EL JUICIO FINAL

P. Ranulfo Rojas Bretón
El domingo 26 de noviembre se celebró la fiesta de Cristo Rey y con esta fiesta se cierra el año litúrgico. Así como el año civil comienza en enero y termina en diciembre y el año escolar inicia en agosto y termina en julio, así en la Iglesia, el año inicia con el primer domingo de adviento y termina con el domingo 34 del tiempo ordinario, que corresponde precisamente a la fiesta de Cristo Rey.
Esta fiesta nos dio la oportunidad de mantener siempre presente la convicción de que al final de todo, seremos juzgados. El Evangelio según San Mateo, es muy plástico al narrar en su capítulo 25 el hecho de que separará Dios a unos de otros como hace el pastor con las ovejas y los cabritos.
Pondrá a las ovejas a la derecha y a los cabritos a la izquierda. El juicio tendrá como parámetro el cumplimiento de la misericordia: “Tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, etc.,” les dirá a los de la derecha. Sorprendidos ellos le dirán: pero ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, desnudo, enfermo, encarcelado o de forastero y te asistimos?, Dios les contestará: “cuantas veces lo hicieron con el más insignificante de sus hermanos, conmigo lo hicieron”. De todo esto resulta que seremos juzgados por las obras de misericordia hechas a los que se presentan ante nosotros con alguna necesidad, o sea, con el prójimo. El Papa Benedicto XVI en su carta “Dios es Amor” dice: “el prójimo es aquel que está junto a ti, tiene necesidad y tú le puedes ayudar”. Así que el deber de ayudar se refiere a lo que de verdad podemos hacer a favor de los demás. No se trata de hacer grandes cosas por los demás, ni siquiera se refiere únicamente a las necesidades materiales; en el catecismo se aprende que además de las obras de misericordia materiales donde se incluye dar de comer, dar de beber, etc.,
existen las obras de misericordia espirituales como: enseñar al que no sabe, corregir al que se equivoca, dar consejo al que lo necesita, consolar al triste, pedir por vivos y muertos, soportar con paciencia los defectos de los demás. Hoy podemos señalar como obras de misericordia: atender al anciano, no dañar a la sociedad, no dañar la naturaleza, en fin, todo aquello que se haga en favor del prójimo, especialmente del más necesitado y que está cerca se convierte en una acción que en el juicio final será clave para poder acceder al reino de los cielos.
El juicio final llegará y lo mejor que podemos hacer es practicar la misericordia para que ese día escuchemos las palabras: “entra a gozar del reino de los cielos” y no sea que nos digan aléjate de mí porque estuve hambriento y no me diste de comer, no de diste de beber, etc. De ahí que es de gran importancia aprender a ver en los necesitados el rostro de Cristo para que podamos servir a Cristo en las necesidades de nuestros prójimos, especialmente en los más necesitados.
No se trata de no hacer grandes cosas, especialmente si no contamos con los medios para hacerlo, pero seguro que sí podemos ayudar con lo poco que tenemos, con el tiempo que disponemos y sobre todo con las capacidades que tenemos para aconsejar, consolar, estar cercanos de los que sufren y poder con nuestra acción hacer sentir a los demás que por nuestro medio Dios sigue caminando con su pueblo.