Pbro. Ranulfo Rojas Bretón
Continuamente traigo a la memoria la anécdota de una entrevista a unos japoneses sobrevivientes a la derrota en la segunda guerra mundial, cuando les preguntaron sobre la motivación que tuvieron para que al ver destruida y derrotada a su nación, pudieran sobreponerse y al paso de poco tiempo volver a ser una potencia mundial. Ellos comentaron que al ver destruida su ciudad y contemplar la desolación que había, ya no tenían esperanza, no había ya nada porque luchar y simplemente contemplaban en silencio la destrucción provocada por los bombardeos. En esa situación hubo algo que los sacó de su ensimismamiento, los niños después del impacto de la destrucción y en medio del dolor de tanta perdida, estaban jugando entre los escombros y reían como locos, felices de poder jugar. Ellos, -los adultos- contemplaron la escena y de pronto tomaron conciencia: “por ellos valía la pena volver a poner de pie a su país”. Fue así como la risa y los juegos infantiles motivaron a los japoneses a levantarse y reconstruir su país. Los valores de su cultura como la honorabilidad, la disciplina favorecieron su logro.
Tal vez nuestra patria mexicana esté pasando por momentos muy difíciles, hay pobreza, violencia y muchas situaciones adversas, es posible que muchos caigamos en la depresión y sintamos que ya no hay salida. Incluso puede ser que haya quien ya no quiera luchar o no le vea sentido, más aún, quizá haya quienes ya quieran apagar la luz y cerrar la puerta para olvidarse de todo. Pero, la vida nos regala oportunidades y estos días he visto a los niños sonreír, he visto a las escuelas hacer eventos que han provocado las risas infantiles.
Nuestra parroquia dedicó una semana a pedir por los niños y en las misas del domingo además de darles las primeras bancas y con los movimientos y grupos ofrecerles un detalle se logró que los niños se sintieran lo que deben ser: el centro de atención de nuestra iglesia.
Estos días, los niños están sonriendo en el zoológico, en festivales con payasos, en kermeses escolares, en convivios con abundancia de golosinas, regalos y tantas cosas organizadas para ellos que los hacen felices y al ver su alegría y felicidad nosotros los adultos también debemos tomar conciencia de algo: por ellos vale la pena levantar nuestro país; por ellos vale la pena levantarnos cada mañana y trabajar con intensidad para dejarles un mejor mundo que el que nos encontramos.
La sonrisa infantil es la gran motivación para dejar prácticas agresivas y dañinas, pero es necesario tomar conciencia de ello. Cada uno de nosotros debe preguntarse ¿Estoy ayudando a que la sonrisa de los niños se prolongue? ¿El verlos jugar, sonreír, disfrutar, me motiva a algo? La verdad a mí como a los japoneses, la alegría y la sonrisa de los niños me motivan a ayudar a mi sociedad, tal vez no pueda hacer mucho, pero estoy seguro de que sí puedo ayudar a encender una pequeña luz de esperanza, y creo que si yo enciendo una luz y hay alguien más que también la enciende, si imitamos la honorabilidad y disciplina de los japoneses y seguimos su ejemplo también nosotros podremos levantar a nuestro país y construir un mejor lugar para que los niños sigan jugando, para que sigan sonriendo, para que sigan felices. ¡Esa debe ser nuestra tarea! No todo está perdido, aún estamos nosotros que podemos hacer mucho y que tenemos una gran motivación para hacerlo: la sonrisa de los niños.