal espíritu de la derrota es hermano de la tentación de separar antes de tiempo el trigo de la cizaña, producto de una desconfianza ansiosa y egocéntrica”.

Es cierto que hay grandes desafíos uno de ellos nos dice el Papa es el “habriaqueísmo”

  1. 96. “En este contexto, se alimenta la vanagloria de quienes se conforman con tener algún poder y prefieren ser generales de ejércitos derrotados antes que simples soldados de un escuadrón que sigue luchando. ¡Cuántas veces soñamos con planes apostólicos expansionistas, meticulosos y bien dibujados, propios de generales derrotados! Así negamos nuestra historia de Iglesia, que es gloriosa por ser historia de sacrificios, de esperanza, de lucha cotidiana, de vida deshilachada en el servicio, de constancia en el trabajo que cansa, porque todo trabajo es «sudor de nuestra frente». En cambio, nos entretenemos vanidosos hablando sobre «lo que habría que hacer» —el pecado del «habriaqueísmo»— como maestros espirituales y sabios pastorales que señalan desde afuera. Cultivamos nuestra imaginación sin límites y perdemos contacto con la realidad sufrida de nuestro pueblo fiel”.

Otro es la división

  1. 100 dice: “A los que están heridos por divisiones históricas, les resulta difícil aceptar que los exhortemos al perdón y la reconciliación, ya que interpretan que ignoramos su dolor, o que pretendemos hacerles perder la memoria y los ideales. Pero si ven el testimonio de comunidades auténticamente fraternas y reconciliadas, eso es siempre una luz que atrae. Por ello me duele tanto comprobar cómo en algunas comunidades cristianas, y aun entre personas consagradas, consentimos diversas formas de odio, divisiones, calumnias, difamaciones, venganzas, celos, deseos de imponer las propias ideas a costa de cualquier cosa, y hasta persecuciones que parecen una implacable caza de brujas. ¿A quién vamos a evangelizar con esos comportamientos?”

En el número 102 dice: “Los laicos son simplemente la inmensa mayoría del Pueblo de Dios. A su servicio está la minoría de los ministros ordenados. Ha crecido la conciencia de la identidad y la misión del laico en la Iglesia. Se cuenta con un numeroso laicado, aunque no suficiente, con arraigado sentido de comunidad y una gran fidelidad en el compromiso de la caridad, la catequesis, la celebración de la fe. Pero la toma de conciencia de esta responsabilidad laical que nace del Bautismo y de la Confirmación no se manifiesta de la misma manera en todas partes. En algunos casos porque no se formaron para asumir responsabilidades importantes, en otros por no encontrar espacio en sus Iglesias particulares para poder expresarse y actuar, a raíz de un excesivo clericalismo que los mantiene al margen de las decisiones. Si bien se percibe una mayor participación de muchos en los ministerios laicales, este compromiso no se refleja en la penetración de los valores cristianos en el mundo social, político y económico. Se limita muchas veces a las tareas intraeclesiales sin un compromiso real por la aplicación del Evangelio a la transformación de la sociedad. La formación de laicos y la evangelización de los grupos profesionales e intelectuales constituyen un desafío pastoral importante”.

Ya con estas propuestas de iluminación a la luz del modelo que nos dan las Santos Niños Mártires podemos iluminar nuestra realidad y pensar ¿Cómo esta nuestra Audacia, Valentía, Generosidad y Creatividad o bien cómo podemos ser como ellos, valientes, audaces, generosos y creativos?

¡Gracias!