Pbro. Lic. Ranulfo Rojas Bretón
“Cristo Ayer y Hoy; Principio y Fin; Alfa y Omega; Suyo es el Tiempo y la Eternidad”, estás son las palabras que acompañan un Rito muy significativo en la Noche de Pascua, en la Bendición del Cirio Pascual, cuya razón es ser Símbolo de Cristo Resucitado, las palabras antes dichas, van ligadas a gestos hermosos. Si usted es observador verá que en el Cirio Pascual está una cruz y en la parte alta la letra Alfa (primera letra del alfabeto griego) y en la parte inferior la letra omega (última letra del mismo). Tiene también inscrito el año que se está viviendo, por eso es “el Año del Señor”. Las palabras muestran una convicción: la Resurrección de Cristo no es un hecho del pasado que se recuerda, tampoco es una representación, sino que se trata de un acontecimiento siempre presente, por eso se repiten las Palabras Bíblicas “Cristo Ayer y Hoy”. Cristo Resucitó hoy, y quiere que mientras llega la Resurrección de todos nosotros; eso que confesamos en Domingo a Domingo cuando decimos que esperamos la Resurrección de los muertos, quiere que la experimentemos, que resucitemos o sea, que pasemos de la muerte a la vida en muchos aspectos de nuestra vida.
La Religión Católica tiene como centro el acontecimiento de la Resurrección de Jesús. San Pablo lo expresa de manera contundente: “Si Cristo no resucitó nuestra fe sería vana”. Porque hablaríamos de Jesús como de muchos personajes tanto Religiosos como Sociales muy especiales, como Gandhi, Mahoma, Sócrates y muchos más que han hecho mucho por su sociedad, verdaderos enamorados del hombre, “Filántropos” se dice, e incluso Personajes Bíblicos como Elías, Moisés, Samuel, Eliseo; Personajes que hicieron grandes milagros, muy venerados incluso sus mismas tumbas son lugares de peregrinaje como la del rey David, pero que cuando mueren ahí termina su tiempo y solo queda su recuerdo. Con la Resurrección de Jesús se marca la total diferencia y se muestra así su Divinidad, obvio es un asunto de fe. Pero la Resurrección de Jesús es el gran acontecimiento que sin embargo, no fue fácilmente recibido por los Apóstoles, que mostraron mucha incredulidad, algo que continuamente les reclamaba Jesús Resucitado.
Aunque en descargo de los Apóstoles debemos reconocer lo difícil que es aceptar la Resurrección. ¿Cómo es que Jesús a quien vieron morir y sepultar ahora según dicen, está vivo? El mismo Tomás hizo célebre el “hasta no ver no creer” porque cuando los demás le aseguraban que se les había presentado, él afirmaba: “Si no meto mis dedos en los agujeros de sus manos y si no meto mi mano en el agujero de su costado no creeré”. El mismo Jesús Resucitado tuvo que aparecerse cuando Tomás estaba presente y lo llamó y le hizo meter los dedos en los agujeros de sus manos y la mano en el costado diciéndole: cree. Por ejemplo, cuando Pablo en el Areópago en Atenas tuvo la oportunidad de expresar su mensaje, todos lo escucharon con interés pero cuando les dijo que Jesús Resucitó de entre los muertos, pues de manera burlona le dijeron: “de eso te oiremos en otra ocasión”.
¿Por qué era tan importante para Jesús que sus Discípulos creyeran? Porque al ser la Resurrección el centro de la fe. Tenía que asegurarse de que los Discípulos experimentaran la Resurrección porque ese sería su anuncio fundamental. Toda la Obra de la Salvación es creíble porque la Obra de Jesús es confirmada con su Resurrección. En varios pasajes se escuchará decir a los Apóstoles: “Nosotros Lo vimos Resucitado, estuvimos con Él, comimos con Él, Lo tocamos”.
Ahora bien, no basta aceptar la Resurrección, es necesario vivir la experiencia del Resucitado que lleva a cambiar de vida, dejar atrás lo que Pablo llama “el viejo yo” y dar paso al “nuevo yo” porque después de aceptar la Resurrección no se puede uno quedar indiferente. La vida cambia y a muchísima gente el encuentro con Jesucristo Vivo le ha cambiado totalmente la vida. El ejemplo puede ser el mismo Pablo, un hombre formado en el Judaísmo más radical, Fariseo, Discípulo de Gamaliel, respecto al cumplimento de la Ley; él mismo se califica “celoso”. Tan es así, que él mismo dice que cuando se entera de que hay algunos que viven contrarios a la norma del Judaísmo se convierte en perseguidor e incluso pide cartas para ir a Damasco y ahí tomar prisioneros a los seguidores del “Camino”. Y sin embargo, el encuentro con Jesucristo Resucitado lo hizo dar un cambio radical y de perseguidor se convierte en Apóstol y Misionero.
En nuestros tiempos la Resurrección sigue siendo el punto clave de la fe y motivo también del cambio que se puede operar en la vida de cada uno y en la vida de la comunidad porque el anuncio de la Vida Nueva exige la Vida Buena, las ganas de querer cambiar porque se acepta la invitación a la Renovación. En una de las oraciones de la Misa Pascual se lee que con motivo de la Resurrección “se levanta lo que estaba caído y lo viejo se renueva” y es que de verdad, cuando alguien acepta a Cristo Resucitado como norma de su vida, pues todo le cambia, puede perdonar a quien le ofende, dar la mano a quien necesita su ayuda, no se queda indiferente ante el dolor humano, se preocupa por lo que le pasa a quien le rodea. Puede llamar prójimo a todos especialmente al más necesitado. Se involucra en la vida social, se compromete con el progreso de su comunidad y la única razón es porque no puede dejar de anunciar esa Vida Nueva.
Hoy podemos todos tener la experiencia de la Resurrección, podemos pasar de la muerte a la vida, podemos dejar atrás la vida marcada por cosas negativas y abrirnos a la oportunidad de las cosas buenas. La gente nos necesita sonrientes, alegres, conciliadores, positivos, responsables, ser como decía San Francisco de Asís, instrumentos de paz, que donde haya odio llevemos amor, donde haya oscuridad llevemos luz y donde haya duda llevemos fe.