Pbro. Dr. Agustín Cuamatzi Montiel
El nombre de esta Santa, como el de muchos Santos, ha de tenerse como un nombre programático y no sólo llevarlo en los labios como un fonema (sonido) de manera repetitiva (conducta lórica): ignorando que conlleva un compromiso.
El nombre de los Santos induce a una conducta de vida llamada in se pro me: a eso lleva el nombre de nuestro Santo: a conocer sus ejemplos y practicar sus virtudes, como reza la fórmula u oración con la que se bendicen las imágenes.
Es muy generalizada la tradición cristiana que identifica a esta santa con “la mujer pecadora” que ungió los pies de Jesús: Lc 7,36-49 = Jn 12,1-8. Era hermana de Martha y del jovencito Lázaro, cuya resurrección por Jesús exasperó a los judíos que decidieron matarlo y con él a Lázaro.
Impacta la figura de esta Santa: emblema de toda la humanidad pecadora. Su nombre no era Magdalena sino María; y el gentilicio magdaleno o magdalena, alude al pueblo de donde era originaria; por eso a Magdalena se le tomó, como emblema del paganismo universal de todas las naciones, prostituídas con infinidad de maridos: los dioses de las naciones. Léase 2 Re 24-34.
Impacta la aversión judía contra el mundo entero, manifestada por la mente morbosa de Simón: “es una sexoservidora” y cree que Jesús no lo sabe (Lc 7,39); cuando que justamente esa pecadora sería la primera en gritar la resurrección de Cristo al mundo entero, comenzando por anunciárselo a sus Discípulos (Jn 20,1). Por ello, Jesús, de antemano ya la había alabado diciendo: “Yo les aseguro que en todo el mundo se hará memoria de lo que ésta ha hecho” (Mt 26,13). Y en todo el mundo se supo que primero ella muy de mañana fue sola por su Maestro, al Sepulcro (Jn 20,19); y al encontrar la tumba vacía, por segunda vez va “con Pedro y el Discípulo amado” para que constaten que lo que ella dice es verdad; luego ellos se van; pero ella, por tercera vez lo sigue buscando: porque aunque sea cadáver ella lo quiere con ella, sin importarle que está muerto, ella lo trata como ¡vivo!
Por eso, cuando al fin Él se le deja ver: primero a ella “la pecadora”; Lo abraza por los pies (Jn 20,16-18): para que no se le vuelva a ir: esos pies que ella había besado y perfumado (Lc 7,36-49): es la humanidad convertida de su prostitución idolátrica; porque no había sabido que Jesús era el Esposo esperado: Luz de sus ojos. Encanto de su corazón. Esa Magdalena es la Iglesia de pecadores, más no pecadora, sino la preferida para gritar al mundo entero la resurrección de Cristo: muerto por nuestros pecados; pero vivo para nuestra justificación.
Magdalena dejó de ser la gigante dormida, trasladada de las tinieblas a la luz admirable para anunciar al mundo entero ¡Qué bueno es el Señor!: Belleza inmaculada. Mejor que Él no hay nada.
Magdalena, pues; no es sólo un nombre o un sonido, es un programa. Es un imperativo: es el lema de las nuevas juventudes: Tú tienes necesidad de Jesucristo. No digas que no.
Magdalena empezó a debilitar el jerarquismo judío para iniciar la intrepidez del apostolado femenino. Así empezaron las comunidades con fuerte presencia apostólica femenina. Son la gran Iglesia que enseña a seguir a Cristo, hasta el otro lado de la Cruz, hasta el otro lado de la muerte.
El filósofo pagano Celso, en el s.II, queriendo denigrar la pujanza de la expansión del cristianismo, da testimonio de una fuerte presencia apostólica femenina en las primitivas comunidades cristianas. Insensiblemente se va derrumbando la mentalidad grecolatina de que: “la mujer a la casa. El hombre a los foros”. Aunque San Pablo enseñaba: que las mujeres se cubran la cabeza con un paño y guarden silencio en las asambleas; pero por muchas partes irrumpía la intrepidez Apostólica Femenina, a tal grado que se antoja decir que ese arrojo kerigmático femenino, cambió a San Pablo hasta hacerlo decir: “ya no hay diferencia entre hombre y mujer. Todos son uno: lo mismo, en Cristo Jesús” (Gal 3,28). Tanto, que llegó a decirse: María Magdalena, La Iglesia de las Mujeres, o Iglesia: Las mujeres de la Pascua (X. Pikaza, Diccionario de la Biblia).
El mismo escritor Celso, queriendo denigrar ese fervor Apostólico de muchas mujeres, groseramente habla de las iglesias: fruto de mujeres histéricas; ilusas que pregonan a gritos la resurrección de Cristo y la resurrección de los muertos.
Y llevado de su odio al Cristianismo, exageraba diciendo que era una religión femenina, dirigida por mujeres: admirado por sus Obras Apostólicas. Así que, queriendo denigrar al cristianismo, legó para la Historia, el admirable ejemplo de las Mujeres Apostólicas.
Que las mujeres de hoy, lo sepan e imiten a la Santa, y no solamente se llamen Magdalenas; sino que también lo sean.
Ellas: las Magdalenas fueron las que enseñaron al cristianismo naciente a amar a Jesucristo, y por ese amor que la precipitó a abrazar a Jesucristo y ya no soltarlo, y vivir para dar a conocer su resurrección…al mismo Papa de entonces (Pedro), a los obispos del siglo I (los Apóstoles); lo mismo que a convidarlo a los hermanos. Verlo, palparlo y encontrarlo en las obras de misericordia: corporales y espirituales.
Así fue cómo desde el s.II brotaron por muchas partes Organizaciones de mujeres en favor de mujeres: jovencitas o damas regenerables. Construyeron escuelas, asilos y conventos de damas nobles e intachables que dieron su vida y su riqueza para la asistencia cultural y apostólica de todos, inspiradas en la Magdalena.
En Italia (1250): proliferaron Las Hermanas Magdalenas, que daban su vida, sus recursos y su amor por las mujeres “caídas”. Más que nada en Francia: donde sobresalieron las Hermanas Blancas, así llamadas por su hábito blanco: voz de la Resurrección que resucita. El inmortal Concilio de Lyon habló de ellas (1274). En Alemania, Die Schwester, o Hnas. de Santa Ma. Magdalena, fueron fundadas en Worms (1224), por el Cardenal, Rudolf de Worms.
Eso es celebrar a Santa María Magdalena: conociendo sus ejemplos y practicando sus virtudes. Eso es vivir el in se (los Santos) pro me: (imitarlos), siguiendo a Jesucristo, paso a paso