+ Julio C. Salcedo Aquino, m.j.
Al día siguiente de mi Ordenación Episcopal (31 de agosto de 2017), presidí en el templo de San José, ubicado en el centro de la Ciudad de Tlaxcala, mi primera misa como Obispo en la Diócesis. A él encomendé mi Ministerio Pastoral, como lo hice el día anterior por la noche ante la imagen de Nuestra Señora de Ocotlán, en su Basílica.
¿Por qué encomendarme a san José, Esposo de María y Padre Especial de Jesús? Porque San José ha acompañado los Procesos Evangelizadores de nuestros pueblos y la Iglesia ha reconocido siempre su patrocinio. En efecto, en 1555, el Primer Concilio Provincial Mexicano proclamaba a San José como su Patrono:
“…y considerando los méritos y prerrogativas de este glorioso Santo, la grande devoción que el pueblo le tiene, y la veneración con que los indios y los españoles ha sido, y es venerado, recibimos al dicho glorioso San José por Patrón General de esta nueva Iglesia…”.
Y el Tercer Concilio Provincial, en 1585, renovó este Patronato:
“Siendo en verdad extraordinaria la devoción con que se honra, obsequia y reverencia en esta Provincia al Castísimo Patriarca Señor San José, Esposo de María Santísima por cuyos méritos e intercesión puede creerse piadosamente que la Nueva España, ha sido favorecida de Dios con peculiares beneficios… este Concilio, renovando y confirmando aquella proclamación…”.
Así, pues, cuando el Continente Americano nació a la luz del Evangelio, nuestros padres en la fe se acogieron al Patronato de San José.
Esta devoción a San José y la confianza en su patrocinio, nuestro pueblo tlaxcalteca las ha plasmado en el arte religioso de los diversos templos a lo largo y a lo ancho de nuestra Diócesis. En una de mis visitas que estado realizando a las comunidades parroquiales de nuestra Diócesis, al llegar al templo de Santo Toribio de Astorga, en Xicohtzinco, me encontré con un cuadro pequeño que está en uno de los cruceros: es un hermoso óleo de San José.
San José conduce con seguridad a Jesús; toma con su mano derecha la mano izquierda de Jesús; Jesús se deja conducir. La mirada de Jesús es de candidez y confianza, y se cruza con la de San José, quien lo ve con ternura y admiración. José porta en su mano una vara con un follaje floreciente, signo de su Paternidad Especial y de la Autoridad que Dios Padre le concedió. Jesús lleva en su mano derecha un pequeño cesto que contiene sencillos instrumentos de carpintería, significando el aprendizaje no sólo del oficio de su padre, sino del caminar humano. José va revestido con su túnica verde y su manto amarillo-café, y Jesús va con una túnica color rojo (mate, degradado) y manto azul.
Este óleo invita a la contemplación y nos traslada a los Evangelios de la infancia. Jesús encontró en San José un Padre, un Guía, un Referente de Vida, y junto con María, una casa, una familia, un hogar; en este ámbito se preparó para su Misión. Hay, pues, muchos óleos e imágenes que expresan la devoción de nuestro pueblo y su cariño por San José. Los Obispos en Aparecida expresaron este amor con un hermoso texto:
“Nuestros pueblos nutren un cariño y especial devoción a José, Esposo de María, hombre justo, fiel y generoso que sabe perderse para hallarse en el Misterio del Hijo. San José, el silencioso maestro, fascina, atrae, y enseña, no con palabras sino con el resplandeciente testimonio de sus virtudes y de su firme sencillez” (nº 274).
San Juan Pablo II invitó a toda la Iglesia a invocar el Patrocinio de San José:
“sobre todo como aliento en su renovado empeño de Evangelización en el mundo y de Reevangelización en los países y naciones que están ahora sometidos a dura prueba” (Custodio del Redentor, 29).
Nuestra Diócesis necesita este Patrocinio, pues se encuentra ante grandes desafíos eclesiales y sociales, cada vez más exigentes, y que sólo San José, que cuidó y protegió la vida de Jesús, nos puede guiar en los Procesos Evangelizadores, que implican el cuidado de la vida en todas sus etapas. Por este motivo, he grabado en mi báculo episcopal una imagen de San José; se trata de San José de la Misión, que el Padre José María Vilaseca, Fundador de la Familia Josefina, consideraba como aquél que va delante de nosotros en la Evangelización. Él me guía en este camino.
Que San José, Esposo de María, nos acompañe ahora que hemos iniciado la elaboración del nuevo Plan Diocesano de Pastoral. Esperamos que pronto se reabra el templo de San José, que se encuentra en el corazón de la Diócesis, dañado por el sismo del pasado mes de septiembre. Nuestro pueblo necesita implorar la protección del Custodio de la vida y del amor.
San José, Protector de la Iglesia universal. Ruega por nuestra Diócesis.