Pbro. Lic. Ranulfo Rojas Bretón
La vocación, si bien es una llamada de Dios que pide una respuesta libre y generosa, siempre requerirá de las mediaciones y de los formadores que ayuden a madurar y a encausar dicho llamado. Recordemos que Samuel fue llamado y quien lo guió fue el Sacerdote Elí. San Pablo recibió la guía del anciano Eneas. San Pablo le recuerda a Timoteo que quienes lo guiaron fueron su abuela Loida y su madre Eunice. Obviamente los formadores inmediatos de la vocación de Jesús fueron José y María. Frecuentemente se discute la conciencia de Jesús como Mesías. Hay quienes afirman que desde pequeño Jesús tuvo clara conciencia de su misión mesiánica y se apoyan en el texto de Lucas que nos relata el episodio de Jesús perdido y hallado en el templo y su afirmación: “¿Por qué me buscaban, que no saben que debo ocuparme de las cosas de mi Padre?” afirmación hecha apenas a los doce años. También hay quienes afirman que la conciencia de Jesús fue madurando hasta que al ser bautizado por Juan comenzó su vida pública.
Lo cierto es que al decidir asumir la naturaleza humana, el Hijo de Dios asumió los procesos propios del desarrollo humano y con ello la necesaria formación integral de su ser humano. Jesús aprendió a hablar, a conocer, a comunicarse, a convivir y eso se expresa con la escueta afirmación de Lucas: “el niño Jesús iba creciendo en estatura, en sabiduría y gracia, delante de Dios y de los hombres”. Este crecimiento es obvio que fue tarea de sus padres.
Dejando por hoy, la labor de la Virgen María como Madre y Maestra de Jesús, me referiré al aporte de José en la formación vocacional de Jesús. Solo me referiré a un valor que aparece muy presente en Jesús y que estoy convencido que fue enseñado por José de manera muy especial, y se trata del valor de la familia. Jesús recurre muchas veces en su enseñanza a la imagen de la familia. Su unidad, su pertenencia, la donación por la familia, son características de alguien que tiene en su vida muy claro el significado de la familia. No podría Jesús decir: “si un padre de familia supiera a qué hora llegaría el ladrón, estaría vigilando y no permitiría que se le metiera por un boquete”, o bien: “¿Qué padre de familia le da a su hijo una piedra cuando éste le pide pan, o le da una serpiente cuando éste le pide pescado?”. La imagen del padre protector de la familia, Jesús la tiene tan fresca que no podría ser parte de su Magisterio sino la hubiese aprendido de su papá. Es muy seguro que la imagen de José protegiendo a su familia al grado de llevársela a Egipto para que Herodes no le quitara la vida estaría acompañando la vida de Jesús.
Dar la vida por los suyos, será una característica exigida por Jesús para quienes quieren imitarlo: “Yo soy el Buen Pastor, yo doy la vida por mis ovejas”, nadie puede llamarse Buen Pastor si abandona a las ovejas. Ese es un mercenario, le importa la paga pero no las ovejas.
La imagen de José, seguro que también le permitió a Jesús experimentar a Dios como el Padre protector y providente, a quien hay que acudir “con insistencia y sin desfallecer”. Jesús aprendió que Dios podía atender a sus hijos que “claman día y noche” porque seguramente muchas veces clamó a José para pedir y sabía que su papá le daría lo que necesitaba. Es fácil tener la experiencia de Dios como Padre si uno tiene un padre que es como Dios y Jesús lo tuvo en José. No había necesidad de tanta enseñanza cuando lo que veía Jesús era su mejor cátedra.
La unión de Jesús con su Padre Dios, solo es posible después de la experiencia de unión con su padre José: “Padre tú siempre me escuchas”. La conciencia de cercanía, de apoyo, de escucha de Dios es más fácil si Jesús sentía todo esto con José.
¿Qué importante será que los papás aprendan de José para acompañar el crecimiento vocacional de sus hijos? Si un papá tuviese conciencia de la enseñanza que da a sus hijos con su comportamiento, con sus actitudes, con todo lo que sus hijos le ven hacer, seguramente que evitaría cosas que signifiquen una enseñanza equivocada para ellos.
José es nombrado el Protector de la Iglesia y es que si protegió a su familia, no se debe de dudar que seguirá protegiendo a su Hijo y la Iglesia es cuerpo de su hijo Jesús. De la misma manera seguirá protegiendo a la Iglesia Esposa de su Hijo y junto con su Hijo a María su Madre y Madre por tanto, de la Iglesia.