Pbro. Ranulfo Rojas Bretón
Me ha llamado la atención el llamado que el papa Francisco ha hecho repetidamente a “celebrar”. Dice el papa que el creyente debe estar pronto a “celebrar los pequeños logros”. Me parece que es consciente de que en estos tiempos llenos de dificultad, el hecho de poder vivir experiencias que nos alegren aunque sea un poco, no pueden pasar desapercibidas y por tanto, hay que celebrarlas. Así que un nacimiento, un bautizo, la compra de un auto, o un terreno, o un negocio que se emprende, en fin tantos episodios de vida hay que celebrarlos.
Cuando presido un matrimonio, normalmente recomiendo a las parejas que la fecha de matrimonio se convierta en un momento celebrativo, que festejen no solo el día que se casan, sino que a partir de esa fecha cada año puedan festejar su primer aniversario, su segundo, su tercero, y así cada año. Porque la fecha de boda cambia radicalmente sus vidas y la alegría del matrimonio se debe prolongar año tras año. Además me parece que el hecho de tener festejo y recordar, rejuvenece el deseo matrimonial y el gusto de seguir compartiendo la vida tal y como lo decidieron en la fecha escogida. Celebrar ayuda a renovar las convicciones y las promesas dichas en el rito matrimonial. Quien no celebra corre el riesgo de olvidar y con ello dejar de cumplir o de mantener fresca la ilusión del comienzo.
He vivido con mucha alegría el celebrar un año más de vida y celebrar un aniversario más de vida sacerdotal. Recuerdo que Mons. Trinidad Medel Pérez (DEP) obispo de Tula, una vez que el Obispo Luis Munive me otorgara las “cartas dimisorias” documento que se extiende para que un obispo autorizado, ordene válidamente a un sacerdote que por Derecho no le corresponde –en mi caso yo era Diácono de la Diócesis de Tlaxcala y por tanto mi obispo era Don Luis Munive-, me preguntó si había una fecha que me gustaría para mi ordenación y yo presto le contesté: “el 27 de mayo que es día de mi cumpleaños, por ser una fecha significativa y porque además era viernes y eso favorecería para que algunos de los sacerdotes amigos de Tlaxcala pudiese acompañarme”. El me comentó que a él le hubiese gustado ordenarme el domingo de la Santísima trinidad porque era el día de su santo y yo era el primero que ordenaría sacerdote, pero que le parecía buena la idea de que fuese un viernes y finalmente se decidió que el viernes 27 de mayo de 1988 en la Catedral de Tula me ordenara sacerdote.
Cada año que Dios me ha dado la oportunidad de vivir he celebrado con quienes me rodean. Ha habido momentos difíciles, alegres, dolorosos, tensos, de todo ha habido, pero como bien el papa Francisco lo dice: “hay que aprender a sembrar aun entre lágrimas”. Siempre celebrando y siempre feliz de poder crecer, madurar y con la visión de “Remar Mar Adentro” es decir: mirar el pasado con gratitud, vivir el presente con pasión y abrirse al futuro con esperanza.
Te pregunto: ¿Eres de los que celebran acontecimientos importantes en tu vida o eres de los que ven con tristeza la vida y sientes que cada momento es gris, doloroso y que la vida no te presenta nada bueno? Si crees que la vida es sufrimiento andas por el camino equivocado. Aunque haya momentos complicados y dramáticos, siempre, siempre habrá porqué gozar y alegrarse. Siempre saldrá una luz en medio de la oscuridad y una brizna de paz y tranquilidad se dejará sentir cuando parezca que todo es nubarrones porque alguien lo prometió: “yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin de los tiempos”.