P. Ranulfo Rojas Bretón
Llevamos años de celebrar el aniversario de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos que se elaboró en 1917 y que continuó con los esfuerzos de la Constitución de 1857. Es más, el día se celebra con un descanso obligatorio que hace unos años se trasladó al lunes de esa semana para tener así un famoso “puente mexicano”, y celebrar que un día se promulgó la Constitución que está rigiendo la convivencia entre mexicanos que por cierto, desde su promulgación hasta la fecha, ha recibido ya muchas reformas que sería muy difícil señalar todos los cambios a la Constitución.
Me he preguntado muchas veces ¿qué tanto merece la pena celebrar un día de promulgación de tan sonado documento? Me parece que lo importante no es tanto tenerla sino buscar su cumplimiento. La Constitución es el documento base para hacer posible el ESTADO DE DERECHO, lo pongo en mayúsculas porque se trata del ideal de un gobierno, tener una herramienta que haga posible vivir en un Estado de Derecho, en el que se garanticen los Derechos Humanos y se ejerzan las obligaciones, todo ello, en favor del Bien Común.
Dedicar un día a celebrar la promulgación es parte de la liturgia social que a semejanza del calendario religioso se intentó en el año civil y la Constitución se erige como el libro sagrado de la sociedad civil. Así como se jura por ejemplo en los Estados Unidos con la mano sobre la Biblia, así en nuestra patria se jura “guardar y hacer guardar la Constitución y las leyes que de ella emanen”.
Actualmente, el Presidente López Obrador, ha impulsado la llamada “Cartilla Moral” firmada por Alfonso Reyes en 1944 que intenta proponer una ética para la convivencia de los individuos. El presidente quiere reforzar el cumplimiento del deber legal con el deber moral. Tratar de tocar la conciencia de la gente para que se porte bien. Me parece una buena idea pero si no se aplica la fuerza del Estado para buscar el cumplimiento de la ley convencidos de que “nadie está por encima de la ley” y quien la trasgreda debe estar sujeto al “peso de la ley” sin importar quien sea, tal como se dice: “caiga quien caiga”, entonces no servirá de nada la llamada cartilla moral y se tratará de simples “llamadas a misa” que le harán caso quienes quieran. La Constitución Moral que propone el Presidente tiene que ver más con la conciencia moral que con la convivencia legal. Estoy convencido que tal como dice el presidente, la gente es buena, pero también estoy convencido de que se ha pervertido la conciencia y hoy con facilidad se hace el mal que no se debe hacer y se cae en prácticas de corrupción y maldad. Por esta razón se necesita la fuerza del Estado que haga valer la ley y el orden.
Estoy convencido de que más que celebrar la promulgación de la Constitución habrá que promover su cumplimiento para que los 136 artículos y los 19 transitorios que la conforman no sean letra muerta.