Julio C. Salcedo Aquino, m.j.
Obispo de Tlaxcala
El mes de marzo está dedicado a san José. ¿Por qué la Iglesia, a través de los siglos, se ha puesto bajo su protección? Son innumerables los testimonios de esta confianza en san José. Así, recordamos que el Primer Concilio Provincial Mexicano, en 1555, proclamaba a san José como Patrono de la Iglesia que nacía en estas tierras: «…y considerando los méritos y prerrogativas de este glorioso santo, la grande devoción que el pueblo le tiene, y la veneración con que de los indios y los españoles ha sido, y es venerado, recibimos al dicho glorioso san José por Patrón general de esta nueva Iglesia…”
Y el Tercer Concilio Provincial, en 1585, renovó este Patronato: “Siendo en verdad extraordinaria la devoción con que se honra, obsequia y reverencia en esta Provincia al Castísimo Patriarca Señor san José, esposo de María Santísima, por cuyos méritos e intercesión puede creerse piadosamente que la Nueva España, ha sido favorecida de Dios con peculiares beneficios…, este Concilio, renovando y confirmando aquella proclamación…»
El 8 de diciembre de 1870, Su Santidad Pío IX proclamó a san José Patrono de la Iglesia universal –el próximo año será el 150 aniversario de este acontecimiento–: «Y, como en estos tristísimos tiempos que corren, la Iglesia se encuentra agredida por todas partes por sus enemigos y oprimida por tan gravísimas calamidades que los hombres impíos se persuaden que ha llegado el tiempo en que las fuerzas del infierno prevalecen contra ella (…), nuestro Señor el Papa Pío IX, conmovido por la presente y luctuosa condición de las cosas para poner a sí Mismo y a todos los fieles bajo el potentísimo patrocino del santo Patriarca José, quiso satisfacer los votos y lo declaró solemnemente Patrono de la Iglesia Católica» (Quemadmodum Deus).
El 19 de marzo de 1961, san Juan XXIII proclamó a san José Patrono del Concilio Vaticano II e introdujo su nombre en el Canon Romano. Por su parte, san Juan Pablo II afirma: «El Patrocinio de san José debe ser invocado “sobre todo como aliento en su renovado empeño de evangelización en el mundo y de reevangelización en los países y naciones que están ahora sometidas a dura prueba”» (Custodio del Redentor, 29).
Los obispos en Aparecida afirmaron: “San José, el silencioso maestro, fascina, atrae y enseña, no con palabras, sino con el resplandeciente testimonio de sus virtudes y de su firme sencillez. Nuestros pueblos nutren un cariño y especial devoción a José, esposo de María, hombre justo, fiel y generoso que sabe perderse para hallarse en el misterio del Hijo” (274).
El Papa Francisco, al iniciar su Pontificado, comentaba: «Debemos poner nuestros ojos en el servicio humilde, concreto, rico de fe, de san José y, como él, abrir los brazos para custodiar a todo el pueblo de Dios y acoger con afecto y ternura a toda la humanidad, especialmente a los más pobres, a los más débiles y a los más pequeños. Sólo aquél que sirve con amor sabe custodiar» (19-III-2013).
San José ha acompañado los procesos de evangelización de la Iglesia; en efecto, el padre José María Vilaseca, Fundador de la Familia Josefina, afirmaba: “San José va delante de nosotros en la predicación evangélica”; por esto, con confianza le llamaba: San José de la Misión. Y en nuestra diócesis, como parte de estos procesos, encontramos en los templos un testimonio y una rica expresión artística de la protección de san José sobre nuestros pueblos. Queremos encomendar también al Patrono de la Iglesia universal nuestro próximo Proyecto Pastoral evangelizador, que se está elaborando y que, Dios mediante, promulgaremos en la celebración del V Centenario de la primera misa celebrada en Tlaxcala, el próximo 23 de septiembre.
Ésta es la razón por la que celebramos un Año Jubilar Eucarístico, iluminado también por las palabras del Papa Pío IX: “San José alimentó y nutrió con solícito cuidado al que el pueblo cristiano había de tomar como Pan del cielo para conseguir la vida eterna”. Esta verdad está plasmada en una frase sobre el altar de san José del templo franciscano de Santa Ana, Chiautempan: “Si queréis el verdadero Pan del cielo, id a José