Psic. Socko Domínguez Badillo
Hay una violencia natural y universal que es necesaria para la supervivencia. La división celular no podría hacerse sin violencia, es necesario que se dé una ruptura para que la vida siga adelante, es necesario el acto violento del parto para nacer a la vida.
Pero violencia no es lo mismo que odio y agresividad. El odio (también el amor) se refieren y se dirigen a una persona identificada, la violencia es una reacción mucho más primaria y elemental. Las telenovelas, las noticias y las caricaturas presentan siempre agresiones, descortesías, luchas, venganzas y arbitrariedad como un estilo de heroísmo que a los niños atrae por su colorido y vistosidad pero que no es positivo y menos normal, sus consecuencias…..
La facultad de crear un vínculo personal se organiza al mismo tiempo que los cuidados parentales y esto se reproduce, en el período de la infancia y detona en la adolescencia.
La familia puede ejercer sobre sus miembros amor o descargar en ellos una violencia que configurará sus personalidades y sus modos de situarse ante la vida.
Violencia por acción y por omisión
Hay un tipo de violencia activa, cruel, brutal, muchos sufren agresiones directas, castigos corporales, violencia agresiva en estado puro. Omisión aunque socialmente pueda incluso aparecer como entrega.
Es la violencia de dar demasiado para no tener que dar. Es la violencia de permitir sin límite, disfrazando esa permisividad de actitud tolerante para encubrir el miedo que a algunos padres les produce vivirse a sí mismos como seres adultos. Algunos síntomas agresión y hostilidad tienen su inicio en la infancia y adolescencia, su personalidad están tan enlazadas que el desarrollo de todos los sectores de la personalidad se ve afectada la propia sexualidad, con profunda duda en torno a la propia identidad, por burlas en lo sexual que genera episodios dramáticos.
Toda agresión provoca trastorno en la personalidad, algún déficit en la interpretación de la realidad, dificultad de relacionarse consigo mismos, con los demás y con el mundo.
¿Piensa cómo te estas relacionando tú y que mensaje le das a tus hijos?
Desconfianza; desconexión de las relaciones sociales; restricción de la expresión emocional; malestar intenso en las relaciones personales; distorsiones cognoscitivas o perceptivas; excentricidades del comportamiento; desprecio y violación de los derechos de los demás; inestabilidad en las relaciones interpersonales, la autoimagen y los afectos; notable impulsividad; egoísmo, egocentrismo, narcisismo…
Debe producirse un trato favorable en cualquiera de las etapas, si no las posteriores reflejarán un fracaso en forma de desajuste físico, cognitivo-moral, social o emocional: por más que se llegue a la edad cronológica que corresponde a la del adulto, se vivirán rasgos de etapas anteriores no resueltas.
La identidad es un sentimiento de seguridad sobre uno mismo que surge de la resolución de la crisis de pasar de ser dependiente a ser autónomo.
Para ello tanto el niño como el adolescente necesitan seguridad, que únicamente le puede brindar una familia estable y permanente. De ser así se posibilita el arribo a una personalidad integrada y por lo tanto madura.
Si la identidad no se establece satisfactoriamente, existe el riesgo que el papel que ha de desempeñar como individuo aparezca difuso, dificultando el logro de una personalidad integrada.
Como la personalidad toda y la sexualidad forman una unidad el desarrollo de una, incide en la otra, de manera tal que si el proceso de personalización se realiza adecuadamente nuestro hijo va a relacionarse de manera satisfactoria con su ambiente, sin incidentes delictuosos. A pesar que los medios de comunicación insistan en sensualizar todo para todo. De ahí que en esta etapa, dónde la sexualidad cobra gran impulso, la valoración por parte de la familia y de la sociedad en el desarrollo cognitivo-moral, logrará una identidad y el arribo a una sexualidad madura.
La violencia ejercida en familia, Consecuencias….. Conteniendo y tramitando la pulsionalidad infantil frente a los aparatos, separan las funciones protectoras que deben ejercer los padres, se trasladan, quedándose el niño/a con huecos afectivos que no sabe cómo llenar. Algunos jóvenes intentarán cubrirlos más adelante con indumentarias protésicas (clavos, botas, objetos duros), corazas con las que intentar cubrir la fragilidad interna y de paso, aprisionar los sentimientos de culpa para no tener que entrar en contacto con sus padres.