LA CELEBRACIÓN
Esta solemnidad nos lleva al encuentro primeramente con Jesús en la celebración Eucarística y posteriormente adorarlo fuera de ella. La celebración de la Eucaristía es el centro de toda la vida cristiana, pues en ella se contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo en persona, nuestra Pascua y pan vivo que, por su carne vivificada da vida a los hombres. Por ello, conviene preparar bien nuestra solemnidad de Corpus, con la participación del equipo litúrgico, del coro y una digna ambientación dentro del templo flores, signos eucarísticos, que nos lleven a experimentar el misterio en dicha celebración.
Los momentos personales y comunitarios con Cristo Eucaristía fuera de la celebración nos ayudan a prolongar el clima de ésta, a preparar las actitudes justas para la siguiente celebración, a profundizar y a extender a lo largo del día nuestra unión con Cristo Jesús. Es conveniente que después de la celebración Eucarística haya un momento de adoración a Jesús sacramentado, que nos lleve a experimentar al Emmanuel, al Dios con nosotros. Para ello, se puede preparar un esquema de oración con cantos eucarísticos. Posteriormente, en el instante de la oración se puede culminar con una procesión en las principales calles de nuestras de nuestras comunidades. No obstante, en este día los Ministros Extraordinarios de la Comunión, pueden llevar a Jesús eucaristía a los enfermos.
Algo que tenemos que cuidar en nuestras parroquias es relegar el sacramento de la Eucaristía y dar más importancia al momento de adoración. Aún vemos personas que mientras esta la Eucaristía en vez de participar de ella prefieren irse al sagrario. Siglos atrás los fieles pensaban que la Eucaristía era para consagrar la hostia para la adoración y así la misa ocupaba un segundo lugar, en este sentido el concilio Vaticano II y los Papas posteriores dentro de ellos Juan Pablo II nos dice que la Eucaristía constituye una unidad con tres dimensiones: sacrificio que es la parte central de la Eucaristía y de ahí provienen la comunión y la adoración de tal manera que de la misa provienen las hostias consagradas que primariamente vienen guardadas para los enfermos y secundariamente para la adoración. De ahí que se pide en los documentos que la adoración eucarística tenga relación con la misa y que no se dé un relieve menor a la misa de la adoración.
Los fines del sacrificio Eucarístico son cuatro: dar gracias, adorar a Dios, reparar e impetrar. La adoración de Jesús en el sagrario es prolongación de la misa: Jesús nos espera en este sacramento de amor, no escatimar tiempo para ir a su encuentro, en la contemplación llena de fe. La adoración es la respuesta al amor de Dios.