Pbro. Álvaro Monarca Acocal
La Virgen María ha experimentado misericordia
La Virgen María representa la verdadera bienaventuranza al experimentar la misericordia de Dios cuando se sintió mirada con amor y salvada: canta el Magníficat, por ejemplo, esta estrofa: “porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada” (Lc 1, 48).
La Virgen María es objeto privilegiado de misericordia de parte del Señor, porque desde que fue concebida no acarreó el pecado original, es excepcionalmente redimida. Ella es la “Inmaculada Concepción”.
La Santísima María es también “la llena de gracia”, de toda la gracia que necesita para ser la Madre de Dios. “María en un modo particular y excepcional, como ningún otro, ha experimentado la misericordia” (San Juan Pablo II, Dives in misericordia, 9).
Nuestra Madre María expresa misericordia
Santa María “Madre y Virgen” es modelo de misericordia, esta actitud se puede comprobar en algunos pasajes del Evangelio:
§ Da su consentimiento para ser Madre del Redentor y Salvador al concebir y dar a luz a Jesucristo su Hijo a quién le ofrece educación, amor, cariño y ternura (cfr. Lc 2,51-52).
§ Cuando visita a su prima Isabel, para ayudarla durante sus últimos meses de embarazo y parto de su hijo Juan. Muy bien lo dice el Papa Francisco: “Ella es la mujer sensible y servicial” Además añade,” El cristiano tiene Madre. Una madre que le acompaña, le ayuda, le mira, le cuida” (Homilía, 26 de marzo de 2013).
§ En Caná, es sensible a las necesidades de los demás, lo mismo que dijo a los sirvientes en Caná de Galilea durante el banquete de bodas, nos lo dice ahora: “Haced lo que él os diga” (Jn 2, 5).
§ María Virgen siendo Madre acompaña a su Hijo en su misterio Pascual: pasión, muerte y resurrección. Evidentemente perdona a Pedro que niega a su Hijo, y también a Judas el traidor y a quienes lo crucificaron.
§ María es Mater misericordiae porque al pie de la Cruz, Jesús, rostro misericordioso del Padre, le confía su Iglesia cuando acepta a Juan como hijo: “se convirtió en madre de los discípulos de Cristo, Madre de la Iglesia y de toda la humanidad” (San Juan Pablo II, en el rezo del “Regina Coeli” del Domingo 22 de abril de 2001).
“En María triunfa la Misericordia. Por eso, es privilegiadamente asunta al Cielo en cuerpo y alma, y coronada Reina y Madre de Misericordia”(Fr. Carlos Lledó López O.P.)
Madre de Misericordia nos invita a ser misericordiosos
Ciertamente en la vida de la Santísima Virgen María se puede encortar diversas virtudes que manifiestan misericordia las cuales debemos imitar, y nos orientan al Evangelio y así alcanzar la santidad como cuerpo místico de Cristo.
Para vivir esta bienaventuranza los creyentes son invitados, como a María, a tener una actitud misericordiosa para manifestar la bondad infinita de Dios a favor de su pueblo, y no nos veamos desnudos y pobres de experimentar y ofrecer misericordia.
Madre de Misericordia para la Iglesia de Cristo
María es Madre de Misericordia proyectando su amor sobre Cristo. Y con ternura lo sigue proyectando sobre la Iglesia, Cuerpo místico de Jesucristo, es decir, sobre nosotros hijos pecadores que todavía peregrinamos y nos hayamos en peligro y ansiedad hasta que seamos conducidos a la patria bienaventurada (cfr. LG 62).
En su misericordia de Madre uno encuentra amparo, consuelo y refugio. Bajo su intercesión que acompaña al hombre en su conversión, lo sostiene y protege para que se dirija a Dios con un corazón nuevo (Ez 36,26).
“Que nunca falte a ningún hombre que sufre un corazón de Madre vigilante y piadosa, una presencia de ternura y consolación. Que todo hijo reconozca a su Madre y toda madre acompañe a su
hijo en el arduo camino de la vida con fidelidad tal, que no se detenga ni siquiera ante el extremo del sacrificio” (Madre Anna Maria Canopi).
Las peregrinaciones a los santuarios en que se venera a María Santísima es testimonio constante del afecto que le tenemos como cristianos.
A María se le ama con amor con amor de hijo, como dice San Anselmo: ”Jesús Hijo bueno, yo te pido, por el amor con que amas a tu Madre, que como tú la amas y quieres verdaderamente que sea amada, me concedas a mí que yo verdaderamente la ame. ¡Oh buena Madre!, te ruego que, por el amor con que amas a tu Hijo, como tú sabes amar y quieres que sea amado, me alcances que yo verdaderamente le ame” (Dr. Pbro. Vicente Martínez Blat, Dichosa Tu, María, pág. 115).
Desde hace siglos la Iglesia invoca con fervor a María como Madre de Misericordia, cantando la “Salve”:
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra; Dios te salve. A ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos; y después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.
¡Oh, clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María!