P. Ranulfo Rojas Bretón
Por primera vez se enfrentaron en una final de la Copa Libertadores de América (El torneo másañejo del mundo futbolístico) dos de los equipos que más pasión despierta en el mundo del Fútbol, Boca contra River y el resultado pasó segundo término. Lo acontecido alrededor del partido fue lo más importante aunque de manera negativa.
Para quien conoce de fútbol, sabe que se trata del Clásico más pasional del mundo. Hay clásicos importante como el Real Madrid contra Barcelona, que es el más seguido mundialmente, pero el Boca – River se vive con la pasión desmedida y desbordada y la final de La Libertadores lo demostró.
Tan bonito que es el fútbol, y más los clásicos, como para echarlos a perder por gente que no ve la diferencia entre rivalidad y enemistad, que cree que el fútbol es una guerra y que involucra más que una victoria o una copa. Recuerdo al Papa Juan Pablo II decirle a los futbolistas antes de un mundial: “que el fútbol no esté por encima del hombre”. Y es que si bien hay muchos intereses alrededor del fútbol, lo cierto es que el aficionado cuando se convierte en radical, cree que se involucra la vida misma.
El Clásico Boca – River se catalogó de altísimo riesgo y los hechos no sólo lo comprobaron sino que exhibieron los límites de la seguridad ante la violencia de los “fanáticos”. En este clásico pasó de todo, se suspendió por lluvia, se clausuró la Bombonera (estadio de Boca Juniors) por sobrecupo en un entrenamiento a “puerta abierta” –alcanzó record de asistencia- que por cierto ya provocó desmanes; se aplazó por la violencia contra el autobús y jugadores de Boca al llegar al estadio de River y ahora el desenlace está en suspenso ¿No se sabe cuándo ni dónde se jugará? Sin duda, ha sido un clásico para recordar pero tristemente. El resultado ya importa poco.
Esta semana comienzan las finales en el fútbol mexicano, ¿nos habrá enseñado algo la experiencia vivida en Argentina? ¿Podremos ir como familia a los estadios a ver los partidos, seguros de que no tendremos problemas de violencia? ¿Se podrá convivir con seguidores del equipo rival en las gradas de los estadios y ver a portadores de playeras de equipos rivales compartiendo sin problemas? En México aún se ve todo esto, valdría la pena no echarlo a perder.
Hace años, Jesús Martínez dirigente del Pachuca importó de Argentina las famosas “Barras” y con ellos se acabaron las porras familiares, trajo de Argentina a dirigentes de barras que enseñaron a los mexicanos a organizarse para cantar, saltar, ofender –lo que pasaba en la cancha dejó de importar- y con ello, se comenzó a importar el espíritu de violencia, así aparecieron las “Barras Bravas” de los distintos equipos, “la Ultra” , “la Monumental” “La Rebel”, “los Libres y Locos” “la Perra Brava”, “La Sangre Azul”, etc. Cierto que se ha intentado frenar y ojalá se logre. Estas finales serán una prueba de fuego para las autoridades deportivas y la misma liga Mx., o se logra la convivencia en paz o seguiremos viviendo la zozobra de los brotes de violencia. No olvidemos que apenas en el clásico del Norte la violencia se hizo presente en las calles de Monterrey, así que no estamos ajenos al problema, ni lejos de una situación alarmante.
Por el bien de la paz, hoy tan necesaria en nuestro México hagamos que el deporte y especialmente el fútbol no esté por encima de la vida y dignidad de la persona humana.