En marzo celebramos a San José, a quien Dios no solo confió a su Hijo, también a la Iglesia entera. Recordemos que, en diciembre de 2019, nuestro Obispo decretó un “Año Josefino”, donde nos invitaba a redescubrir los dones, las enseñanzas y actitudes de San José que ilumina no solo nuestra vida, sino también nuestro trabajo pastoral.
Sin embargo, fue en 2020 cuando sufrimos la pandemia de Covid-19 y nuestros templos se cerraron, entonces los festejos a San José se celebraron a puerta cerrada, desde casa, pero pidiendo con fe su intercesión ante esta difícil situación sanitaria.
No olvidemos el sismo de 2017, que provocó el cierre de diversos templos, entre ellos la Parroquia de San José, Tlaxcala, pero este año, celebraremos con júbilo su fiesta, tras seis años y cinco meses de estar cerrado este templo, el Gobierno de México entregó las obras de reconstrucción de dicha parroquia.
Sin duda, Dios no nos abandona y somos testigos de este gran momento de gracia para nuestra Diócesis y bajo la protección de san José impulsemos y retomemos el trabajo que nos pide el Plan Diocesano de Pastoral y que se refuerza en el decreto del “Año Josefino”
Ser una Iglesia valiente: abierta al servicio y a la enseñanza de la verdad (cf. Mt 28); no encerrada en ella misma.
Una Iglesia generosa: sencilla, con capacidad de escuchar y aprender de los demás; con capacidad de enseñar el Evangelio y el depósito de la fe recibido de Cristo, a través de los apóstoles; sin esperar reconocimientos y retribuciones.
Una Iglesia audaz: atreviéndonos a realizar acciones no comunes, firmes y riesgosas para anunciar para anunciar el Evangelio de la vida, que defiende la dignidad humana.
Una Iglesia fiel y creativa, con imaginación, inventiva, ingenio, originalidad para asumir la conversión pastoral y misionera y hacer que las estructuras se vuelvan más evangelizadoras a fin de estar presente donde hace más falta la luz y la vida del Resucitado (cf. PDP, n°65).
Que San José nos enseñe a soñar una Iglesia evangelizadora, misionera; a soñar una Iglesia que sirve al Señor Jesús a su Virgen Madre en las periferias, en los pequeños y en los últimos; a soñar en una Iglesia que se deja llevar por el Soplo del Espíritu con alegre esperanza (Decreto “Año Josefino”, Mons. Julio C. Salcedo Aquino, M.J., 8 diciembre 2019).