Pbro. Lic. Francisco Sánchez Ramos
En este tiempo donde hablamos del valor de la mujer en la sociedad, es importante centrar nuestra atención en la propuesta que hace la filosofía cristiana, de un modo singular en la propuesta doctrinal fenomenológica de Edith Stein. La identidad, la vocación de la mujer y su papel en la sociedad tienen una triple misión; ser imagen de Dios, dominar el mundo y procrear. En esta triple misión Edith Stein pone en su valor óptimo el papel de la mujer como madre, educadora y persona capaz de una profesión femenina y dotada de la misma dignidad que la del hombre.
Ante el pensamiento tradicional de que la mujer debe limitarse al que hacer del hogar y crianza de los hijos, Edith propone una reivindicación del valor de la mujer en la sociedad y aboga por un principio que obtuviese el acceso a una multiplicidad de profesiones femeninas. Sólo la mujer tiene la vocación de ser madre, la cual, no la limita para desarrollar otras profesiones propias de su feminidad. Fundamenta desde Tomás de Aquino y elementos de la fenomenología, explica los planos típicos del alma femenina: el pensamiento de la mujer tiende hacia lo vivo y personal, en lo teórico conoce de modo contemplativo y experimental, está orientada a participar en la vida del otro y a donarse en la compañía. Así mismo advierte que cuando su naturaleza no se desarrolla genuinamente se inclina a ocupar y preocupar, a la vanidad, los honores, reconocimiento y la curiosidad.
La tarea natural de la mujer es la maternidad y es en la profesión, sin menoscabo de las implicaciones y responsabilidades de la vocación a la maternidad y a la compañía, donde se presenta la ocasión para desarrollar todas las virtudes femeninas.
Con el influjo de la feminidad, la vida profesional puede encontrar una actuación bien diversa respecto a aquella debida sólo al hombre. La posibilidad de que una mujer ingrese en una o varias ramas profesionales, como ha sucedido a lo largo de los años en algunas sociedades, es una auténtica bendición para toda la vida social, privada o pública, porque ella custodia el específico ser femenino, es decir, la contribución de la mujer manifestada en el valor de sus actos, los valores propiamente de ella para la vida de toda la humanidad.
A manera de conclusión Edith propone que junto al papel de ser madre, la mujer puede desarrollar una profesión propia de su especificidad femenina, profesión que no demerita su rol de madre. A la luz de la doctrina fenomenológica de Edith Stein, la mujer puede desarrollarse como educadora, enfermera, maestra, profesiones que exigen el sentido de donación, y en el sentido sobrenatural propone la vida religiosa como una invitación que está más allá de lo terreno, ésta exige donarse con amor, hacerse toda de otro para poseer a ese otro es el deseo más profundo del corazón femenino porque está naturalmente orientado hacia el otro. Sólo Dios es capaz de aceptar ese don ilimitado y aceptarlo en manera que no se pierda el alma sino que la gane. Es el pleno don de sí, el principio de la vida religiosa y la única vía posible donde tienen cumplimiento los deseos femeninos.
[1] Edith Stein: académica erudita, intelectual de vanguardia y judía convertida al catolicismo. Incansable en la búsqueda de la verdad. Verdad que sólo alcanza el que se une por libertad al amor de Cristo.