Pbro. Juan Gabriel Pérez
La mayor parte de nuestros católicos, jamás reflexionan acerca de por qué celebra la fiesta de la presentación del Niño Jesús en el Templo. Vivimos en un mundo lleno de costumbres, pero muy pocos buscan alguna vez entender su fe. Generalmente celebramos la presentación del niño Jesús sin cuestionarnos y hacemos lo que todos los demás hacen ¡porque es fácil y natural!
Estamos ante un misterio, sencillo y a la vez solemne, en el que la santa Iglesia celebra a Cristo, el Consagrado del Padre, primogénito de la nueva humanidad.
¿Cuál es el origen de la fiesta de la Presentación del Niño Jesús en el Templo?
Para entender bien el significado de esta fiesta, vayamos al Evangelio de Lucas 2, 22-38 “Transcurridos los cuarenta días del nacimiento de Jesús, María conforme a la ley de Moisés se presentó al templo para la purificación legal y llevaron también al niño para presentarlo al Señor, como prescribe la ley (Todo primogénito varón será consagrado al Señor [Levítico 12,2-8]). Ofrecieron también en sacrificio, como dice la ley del Señor: un par de palomas o dos pichones (¿Por qué el sacrificio con un cordero o paloma?
En algunas de las religiones paganas de aquel tiempo, los padres mataban a sus hijos primogénitos para ofrecerlos a sus dioses paganos. Dios (Yahvé) enseñó a los judíos que esa práctica es una abominación. En vez de matar al niño debían ofrecer un cordero por su rescate. La Ley además decía que si los papás eran muy pobres podían reemplazar el cordero por unas palomas. En el rito el sacerdote recibía a los padres a la puerta del Templo y hacía la oración de presentación. Fue en esta ocasión que el santo viejo Simeón y la profetisa Ana se encontraron con Jesús y lo reconocieron como el Mesías. Simeón lo tomo en brazos y bendijo a Dios diciendo: Ahora según tu promesa, puedes dejar que tu siervo muera en paz. Mis ojos han visto tu salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos, como luz para iluminar las naciones y gloria de tu pueblo Israel”.
¿Desde cuándo celebramos la fiesta de la presentación del Niño Jesús en el Templo?
Su primera conmemoración litúrgica es atestiguada en Jerusalén por el documento “Itinerario de Egeria” (año 380-385) a esta fiesta se le llamaba en griego la fiesta del “Ipapante” que significa encuentro; era celebrada en Jerusalén el 14 de febrero en base a los cuarenta días después de la Epifanía (6 de Enero), actualmente la celebramos el 2 de febrero contando los cuarenta días a partir del nacimiento de Jesús (25 de diciembre). La peregrina Egeria, añade el interesante comentario de que se “celebraba con el mayor gozo, como si fuera la Pascua misma”‘. La peregrina Egeria no menciona que se llevaran velas en tal ocasión, sin embargo hace referencia que el sermón dicho a los fieles comentaba en especial modo las palabras inspiradas por Simeón “luz para iluminar a las naciones”. La luz era y es Cristo. Ahora se comprende como la luz llegó hacer muy expresiva en la fiesta. Desde Jerusalén, la fiesta se propagó a otras Iglesias de Oriente y de Occidente.
La Iglesia de Roma adoptó la festividad a mediados del siglo VII, el Libro Pontifical nos asegura que fue el Papa Sergio I (687-701) quien dispuso que se solemnizaran con una procesión las cuatro fiestas Marianas más significativas por su antigüedad: la Asunción, la Anunciación, la Natividad y la Purificación. Era una procesión con sentido penitencial que salía de la Iglesia de San Adrián y terminaba en Iglesia de Santa María Mayor. Los más antiguos libros litúrgicos romanos aún siguieron conservando durante algún tiempo el nombre original griego Ipapante para denominar esta fiesta.
¿Por qué se llamaba la fiesta de la Candelaria o Fiesta de la Purificación de la Virgen María?
Era por la procesión de las candelas. De ahí el nombre de Candelaria. Era una procesión clásica, tradicional, atestiguada ya en antiguos documentos romanos. En la Edad Media la fiesta de la presentación denota un carácter Mariano. Eso lo demuestra el contenido de las oraciones y antífonas, recogidas en los libros litúrgicos, para ser utilizadas en la bendición y procesión de las candelas. El protagonismo de la Virgen en casi todos esos textos es altamente significativo y responde, sin duda, al carácter Mariano que la fiesta adquiere en esa época.
A raíz del Concilio Vaticano II (año 1965), recupera su sentido original, ya no será una fiesta a la Virgen María, sino a nuestro Señor Jesucristo (será ya una fiesta Cristológica). Ya que el principal ministerio que se celebra es la presentación de Jesús en el Templo y su encuentro con el viejo Simeón. Sin embargo, ello no quiere decir que infravaloremos el papel importantísimo de María en los acontecimientos que celebramos. Los misterios de Cristo y de su madre están estrechamente ligados.
La fiesta de la Presentación del Señor clausura las solemnidades de la manifestación o Epifanía del Señor a los hombres por medio de la Palabra hecha carne.
El Misal Romano presenta dos formas de celebración para el rito de la bendición de las velas y la procesión: uno con procesión desde fuera del templo y el otro dentro del templo. La liturgia de la Eucaristía comienza con la bendición de las candelas y la procesión hasta el altar, para encontrar a Cristo y reconocerlo “al partir el pan”, esperando su vuelta gloriosa.
Todos tenemos “una presentación en el templo” en nuestra vida de bautizados: desde la primera Pascua el día de nuestro bautismo, hasta la última pascua, el día de nuestra muerte. Esta presentación se realiza de una manera particular, cuando se responde a una llamada de Cristo, para seguirlo más de cerca. Nuestra vida debe ser un continuo ir al encuentro de Cristo que viene, como “triunfador glorioso y definitivo”. Por eso, podemos exclamar: ¡Maranatha! ¡Ven, Señor Jesús!
Una tradición muy particular en México es la de cambiar de ropa cada año la imagen del Niño Dios, buscando a personas conocidas para que sean los padrinos de las vestimentas, a ellos se les llama compadres. Algunos buscan vestimentas a sus preferencias deportivas o sus gustos personales, así podemos ver niños vestidos de ángeles, futbolistas, mariachis, indígenas, o de algún santo en particular. Lo cierto es que si queremos aprovechar realmente esta fiesta de la presentación del Niño Jesús en el templo, no debemos desvirtuarla, lo más correcto es llevar vestida la imagen del Niño Jesús de color blanco como un niño.
Hoy la Iglesia debe celebrar el encuentro del hombre con Cristo. El Espíritu Santo lo hace posible, suscitando en el corazón humano el deseo de ese encuentro salvífico y favoreciendo su realización. Por ello este 2 de febrero vayamos con entusiasmo a nuestra celebración de la presentación del niño Jesús en el templo participando de una manera consciente, activa, plena y fructuosa. Para que esta fiesta sea un verdadero encuentro con Jesucristo Nuestro Señor.