“Abrámonos con esperanza al futuro”
A TODOS LOS CATÓLICOS Y PERSONAS DE BUENA VOLUNTAD QUE VIVEN EN TLAXCALA
Una vez más, la humanidad ha experimentado el ocaso de un año y el principio de otro. Este acontecimiento nos sitúa frente al devenir del tiempo y de la historia, y nos preguntamos: quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos. No es una casualidad que estemos viviendo en este momento de la historia y en estas tierras tlaxcaltecas. Somos peregrinos, pues no tenemos aquí nuestra morada definitiva y, a la vez, experimentamos la necesidad de dejar huella a nuestro paso y de construir un mundo más humano y más fraterno, para nosotros mismos y para las generaciones futuras.
Ésta es la ocasión propicia para analizar con serenidad el pasado, enfrentar con pasión el presente y abrirnos con esperanza hacia el futuro.
Es propio del corazón humano el ser agradecido: demos gracias a Dios, de quien todo bien procede, por lo que en este año nos ha concedido, en especial el don de la vida con todo lo que implica: penas y alegrías, éxitos y fracasos, etc. Al mismo tiempo, agradezcamos a tantas personas que a nuestro alrededor nos han favorecido con su amor, comprensión y servicio.
Manifiesto mi gratitud para con todos aquellos que, durante este año, pusieron su granito de arena para el bienestar y desarrollo de nuestra comunidad tlaxcalteca: autoridades civiles y militares, empresarios, medios de comunicación, maestros, comerciantes, obreros, campesinos, sacerdotes, religiosas, padres de familia y para quienes, desde su profesión u oficio, diariamente se esmeraron por servir a nuestro pueblo.
Reconozcamos también con humildad nuestras faltas de pensamiento, palabra, obra u omisión, para con Dios, nuestra familia o comunidad, nuestros amigos o nosotros mismos, y, arrepentidos, al tiempo que confiamos en la misericordia de Dios, pidamos y otorguemos el perdón a todos aquellos que sea necesario. Lo más bello del perdón es que podemos reiniciar nuestra relación, como si nada la hubiera dañado antes y con la confianza de que será mejor en adelante.
Pero sobre todo, miremos con optimismo el futuro del nuevo año que nos hace albergar esperanzas de nuevas oportunidades de crecimiento integral como personas y en comunidad. Definamos nuestro programa de vida con los propósitos o metas que queremos alcanzar, tomando en cuenta que los demás necesitan de nosotros; no les privemos de los talentos que Dios nos dio, para colaborar con Él en la construcción de una mejor sociedad.
Estos tres valores de la gratitud, el perdón y la esperanza hemos de vivirlos a lo largo del nuevo año y en toda nuestra vida, pues son un camino seguro para nuestra felicidad.
Al iniciar este nuevo año 2014, vivamos con alegría nuestra identidad de bautizados, como hijos de Dios que caminan en la luz de Cristo. Es una bendición estar bautizado y ser parte de la Iglesia, pero no basta la pertenencia y la participación hacia dentro, es necesario proyectar con alegría nuestra fe en los distintos campos de la vida social, transformando con los valores del Evangelio esos ambientes en que nos desenvolvemos: la familia, la cultura, la política, la economía, el comercio, la escuela, etc.
Necesitamos fortalecer la familia como Iglesia doméstica, lugar donde el cristiano aprende a vivir y a expresar su fe, pero también como núcleo de la sociedad, de modo que se fortalezca su unidad y sea fermento en medio de la comunidad humana, pues en ella se fragua el futuro del mundo y de nuestra sociedad. La familia, si cumple su misión, estará siendo transmisora de valores y educadora en la fe. ¡No dejemos que nos arrebaten el sentido y el valor de nuestra familia!
El 2013 fue un año intenso en el ámbito electoral, una jornada muy competida que terminó con situaciones dolorosas que no habíamos vivido jamás. El primero de enero arrancó una nueva administración en los Municipios, en el Congreso Estatal y en las Presidencias de Comunidad. Esta administración con 60 nuevos presidentes municipales, 299 presidentes de comunidad y un nuevo congreso con 19 legisladores elegidos y 13 plurinominales, tiene frente a sí desafíos que tendrá que enfrentar.
Es tiempo de olvidarse de contiendas, de los triunfos o derrotas y de colores partidistas, para concentrarse en el bien común de los tlaxcaltecas.
Los nuevos presidentes y legisladores han de privilegiar la transparencia y rendición de cuentas, no esperar a que el ciudadano solicite acceso a la información, actuar con responsabilidad y abrir la información para que la gente sepa con claridad cómo se administra el presupuesto y cómo se gastan los recursos; de tal manera que poner la información al alcance de la ciudadanía, sea parte de la misma administración. Verdad y servicio, calidad y calidez, son valores que necesita proyectar esta nueva administración; los ciudadanos ya no pueden ver frustradas las esperanzas que anidan en su corazón y sus autoridades deben ser capaces de mirarles de frente, sin agachar la cabeza por no haber cumplido con el deber que públicamente protestaron.
Será necesario que, con madurez política, todos nos sumemos a las iniciativas y proyectos de las nuevas autoridades, especialmente aquellos candidatos que no resultaron favorecidos con el voto de la ciudadanía. Privilegiemos la unidad antes que nuestros puntos de vista o intereses personales o de grupo, para fortalecer la comunidad humana en que vivimos. Seamos los constructores de un Tlaxcala donde reine la unidad, la justicia, la verdad y la paz.
Tlaxcala enfrenta fenómenos especiales que marcan su vida social. Uno de ellos es la trata de personas para la prostitución, especialmente de la mujer, que atenta gravemente contra su dignidad y sus derechos humanos, tratándola como objeto sexual o mercancía comercial. Es una realidad lacerante que ha puesto al Estado a los ojos del mundo y, aunque se señala una sola comunidad, todos sabemos que es un hecho presente en varias comunidades de nuestra Diócesis. Es un estigma que debemos erradicar con la colaboración de todos. La Iglesia, a través de la pastoral social, ha promovido la toma de conciencia de este grave problema y se ha comprometido en la sensibilización y prevención por medio de campañas, pues “el verdadero amor no explota y los hombres no nacimos para consumir el cuerpo de las mujeres”. Sin embargo, se necesita la acción efectiva de las autoridades a distintos niveles, una participación más evangélica de la Iglesia y el compromiso de toda la sociedad, especialmente la sociedad organizada, para dar signos claros de esperanza a tanta gente que sufre en carne propia y calladamente esta problemática que mina la vida de nuestra sociedad. Unido al Papa Francisco, pido a Dios “que toque el corazón de cuantos están involucrados en la trata de seres humanos, para que se den cuenta de la gravedad de este delito contra la humanidad”.
Otro fenómeno presente es la migración, tanto de los centro y sudamericanos, como de los tlaxcaltecas que, orillados por la crisis económica que vive nuestro país, se van a los Estados Unidos. Según algunas estadísticas, la migración alcanza ya el 10% de la población tlaxcalteca, pues más de 100 mil paisanos nuestros se encuentran buscando una mejor situación para sus familias, tanto en Estados Unidos como en Canadá, y la mayoría de ellos son indocumentados que viven con muchos riesgos y limitaciones. Todo esto, está provocando efectos que necesitamos atender pastoral y socialmente: familias fragmentadas y desintegradas, con problemáticas muy diversas y complejas. Tampoco debemos cerrar los ojos a la realidad de tantos hermanos latinoamericanos que se ven en la necesidad de cruzar nuestro país intentando llegar a los Estados Unidos y que, a su paso por Tlaxcala, nos reclaman seguridad, alimento, vestido y sobre todo un trato digno. Algún día y llenos de asombro, escucharemos la voz del Señor Jesús, diciéndonos: “era forastero y me hospedaste” o “era forastero y no me hospedaste” (cfr. Mt 25, 35), porque nos pide que reconozcamos su rostro en los más pobres y desvalidos.
Otro fenómeno que se está presentando en nuestra Diócesis es el incremento en el tráfico y consumo de la droga. No hay población, por pequeña que sea, que no sufra ya por estas realidades que afectan desde niños hasta adultos.
Aunque somos uno de los Estados más seguros en la República Mexicana, sin embargo, poco a poco, ha ido creciendo la violencia, manifestada en asaltos, robos, secuestros, violaciones, ejecutados, etc. Los medios de comunicación impresos y digitales, la radio y la televisión están dando testimonio de estos acontecimientos, ante los cuales, no sólo no debemos cerrar los ojos, sino que tenemos que responder con un compromiso solidario. Puesto que todos nos vemos afectados, todos tenemos la responsabilidad de reprobar y combatir tal escenario de violencia.
El año que comienza tiene que llevarnos a promover con urgencia “la participación ciudadana”. Es inútil esperar que se dé un cambio por generación espontánea, quejarse o esperar que otros resuelvan los problemas. Necesitamos asumir nuestra responsabilidad social todos y cada uno de los ciudadanos. Contamos con pilares, bases sólidas, para lograr un desarrollo estable e integral en nuestra sociedad tlaxcalteca: nuestros principios y valores, estructuras, sentido de organización, folklor, arte, historia, gastronomía, piedad popular, tradiciones, peregrinaciones, es decir, todo aquello que nos llena de orgullo como tlaxcaltecas y que debe ser una plataforma de lanzamiento hacia el verdadero progreso.
En este sentido, la Diócesis de Tlaxcala, en el espíritu de la Iglesia universal, este nuevo año continúa anunciando a la comunidad humana las buenas noticias del Evangelio, le ofrece los signos sacramentales que Cristo le confió, ora constantemente por sus necesidades y le expresa su amor en el cuidado pastoral de los pobres, los enfermos y los que más sufren a causa del egoísmo humano, al tiempo que le comparte su experiencia de fe en Cristo y proclama la dignidad de la persona humana.
Pongamos nuestro mejor esfuerzo en este nuevo año, como si todo dependiera de nosotros, y confiemos en Dios, pues todo depende realmente de Él, nosotros mismos y todo lo que nos rodea. Sólo en Dios tiene sentido nuestra vida, pues de Él venimos, en Él subsistimos y a Él hemos de retornar inexorablemente.
Con motivo de este año 2014, deseo a todos los mejores parabienes. Pido a Dios bendiga a sus familias, a sus comunidades, a todos y cada uno de ustedes, para que, conscientes de nuestro origen, de nuestra identidad humana y cristiana, de nuestro destino último, seamos felices, picando piedra aquí y ahora, en esta etapa de la historia y en este Tlaxcala, donde la Providencia Divina nos ha sembrado, para dar mucho fruto.
Que nuestra Señora, la Virgen de Ocotlán, nos guíe en la construcción de la unidad y de la paz.