Hna. Angélica Hueyotlipa Mora
A razón de la reflexión anterior una joven me pregunto: cómo poder vivir y fortalecer una espiritualidad mariana más profunda, ya que se da cuenta que dentro de los cristianos se vive una devoción superficial, que se reduce a lo inmediato, incluso a lo mágico, unas tantas veces a la superstición; eso por un lado, por otro, cómo manifestar esta espiritualidad en su trabajo pastoral, además de cómo puede ser María su modelo de vida ya que, como ya se dijo, observa fanatismo, cómo puede María llevarle a una espiritualidad con Dios.
Lo primero que hay que decirle a ella, es que levante un poco más la mirada, que las manifestaciones de fe mariana no son propiamente María. Estas manifestaciones nacen precisamente de un encuentro mariano, son un diálogo constante de amor, en donde María es la interlocutora. Cierto es que este diálogo puede tantas veces ser imperfecto y reducirse a una fe infantil, sin embargo, este movimiento imperfecto nace de la gracia de Dios, es un preludio a la vida de la gracia, con su imperfección es un don, que necesita de la libertad del hombre para perfeccionarse. Sí, levantar la mirada para ver a María.
Ya decíamos en una de las reflexiones: la verdadera devoción a María nace de la imitación de sus virtudes, lo primero se puede hacer es contemplar a Nuestra Santísima Madre en el testimonio bíblico; María que conoce la escrituras, que conoce las promesas de Dios y está dispuesta a hacer su voluntad, en la anunciación, no le cuestiona el mensaje del Angel, le cuestiona la manera de hacerlo, la Tradición nos dice que Maria había consagrado su virginidad a Dios; María que en medio de la misión es pronta al servicio, inmediatamente de la anunciación se pone en marcha al encuentro de Santa Isabel; María que esta atenta a las necesidades de los demás, su atención la lleva a la acción, a la petición de intercesión ante el Hijo “no tienen vino”; María que contempla el misterio divino en silencio, que lo guarda y medita en su corazón; María que se mantiene fiel, incluso al pie de la Cruz; María que acompaña hasta el cumplimiento de las promesas en pentecostés.
Este diálogo mariano no se construye de las cosas extraordinarias, nace en lo más simple, ahí es donde podemos manifestar esta espiritualidad mariana: que la gente te vea con tu rosario en la mano en el camino, en el taxi, en la combi, en la cotidianidad de la vida. La gracia de Dios se irá encargando de perfeccionar este dialogo y poco a poco, en la mirada constante de la Madre irán saliendo palabras más profundas, las palabras de amor que sólo los amantes conocen. Que las personas, además, vayan reconociendo en tus actitudes a María, en tu oración, en tu paciencia, en tu pureza, en tu mirada.
Evidentemente, los que aspiramos a una vida consagrada, los que ya caminan en ella, sacerdotes, religiosas, necesitamos frecuentar este dialogo, mirar a la Madre. Ella nos enseñará las palabras aprendidas del Hijo, nos enseñará a Amarlo como Ella, a recibirlo como Ella, a ser perseverantes como Ella, a no huir del sufrimiento como ella