Hermanos, la Diócesis de Tlaxcala visita con cariño filial a Santa María de Guadalupe, nuestra Madre, quien quiso que se construyera esta casa para mostrar y dar amor, compasión, auxilio y defensa. Aquí nos sentimos seguros, acompañados, escuchados. Resuenan las palabras a san Juan Diego: “Hijo mío, ¿no estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos?”. Con esta certeza hemos peregrinado como discípulos misioneros de Jesús. Ella, una y otra vez, nos exhorta: “Vayan con Jesús y hagan lo que él les diga”. Nos invita a la vida que procede de Dios y que humaniza nuestro mundo tan fragmentado.
– I –
El Evangelio proclamado nos narra la visita que María realizó a su prima Isabel. Habiendo concebido por obra del Espíritu Santo, llevó a Jesús, plenitud de vida que procede de Dios. La fiesta de la vida brota del encuentro con María: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!”, “Dichosa tú que has creído”.
La presencia de Santa María de Guadalupe en nuestro pueblo genera alegría, propicia la fiesta de la vida. María es la Puerta de la misericordia; a través de ella, la misericordia de Dios entró al mundo. Jesús es la misericordia del Padre que sana nuestros pecados, nuestras heridas y debilidades.
Esta misericordia de Dios es plenamente gratuita. Es una fuente abundante de ternura y de amor incondicionado. No tenemos necesidad de comprarla, ni de merecerla: nos es dada; va al encuentro de cada persona. Recordemos que el término misericordia implica dos palabras: “miseria” y “corazón”. Es el corazón de Dios que va al encuentro de toda miseria humana. Las heridas del pecado, el mal que habita en nosotros y que se alimenta de nuestra tristeza y desaliento, son visitadas por la misericordia de Dios; el sufrimiento y la aflicción son objeto de la ternura de Dios.
Aquí en el Tepeyac, María dilata nuestros corazones; aleja de nosotros el miedo y las dudas; nos invita a poner nuestra confianza en Dios. Al estar cerca de ella, experimentamos la bondad de Dios de tal manera que aceptamos con serenidad nuestra pequeñez, nuestros límites y fragilidad, y confiamos más plenamente en Dios.
– II –
Hermanos, hace un mes, celebramos el primer aniversario de la Canonización de nuestros niños tlaxcaltecas, Cristóbal, Antonio y Juan, Protomártires de México y de América, quienes con su sangre (1527 y 1529), consagraron la primera evangelización del Nuevo Mundo y prepararon el Acontecimiento Guadalupano (1531).
Este don nos fue concedido por la visión profética del Papa Francisco, pues al reconocer su santidad, asegura que estos niños, audaces y creativos, generosos y valientes, son modelo de respuesta a tantos desafíos y necesidades que tiene la Iglesia y el mundo de hoy. Agradecimos este don a nuestra Diócesis y a la Iglesia con la ordenación de diez nuevos sacerdotes, a quienes en esta celebración presentamos y encomendamos a Nuestra Señora, Madre de los sacerdotes.
Hermanos, estamos viviendo gracia tras gracia para bien del pueblo de Dios. El próximo año, 2019, se cumplirán 500 años de la primera misa en Tlaxcala, celebrada el 23 de septiembre de 1519. Un historiador dice: Fue Tlaxcala “el lugar donde se cantó el primer Evangelio”. ¿Qué sentido tiene para la vida de nuestra Diócesis? San Juan Pablo II afirma:
«La Iglesia vive de la Eucaristía (…) Desde que, en Pentecostés, la Iglesia, empezó su peregrinación hacia la patria celeste, este divino Sacramento ha marcado sus días, llenándolos de confiada esperanza”. “Del misterio pascual nace la Iglesia. Precisamente por eso la Eucaristía, que es el sacramento por excelencia del misterio pascual, está en el centro de la vida eclesial» (EE, 1.3).
Así inició la vida de gracia en la Iglesia primitiva y así comenzó también en nuestra tierra: con la Eucaristía, sacramento de amor, signo de unidad y vínculo de caridad. Por este motivo, hermanos, bajo la mirada amorosa de Santa María, mujer eucarística, quien ha acompañado nuestros procesos pastorales a lo largo de la historia, y de su esposo san José, Protector de la Iglesia universal, les anuncio que el día de hoy
Inauguro para nuestra Diócesis de Tlaxcala
un Año Jubilar Eucarístico,
cuya puerta es María, Madre eucarística y de misericordia,
pues nos da a Jesús, Misericordia del Padre.
Que nadie quede excluido de la misericordia. Que la Eucaristía, fuente de misericordia, impregne la vida y la misión de la Diócesis. Afirma san Juan Pablo II:
«María es “mujer eucarística” con toda su vida. La Iglesia, tomando a María como modelo, ha de imitarla también en su relación con este santísimo Misterio» (EE 53).
El Año Jubilar Eucarístico será un tiempo de acción de gracias por la semilla del Evangelio sembrada en nuestra tierra, por el don de la Eucaristía celebrada por primera vez hace quinientos años, por los frutos de santidad en nuestro pueblo, por el proceso que estamos realizando en la elaboración del nuevo Plan Pastoral. ¡500 años de bendiciones! ¡500 años de presencia eucarística! ¡500 años que la Iglesia peregrina en Tlaxcala, bajo la mirada de María! ¡500 años de misericordia de Dios!
El Año Jubilar Eucarístico nos ayudará a profundizar Palabra y Eucaristía, y así impulsaremos nuestra identidad evangelizadora. La Eucaristía es la fuente y, al mismo tiempo, la cumbre de toda la evangelización. Por esto, toda acción orientada a realizar la misión de la Iglesia ha de sacar del Misterio eucarístico la fuerza necesaria y se ha de ordenar a él como a su culmen (cf EE 22. 60).
No olvidaremos la proyección social, como nos dice el Papa Benedicto XVI:
«Quien participa en la Eucaristía ha de comprometerse en construir la paz en nuestro mundo marcado por tantas violencias y guerras, y de modo particular hoy, por el terrorismo, la corrupción económica y la explotación sexual» (Sacramentum caritatis, 89)
Y el Papa Francisco hace dos días, exhortaba al Comité para los Congresos Eucarísticos, diciendo:
«Todos se quejan del río cárstico de miseria que experimenta nuestra sociedad. Se trata de tantas formas de miedo, opresión, arrogancia, iniquidad, odio, barreras, abandono del medio ambiente, entre otras. Y, sin embargo, los cristianos experimentan cada domingo que este río en crecida no puede hacer nada contra el océano de misericordia que inunda el mundo. La Eucaristía es la fuente de este océano de misericordia porque, en ella, el Cordero de Dios inmolado, pero que está en pie, hace surgir de su costado abierto ríos de agua viva… (cf. Misericordiae vultus , 7). La misericordia entra así en las venas del mundo… (10-XI-2018).
Santa María de Guadalupe, esposa de san José, que la Diócesis de Tlaxcala esté en el hueco de tu manto y en el cruce de tus brazos para que seamos discípulos misioneros de Jesús y pan partido para la vida del mundo, como lo fueron los santos Niños Mártires Cristóbal, Antonio y Juan. Así sea.
+ Julio C. Salcedo Aquino, m.j.
Obispo de Tlaxcala,
Tepeyac, CdMx, 12-XI-18.