Pbro. Ranulfo Rojas Bretón
La Semana Santa al hacernos contemplar la pasión y muerte de Jesucristo, nos hace abrirnos a la reflexión sobre nuestra propia pasión y muerte. Reflexión sobre lo que padecemos cada uno de nosotros y sobre lo que nos lleva a la muerte. Pero no con mirada fatalista sino con una mirada positiva. Casi como San Pablo recuerda: “no queremos que ignoren lo que pasa con los muertos para que no vivan en la tristeza, porque a los que creemos que Jesús resucitó, de igual manera nosotros resucitaremos” y la esperanza de la vida nueva, da otra dimensión a la experiencia de pasión y de muerte.
Uno de los ejercicios propios de la piedad de estos días es el viacrucis o camino de la cruz de Jesucristo, en el que durante catorce episodios, el cristiano a la par de acompañar a Jesús, puede ir haciendo una reflexión sobre algunos detalles de su vida y sobre las actitudes que toma. Este camino es muy importante porque permite al cristiano tener como referencia a Jesús y su camino pero no olvidar el propio camino, así el viacrucis de Jesús se convierte en el propio viacrucis del cristiano. Es una buena experiencia recorrer este camino pero sentir que el viacrucis es el de uno y que en cada episodio o estación como se le llama, puede hacerse una profunda reflexión pero no de Jesús o sobre Jesús, sino sobre nuestro propio camino, sobre nuestra razón de ser para quien nos rodea, sobre las caídas y también sobre nuestros esfuerzos para seguir avanzando.
El viacrucis o camino de la cruz es el recuerdo del camino que Jesús recorre rumbo al cumplimiento final de su obra. Él había anunciado que sería crucificado “y cuando yo sea levantado atraeré a todos hacía mí”. Si bien la crucifixión tiene un rostro de tragedia y de dolor, dicho recorrido sólo es el medio para poder llegar al momento de resurrección y con él redimir al hombre. “fuimos comprados a precio de sangre” y por el efecto redentor se convierte en una Buena Noticia que provoca la alegría porque “tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo único”. Dicho amor muestra la misericordia de Dios y el amor de Jesús al hombre pues “Jesucristo siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza” porque “Cristo Jesús. Él, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz. Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: “Jesucristo es el Señor”” (Fil 2, 5-11).
Hay reflexiones muy hermosas a propósito del viacrucis, por ejemplo en torno a la condena sufrida por Jesús que a todas luces aparece como un acto injusto, la propuesta de reflexión nos dice: “Felices los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos. Felices serán ustedes, cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa mía. Alégrense y salten de contento porque su premio será grande en los cielos pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a ustedes”. Parece una contradicción llenarse de alegría al sufrir insultos, persecuciones, calumnias, cuando en realidad debiera sentirse tristeza, dolor, coraje. Pero cuando hay una razón y esa es Jesús y su Evangelio, entonces vale la pena padecer y entender como en Hechos de los Apóstoles los discípulos se llenaban de alegría al padecer azotes por el nombre de Jesús. Habrá gente que te critique por asistir a misa, por participar en algún grupo de la parroquia o incluso porque tratas de portarte bien, porque eres parte de una buena familia. Eso no debe preocuparte, debes alegrarte porque con tu vida eres signo para los demás.