Sem. Lic. Josué Reyes Sánchez
Hablar sobre san Juan Bautista, conocido como el precursor del Señor me permite hacer una analogía con el ser y que hacer del seminarista diocesano de Tlaxcala, puesto que estamos llamados, como todos los cristianos a ser: “Luz que arde e ilumina” (Jn 5,35). Nuestro deber es testimoniar sobre Aquel que es la Palabra para que sea conocido y experimentado con su luz: “Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, pues irás delante del Señor a preparar sus caminos” (Lc 1, 76).
San Juan Bautista es, entonces, el ejemplo obligado para reflexionar acerca de la llegada del Mesías, el reconocimiento de la grandeza del Señor Jesús es un parámetro que focaliza y culmina con la muerte de este gran santo de la Iglesia, seamos como él: “lámparas de la verdad”. Vamos a conocer un poco acerca de él.
Se sabe tanto por la Biblia como por la Tradición de la Iglesia que nació seis meses antes de nuestro Señor Jesucristo. El Evangelio de san Lucas nos narra su nacimiento y su vida oculta en su primer capítulo. Es tangible, por la forma del relato, que el anuncio de su nombre es solemne y se concluye claramente que es un elegido de Dios, porque él mismo elige su nombre. Cuando la Virgen María se encuentra con su prima Isabel, el pequeño niño salta de alegría en el vientre su mamá. ¡Qué dicha de que la Madre de Dios esperara hasta que naciera Juan! Posteriormente se dedicó, siendo ya joven, a la oración y a la penitencia, hasta ser conducido por el Espíritu Santo a predicar un bautismo de penitencia.
Los padres de Juan el Bautista son los santos: Isabel y Zacarías, este último exclama con un himno el agradecimiento a Dios a la par que vaticina el futuro de su pequeño hijo que acaba de nacer. San Juan anuncia la realidad del hecho salvífico en la persona de Cristo, anuncia un bautismo en el Espíritu que perdonará los pecados, presenta al Cordero de Dios. Juan no es una pantalla donde se refleja la luz sino que él da un claro testimonio de la luz. De entre tantos profetas él fue el elegido para anunciar al Señor. “Y, con otras muchas exhortaciones, anunciaba a la gente la Buena Nueva” (Lc 3,18). Bautizó en el río Jordán al que nos donó el bautismo.
Su martirio fue efectuado por denunciar lo evidente, el pecado del hombre causa incomodidad. Su sangre es la demostración de su fuerte adhesión a Cristo. Cabe resaltar que después de la Virgen María, es el único santo, del cual, la Iglesia celebra el día de su nacimiento.
Que por la intercesión de san Juan Bautista seamos también figuras de preparación para recibir cada día a nuestro Señor Jesucristo, que como este santo, no se hable de nosotros sin que se hable primero de Cristo, además de que lleguemos a ser fieles instrumentos de Dios para su pueblo.
“Lucerna ardens et lucens”