EL DÍA MUNDIAL DE LOS POBRES

P. Ranulfo Rojas Bretón
Al cerrar el Año de la Misericordia, el Papa Francisco instituyó “el Día Mundial de los Pobres en su Carta Apostólica “Misericordia et misera” a celebrarse precisamente el domingo XXXIII del tiempo ordinario. Así lo escribe el Papa: “mientras en todas las catedrales y santuarios del mundo se cerraban las Puertas de la Misericordia, tuve la intuición de que como última señal concreta de este Año Santo extraordinario, debemos celebrar en toda la Iglesia, el Domingo XXXIII del tiempo ordinario, el Día Mundial de los Pobres”. La idea de ligar la jornada a la fiesta de Cristo Rey la explica el Papa diciendo: “será la mejor preparación para vivir la solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del universo, que se ha identificado con los pequeños y los pobres, y quien nos juzgará por las obras de misericordia” (véase Mt 25, 31-46)”.
También explica los objetivos de este Día de los Pobres para las comunidades católicas, dice el Papa: “Será un día que ayudará a las comunidades católicas y a cada persona bautizada a reflexionar sobre cómo la pobreza está en el corazón del Evangelio y sobre el hecho de que, mientras Lázaro esté a la puerta de nuestra casa (cf. Lc 16, 19-21), no puede haber justicia ni paz social”.
Para el Papa, también se trata de la nueva evangelización: “Este día también constituirá una verdadera forma de nueva evangelización (ver Mt 11, 5) por la cual se renovará el rostro de la Iglesia en su acción continua de conversión pastoral para dar testimonio de misericordia”.
Es la primera vez que celebramos el Día de los Pobres y a la luz del Evangelio podemos reflexionar acerca de los talentos recibidos y de qué manera los ponemos a trabajar en favor no de nosotros mismos porque lo que tenemos, lo que sabemos, lo que podemos, no es algo que sea para nosotros sino para que los pongamos a trabajar. En el Evangelio se nos relata el caso de dos personas que tan pronto recibieron sus millones de acuerdo a su propia capacidad, “inmediatamente los pusieron a trabajar” y los multiplicaron. Hubo uno que recibió un millón y lo enterró.
Cada uno de nosotros poseemos talentos, cualidades, capacidades y lo que se espera es que los pongamos a trabajar en beneficio de todos, de una manera privilegiada, hoy se nos pide que los pongamos a trabajar en favor de los más desprotegidos, de los pobres y no solo de los pobres de cosas materiales sino también de quienes sufren otras pobrezas.
Efectivamente, a la puerta de nuestra casa, es decir ahí cerca de ti, hay uno o muchos Lázaros, personas a quienes conoces por su nombre porque son tus vecinos, tus amigos, tus familiares y no tienen que comer o están padeciendo alguna enfermedad, o han perdido su empleo o están pasando alguna apuración, todos ellos son los Lázaros modernos y como dice el Papa: “mientras Lázaro esté a la puerta de nuestra casa, no puede haber justicia ni paz social”. Pero a la pobreza material hay otras formas de pobreza que ya señalaba San Juan Pablo II en NMI: “a las pobrezas materiales hoy hay que añadir otras formas de pobreza de gente que teniendo lo necesario para
vivir padecen del sin sentido o viven abandonadas en la soledad”. Así que además de existir personas a las que podemos ofrecer signos de misericordia porque tienen hambre, sed, están enfermos, o se han quedado sin vivienda, o sufren por algo material, hay personas a las que podemos enseñar, corregir, consolar, animar, personas a las que podemos ofrecer nuestra comprensión por sus defectos e incluso a quienes podemos ofrecer nuestra compañía.