“Bajada” de Nuestra Señora de Ocotlán. 20-V-2019

Mensaje a los servidores públicos

Mujeres, jóvenes y pobres

En 1519, cuando se celebró la primera misa en Tlaxcala, se colocaron tres signos de vida: un altar, una cruz y la imagen de Nuestra Señora. Desde entonces, santa María ha acompañado nuestra historia. Posteriormente, en 1541, esta hermosa imagen de Nuestra Señora de Ocotlán “bajó” a nuestra tierra y ha caminado con nuestro pueblo entre dolores y gozos; hemos encontrado en sus ojos misericordiosos fortaleza, ternura y consuelo; estamos ahí, en el hueco de sus manos. ¿Cómo nos acompaña ella en el cambio de época que nos ha tocado vivir? Hay muchos desafíos, pero tenemos que hacer opciones; el Papa Francisco nos señala la ruta; dice así:

Los sectores más significativos en el cambio de época latinoamericano «son tres, a través de los cuales es posible reactivar las energías sociales de nuestra región para que sea fiel a su identidad y, al mismo tiempo, para que construya un proyecto de futuro: las mujeres, los jóvenes y los más pobres.

En primer lugar, las mujeres; son pilar en la edificación de la Iglesia y la sociedad. “La esperanza en Latinoamérica tiene un rostro femenino”.

En segundo lugar, los jóvenes, porque en ellos habita la inconformidad y rebeldía que son necesarias para promover cambios verdaderos y no meramente cosméticos. Jesucristo, eternamente joven, está presente en su sensibilidad, en la de ellos, en su rostro y en sus inquietudes.

Y en tercer lugar, los más pobres y marginados. Porque en la opción preferencial por ellos la Iglesia manifiesta su fidelidad como esposa de Cristo no menos que sobre el ámbito de la ortodoxia.

Las mujeres, los jóvenes y los pobres son lugares de encuentro privilegiado con la nueva sensibilidad cultural emergente y con Jesucristo. Ellos son protagonistas del cambio de época y sujetos de esperanza verdadera. Su presencia, sus alegrías y, en especial, su sufrimiento son una fuerte llamada de atención para quienes son responsables de la vida pública. En la respuesta a sus necesidades y demandas se juega en buena medida la verdadera construcción del bien común. Constituyen un lugar de verificación de la autenticidad del compromiso católico en la política. Si no queremos perdernos en un mar de palabras vacías, miremos siempre el rostro de las mujeres, de los jóvenes y de los pobres. Mirémoslos como sujetos de cambio y no como meros objetos de asistencia. La interpelación de sus miradas nos ayudará a corregir la intención y a redescubrir el método para actuar “inculturadamente” en nuestros distintos contextos. Asumir, y asumir en concreto, toda esta problemática significa ser concreto y en política cuando uno se desvía del ser concreto se desvía también de la conducción política» (Francisco, Discurso a jóvenes políticos latinoamericanos, 4 – III – 2019)

Hermanos, nuestra ciudad de Tlaxcala hoy detiene por unas horas su ritmo de vida, pues María, Nuestra Señora de Ocotlán, “baja” a nuestras calles, a nuestros lugares de trabajo, aquí donde se teje la vida del pueblo. Al igual que hace 500 años, en la primera misa celebrada en nuestra tierra, ella sigue acompañándonos y, en torno a ella, queremos construir una sociedad más humana, más fraterna, más justa. Tenemos la certeza de que ella ve en nosotros hijos, aunque seamos pecadores. Hoy, los que vivimos en esta ciudad y los que formamos parte de esta Diócesis, cuna de la evangelización en México, le imploramos: “Vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos”.

+ Julio C. Salcedo Aquino, m.j.
Obispo de Tlaxcala