P. Ranulfo Rojas Bretón
Ya comenzó la época bonita del año en que tradicionalmente se celebra la octava de preparación a la navidad y tal como lo hacemos aquí en México, preparamos el misterio –así se le llama a las figuras de José y María- que con su burrito comienzan su peregrinar desde la parte norte del Israel, o sea desde Nazaret hacia Belén. Nueve jornadas para no salir del esquema tradicional de las novenas previas a las fiestas, en las que se irá pidiendo posada. Ahí sonarán las coplas de: “En nombre del cielo os pido posada, pues no puede andar, mi esposa amada” y en un diálogo detrás de la puerta se escuchará el: “aquí no es mesón, sigan adelante, yo no debo abrir, no sea algún tunante” y así seguirán hasta que los caseros se lograrán convencer y darán posada a este joven matrimonio: “Entren santos peregrinos, peregrinos, reciban este rincón, aunque es pobre la morada, la morada se las doy de corazón”. El ingreso se hará entre silbatinas de pequeños pitos que ensordecerán a todos los presentes. Como muestra de alegría los caseros invitarán el tradicional ponche, tal vez tamales o buñuelos y posiblemente se romperá alguna que otra piñata.
Los cuetitos y las luces de bengala no pueden faltar en las posadas. La tradición de pedir posada es un aporte totalmente mexicano y se debe a los frailes franciscanos quienes al principio de la evangelización se valieron de pequeñas representaciones para que los indígenas conocieran la fe, habida cuenta de que muy pocos hablaban el castellano. Junto con pedir posada está la representación de la piñata que aun con origen italiano, de ahí el nombre de piña, los frailes la elaboraron con siete picos representando los 7 pecados capitales contra los que
el cristiano tenía que luchar: pereza, envidia, lujuria, ira, gula, avaricia y soberbia. Como ayuda del cristiano se tenía el arma de la fe y por eso se tenía que enfrentar con los ojos de la fe pues los ojos físicos eran fácilmente atraídos por el pecado que por cierto siempre presenta una apariencia atractiva, así que a cerrar los ojos, confiando en la fe y la voz de la conciencia –los de fuera- que gritarán lo que debe hacer: arriba, abajo. Cuando el cristiano se deja guiar por las virtudes es muy probable que pueda vencer al pecado y de duro golpe rompa la belleza del pecado. Vencido el pecado, Dios otorga dones especiales que se muestran en los dulces, frutas y todo lo que contiene
la piñata.
La catequesis para los frailes era clave, no hacían nada que no tuviera significado y sirviera para enseñar la fe a los naturales. Por eso, acompañar a José y a María durante este trayecto, también es catequético para nosotros, no solo se trata de recordar lo que pasó hace más de dos mil años según nos narra la Biblia. Si bien la Biblia no habla de las posadas, es obvio que el trayecto de más de doscientos kilómetros de Nazaret a Belén tuvo que tener paradas para descansar y pasar la noche. Seguramente algunas veces tuvieron que hacerlo en algún caserío y otras a suelo raso; de que les dieran posada seguro que sí lo hicieron pues es deber de la cultura del medio oriente el ofrecer posada al que camina y era muy mal visto el que no se ofreciera o incluso el que no se aceptara la posada que ofrecían. Además es muy probable que José y María hicieran el viaje acompañados, por tanto en caravana.
Esta tradición mexicana une familias y alegra los corazones de todos los que dan y reciben posada.