CAPITULO III DEL DIRECTORIO PARA LA CATEQUESIS

Pbro. Arturo Gutiérrez Hernández

EL CATEQUISTA

EL OBISPO ES EL PRIMER CATEQUISTA

«El Obispo es el primer predicador del Evangelio con la palabra y el testimonio de vida»  y, como principal responsable de la catequesis de la diócesis, tiene la función principal, junto con la predicación, de promover la catequesis y preparar sus diversas formas necesarias para los fieles siguiendo los principios y directrices emitidas por la Sede Apostólica.

La preocupación del Obispo por la actividad de la catequesis lo invita a:

a. Cuidar por la catequesis que directamente tiene que ver con la transmisión del Evangelio y con la custodia del depósito de la fe;

b. asegurar la inculturación de la fe en el territorio dando prioridad a una catequesis eficaz;

c. elaborar un proyecto global de catequesis que esté al servicio de las necesidades del pueblo de Dios y en armonía con los planes pastorales diocesanos y las directrices de la Conferencia Episcopal;

d. suscitar y sostener «una auténtica pasión por la catequesis, una pasión que se encarne en una organización adecuada y efectiva, que ponga en acción las personas, los medios, las herramientas y también los recursos necesarios»;

e. velar para que «los catequistas estén debidamente preparados para su tarea, de tal manera que conozcan totalmente la doctrina de la Iglesia y aprendan técnica y prácticamente las leyes psicológicas y las disciplinas pedagógicas» (CD 14)8;

f. revisar cuidadosamente la calidad de los textos y las herramientas para la catequesis

EL PRESBÍTERO EN LA CATEQUESIS

El presbítero, como primer colaborador del Obispo y por su mandato, como educador en la fe (Cf. PO 6), tiene la responsabilidad de animar, coordinar y dirigir la actividad catequística de la comunidad que se le ha confiado.

«La referencia al magisterio del obispo en el único presbiterio diocesano y la obediencia a las orientaciones que cada pastor y las Conferencias episcopales emanan en materia de catequesis para el bien de los fieles, son para el sacerdote elementos que ha de valorar en la acción catequística». Los sacerdotes pues, disciernen y promueven la vocación y el servicio de los catequistas.

El párroco es el primer catequista de la comunidad parroquial. Los deberes propios del párroco y en general de los presbíteros en este campo son:

a. Dedicarse con empeño competente y generoso a la catequesis de los fieles confiados a su cuidado pastoral, aprovechando cada oportunidad que ofrece la vida parroquial y el entorno sociocultural para proclamar el Evangelio;

b. cuidar el vínculo entre la catequesis, la liturgia y la caridad, dando importancia al domingo como día del Señor y de la comunidad cristiana;

c. despertar en la comunidad un sentido de responsabilidad hacia la catequesis y discernir las vocaciones específicas al respecto, expresando gratitud y promoviendo el servicio ofrecido por los catequistas;

d. prever la organización de la catequesis, integrándola en el proyecto pastoral de la comunidad, con la colaboración de los mismos catequistas, involucrándolos en las diversas etapas de análisis, programación, elección de herramientas, la puesta en marcha y la evaluación;

e. asegurar la conexión entre la catequesis en la propia comunidad y el programa pastoral diocesano, evitando cualquier forma de subjetivismo en el ejercicio del sagrado ministerio;

f. como catequista de catequistas, cuidar la formación de estos, dedicando a esta tarea el máximo cuidado y acompañándolos en el crecimiento de la fe; además, valorando el grupo de catequistas como contexto de comunión y corresponsabilidad necesario para una formación auténtica.

EL DIÁCONO EN LA CATEQUESIS

La diaconía de la Palabra de Dios, junto con la liturgia y la caridad, es un servicio que los diáconos ejercen para hacer presente en la comunidad a Cristo que se hizo servidor por amor (Cf. Lc 22,27; Flp 2,5-11).

Además de ser admitidos en la predicación homilética, están llamados a dar «solícita atención a la catequesis de los fieles en las diversas etapas de la existencia cristiana, de forma que les ayuden a conocer la fe en Cristo, a reforzarla con la recepción de los sacramentos y a expresarla en su vida personal, familiar, profesional y social».

Los diáconos participarán en los programas de la catequesis diocesanos y parroquiales, especialmente en lo que respecta a las iniciativas relacionadas con el primer anuncio.

La catequesis realizada por los diáconos es particularmente valiosa: en el ejercicio de la caridad y la familia. Su acción puede desarrollarse entre privados de la libertad, enfermos, ancianos, jóvenes con dificultades, inmigrantes, etc. Los diáconos tienen la tarea de integrar en la actividad catequística esas dificultades presentes en las comunidades para animar a todos los creyentes a una verdadera práctica de la caridad.

LOS CONSAGRADOS AL SERVICIO DE LA CATEQUESIS

La Iglesia convoca, de manera particular, a las personas de vida consagrada a la actividad de la catequesis, en la cual su contribución original y propia no puede ser remplazada por sacerdotes o laicos. «Primer objetivo de la vida consagrada es el de hacer visibles las maravillas que Dios realiza en la frágil humanidad de las personas llamadas. Más que con palabras, testimonian estas maravillas con el lenguaje elocuente de una existencia transfigurada, capaz de sorprender al mundo».