Pbro. Ranulfo Rojas Bretón
La experiencia de la resurrección que se vive en la fe cristiana es de vital importancia por todo lo que implica para el modo de vivir. Jesús dedicó cuarenta días después de la resurrección a que sus apóstoles experimentaran lo que sería el centro de su anuncio y por tanto, también de sus vidas. No se trata de un concepto, sino de experimentar a Jesucristo que después de padecer, morir, ser sepultado, ahora debe ser visto, escuchado, tocado, es decir, experimentado vivo y vencedor de la muerte. Tiene los signos de la pasión, pero ya no está sujeto a la posibilidad de morir.
¿Por qué era tan importante para Jesús que sus discípulos creyeran? Porque al ser la resurrección el centro de la fe. Tenía que asegurarse que los discípulos experimentaran la resurrección porque ese sería su anuncio fundamental. Toda la obra de la salvación es creíble porque la obra de Jesús es confirmada con su resurrección. En varios pasajes se escuchará decir a los apóstoles: “Nosotros los vimos resucitado, estuvimos con él, comimos con él, lo tocamos”.
Ahora bien, no basta aceptar la resurrección, es necesario vivir la experiencia del resucitado que lleva a cambiar de vida, dejar atrás lo que Pablo llama “el viejo yo” y dar paso al “nuevo yo” porque después de aceptar la resurrección no se puede uno quedar indiferente. La vida cambia y a muchísima gente el encuentro con Jesucristo vivo le ha cambiado totalmente la vida. El ejemplo puede ser el mismo Pablo, un hombre formado en el judaísmo más radical, fariseo, discípulo de Gamaliel, respecto al cumplimento de la ley él mismo se califica “celoso”. Tan es así, que él mismo dice que cuando se entera de que hay algunos que viven contrarios a la norma del judaísmo se convierte en perseguidor e incluso pide cartas para ir a Damasco y ahí tomar prisioneros a los seguidores del “camino”. Y sin embargo, el encuentro con Jesucristo resucitado lo hizo dar un cambio radical y de perseguidor se convierte en apóstol y misionero.
En nuestros tiempos la resurrección sigue siendo el punto clave de la fe y motivo también del cambio que se puede operar en la vida de cada uno y en la vida de la comunidad porque el anuncio de la vida nueva exige la vida buena, las ganas de querer cambiar porque se acepta la invitación a la renovación. En una de las oraciones de la misa pascual se lee que con motivo de la resurrección “se levanta lo que estaba caído y lo viejo se renueva” y es que de verdad, cuando alguien acepta a Cristo resucitado como norma de su vida, pues todo le cambia, puede perdonar a quien le ofende, dar la mano a quien necesita su ayuda, no se queda indiferente ante el dolor humano, se preocupa por lo que le pasa a quien lo rodea. Puede llamar prójimo a todos especialmente al más necesitado. Se involucra en la vida social, se compromete con el progreso de su comunidad y la única razón es porque no puede dejar de anunciar esa vida nueva.
Hoy podemos todos tener la experiencia de la resurrección, podemos pasar de la muerte a la vida, podemos dejar atrás la vida marcada por cosas negativas y abrirnos a la oportunidad de las cosas buenas. La gente nos necesita sonrientes, alegres, conciliadores, positivos, responsables, ser como decía San Francisco de Asís, instrumentos de paz, que donde haya odio llevemos amor, donde haya oscuridad llevemos luz y donde haya duda llevemos fe.