Lic. Jesús Castillo Calzada
El Neoclasicismo es un movimiento estético que va desde el siglo XVIII hasta mediados del XIX, y que surgió como oposición al Barroco y al Rococó; ya que venía a reflejar en las Artes de manera sublime, los principios que la Ilustración representaba; pues colocaba la razón sobre la imaginación, el intelecto sobre la creación y la disciplina sobre la inspiración.
Como testigo tangible del llamado “Siglo de las Luces”, buscaba en sus formas, manifestar la esencia del pensamiento nacido del despertar intelectual, por lo tanto no es de extrañar que la luminosidad, la exactitud y el equilibrio sean elementos fundamentales de las expresiones artísticas neoclásicas.
El Neoclásico no sólo buscó inspiración en el pensamiento de los antiguos Filósofos Griegos o en la Estructura Política Romana, también retomó los modelos de la Antigüedad y se impuso un lenguaje frío, severo y solemne, donde lo helénico se convierte en norma académica; expresando así en la Pintura y en la Arquitectura, la rectitud de sus principios.
En cuanto a la Pintura Neoclásica, al no contar con modelos antiguos, los artistas, al igual que en la Escultura, debieron inspirarse en las estatuas griegas, lo que exaltó su belleza, la maestría de su manufactura y la exaltación de su carácter alegórico. La representación de héroes griegos y la sobriedad de sus obras, le valieron el beneplácito de los críticos, pues era clara la base filosófica de este movimiento.
La Arquitectura Neoclásica fue la más fuertemente marcada por los ideales clásicos y en las construcciones erigidas, durante este periodo es posible apreciar con grandísima claridad la línea estética de los templos grecorromanos, en cualquier tipo de edificio, ya sea civil o religioso.
La recuperación del pasado es sin duda su principal característica, esto llevó al Neoclásico a ser considerado como una cara del Romanticismo. Aunque esta ideología buscaba de la racionalización por encima de la religión, sus más grandes y hermosas manifestaciones son en mayor número iglesias; sin embargo, existen también un buen número de ejemplares en obras civiles.
En nuestro país, el Neoclásico llegó a fines del siglo XVIII, cuando la Ciudad de México se sometía a una serie de obras de transformación que siguen las concepciones urbanísticas formuladas en Estilo Neoclásico. Este furor por la construcción cayó en un sueño profundo, y no fue sino hasta después de la Independencia, cuando despertó con toda su fuerza durante el Porfiriato; una época de grandes avances y desarrollo para México.
Muchas iglesias optaron por éste Estilo; desapareciendo lamentablemente obras muy valiosas heredadas del Barroco traído por los Españoles a las nuevas tierras. Fachadas repujadas y retablos dorados fueron sustituidos por los concebidos en Estilo Neoclásico, tan bellamente limpios, solemnemente fríos y moderados en su ornamentación.
Los máximos exponentes de este Estilo en nuestro país son sin duda el Pintor José María Velazco Gómez, famoso por sus hermosos paisajes; Manuel Tolsá, Maestro Arquitecto del Neoclásico, cuyas obras son vastas en la Ciudad de México, las más importantes: el Palacio de Minería, el llamado “Caballito” (una Estatua Ecuestre de Carlos IV) y las Obras de Conclusión de la impresionante Catedral Metropolitana de México.
Fuera de México, encontramos en nuestro continente ejemplos claros como la Casa Blanca, el Capitolio y el Monumento a Lincoln en Estados Unidos, o la Catedral Metropolitana de Buenos Aires en Argentina.
Aunque este Estilo tuvo su ocaso antes de la llegada del siglo XX, no perdió vigencia, puesto que se siguieron creando obras aún en nuestros tiempos, bajo el espíritu Neoclásico; la más reciente fue la Catedral de Toluca, del Arquitecto Vicente Mendiola Quezada.
Sin duda este Estilo constituyó uno de los momentos más importantes para la historia del arte, y junto al Gótico y al Barroco, forman parte de la época de oro de las manifestaciones artísticas, mismas que sobreviven hasta nuestros tiempos, como testigos mudos del caminar del hombre por este mundo.