“Porque ¿Dónde hay una nación tan grande, que tenga unos dioses tan cercanos como el Señor, nuestro Dios, siempre que lo invocamos?” (Dt 4, 7)
Diac. Edgar Valladares Rojas
Si queremos entender qué significa esta fiesta es aconsejable contemplar con sencillez la figura litúrgica con que la Iglesia interpreta y celebra su sentido más profundo a través de tres elementos que constituyen lo especial de la figura festiva de este día.
1. Estar ante el Señor: Donde la unidad del único Señor nos reúne en un abrazo desde la cruz, que, trascendiendo las fronteras que traza la vida terrena, entremos, al recibir el único pan en la conversión de un organismo viviente y lleguemos a ser el único cuerpo del Señor. Esto implica la capacidad de trascender las diferencias (edad, sexo, condición social, grado de estudios, forma de pensar, intereses políticos, etc.) para formar una nueva y única realidad a partir del Señor a fin de ser uno desde Él. Es también una invitación a ser conscientes de que Dios siempre nos reúne y nos invita a abrirnos y a aceptar al otro y a mantener con los otros en la dispersión de la vida cotidiana la unión interior obrada por el Señor. Solo quien está en solidaridad con Dios puede estarlo de igual modo con unos y otros y posibilitar así en comunidad una actitud de humanidad.
2. Caminar con el Señor: Solo podemos estar junto a otros si antes en la compañía del Señor vamos unos hacia otros, en este salir y avanzar en el que trascendemos nuestros propios prejuicios, límites y barreras para llegar al lugar de encuentro. Avanzar juntos hacia Dios es abandonarse y dejarse conducir por Él. La procesión de Corpus Christi no es solo un mero caminar hacia el Señor, sino que es un caminar con el Señor que al hacerse Palabra y Pan, nos conduce por caminos de vida, porque el hombre no solo vive de Pan, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios (Dt 8, 3); pues solo caminando con el Señor podemos salir airosos en la peregrinación de nuestra historia y que solo puede conservar la dirección si es un caminar con Aquel que está en medio de nosotros a través de su Palabra y la Eucaristía. De esta manera, el progreso solo puede tener sentido si sabemos hacia dónde queremos ir, el mero movimiento no es por sí solo ningún progreso ya que puede ser también un viaje presuroso hacia el abismo. Corpus Christi le da a nuestra peregrinación por el mundo, su medida en Jesucristo y la libertad del hombre radica en discernir entre camino y rodeo, es reflexionar sobre la norma y meta de nuestros caminos.
3. Arrodillarse ante el Señor: El verdadero significado de la palabra ortodoxia no es la opinión correcta sobre Dios, sino la forma correcta de glorificarle, por eso el mandato original de Dios al Faraón es: Deja salir a mi pueblo para que me rinda culto en el desierto (Ex 7, 16) y San Ireneo advierte que “La gloria de Dios es el hombre que vive pero la vida del hombre es la visión de Dios”. En consecuencia la grandeza del hombre está en la capacidad de recibir a Dios y esto sólo puede consistir en inclinarse ante Él, en glorificarlo, en adorarlo; al doblar la rodilla no queda suprimida la libertad del hombre, sino que es verdaderamente asumida y hecha definitiva, pues Aquel a quien adoramos no es poder lejano, sino es el mismo que ya antes se ha hincado ante
nosotros para lavar nuestros pies, inclinarse es internarse en su amor que no esclaviza sino transforma, es un amor que no se consume sino que se dona y al donarse recibe, al donarse no se agota sino que se renueva. Por esto Corpus Christi es una confesión de amor donde el misterio de la Transubstanciación, es el aspecto central de este día y que necesitamos hoy más que nunca.