Jesús Eucaristía: En el centro está Jesús, que se hizo alimento y da vida. La misión de la Iglesia es anunciar la buena noticia del Reino de Dios a los pobres y a los pecadores. Evangelizar constituye la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda: dar testimonio de Dios revelado por Jesucristo mediante el Espíritu Santo.
La estrella: María es la “Estrella de la primavera y la nueva evangelización”. Primera, porque María ha acompañado al pueblo tlaxcalteca en el proceso de inculturación del Evangelio a lo largo de la historia, y nueva, porque nos acompaña en esta hora de la Iglesia, ante un mundo que tiene sus luces y sombras. Jesucristo, luz de los pueblos, quiso hacerse presente en el pueblo tlaxcalteca por medio de María, Madre eucarística; su fe en Jesús ha brotado y se ha fortalecido, mirando el rostro de María. La imagen de Nuestra Señora de Ocotlán, Patrona de la Diócesis, tiene como fondo una estrella; ésta es la que se presenta en el escudo.
Las palmas: Símbolo de los Niños Mártires de Tlaxcala, Cristóbal, Antonio y Juan, Protomártires de América, primicias de la evangelización, frutos de la acción del Espíritu Santo.
En el escudo, los Niños Mártires se representan brotando de la cultura tlaxcalteca, que acogió generosamente la fe en Jesús, por medio de María. Estos testigos del Evangelio alientan y acompañan ahora nuestro ser de discípulos misioneros de Jesús.
La Malinche: Simboliza a Tlaxcala, que, a lo largo de su historia, se ha alimentado con el pan de la Palabra de Dios y el pan de la Eucaristía. De aquí brotan su fuerza y los frutos de santidad.
La azucena: Símbolo de san José, esposo de María, Patrono de la Iglesia universal. José, padre del primer Misionero y Evangelizador, protege y fecunda, con su patrocinio, la obra evangelizadora de la Diócesis de Tlaxcala.
Los Obispos, reunidos en el primer Concilio Provincial Mexicano, celebrado en 1555, proclamaron a san José Patrono de la Nueva España.
Lema: De san José dice el Evangelio: “Hizo lo que el ángel del Señor le había, mandado y recibió a su esposa”, así acogió la voluntad de Dios. San José, al igual que cuidó amorosamente a María y se dedicó con gozo empeño a la educación de Jesucristo, también custodia y protege su Cuerpo Místico, la Iglesia. Esta disponibilidad al misterio de la Encarnación ilumina, anima e impulsa todo servicio eclesial.